Se desperto con una sensacion de miedo en el estomago. El telefono estaba llamando. Las unicas luces en el compartimiento eran los numeros amarillos del reloj digital —03:51— y el ojo rojo del telefono que pestaneaba. Se sento, instantaneamente despierto y lucido, y apreto el boton del aparato.
—?Si?
—La estacion Gamma informa sobre un lanzamiento desde la China continental —dijo una operadora.
Salto de la cama olvidando tanto su desnudez como el hecho de que la oscuridad la protegia.
—?Cuando?
La muchacha miro algo que no aparecia en la pantalla.
—T mas ciento catorce segundos.
—Dejeme ver.
La pequena pantalla del telefono se transformo y mostro una vision telescopica. El pardo, nuboso y montanoso pais de la China occidental. Una sola estela luminosa de un cohete en vuelo.
Se oyo una voz masculina.
—La extrapolacion de la trayectoria indica un impacto en medio del oceano. No parece lo suficientemente grande como para tratarse de un proyectil intercontinental. Las caracteristicas de la estela sugieren un cohete cientifico para exploracion de gran altura mas que cualquier otra cosa.
—Derribenlo —dijo Kinsman.
—Ya lo estamos siguiendo, y hemos programado el disparo para cuando abandone la linea de la costa — respondio la voz del hombre, casi sin dar importancia a lo que decia—. Tenemos tres satelites diferentes apuntandole. Si el primero falla…
—Buen trabajo —dijo Kinsman.
El cohete era demasiado pequeno como para ser visto aun con la mejor ampliacion telescopica. En lugar de eso, se habian superpuesto varios sensores de satelites para ofrecer una imagen optica de la Tierra como fondo y una imagen de radar e infrarrojos combinados del cohete que en la pantalla se veia como una burbuja rojiza, un poco mas larga que ancha. Subitamente, se abrio en un brillo blanco.
—Bien hecho —gruno Kinsman—. Ahora, dejenme dormir un poco. Llamenme solo si hay alguna crisis.
La operadora reaparecio en la pantalla.
—Senor, ?quien debe decidir si es una crisis o no? —pregunto, con voz agradable.
—El oficial de dia, mi querida. El es quien esta a cargo.
Pero Kinsman ya no pudo dormir. Se revolvio en su cama por lo que parecio ser una semana. Por fin se levanto, y paseo por el oscuro compartimiento. Varias veces choco contra el vestidor que estaba construido en la pared, junto a la cama.
Finalmente, cuando los brillantes digitos indicaron 07:00, pidio una comunicacion con Ellen. La pantalla del telefono permanecio gris mientras la computadora de Selene trataba de ubicarla. No estaba en sus habitaciones ni en el centro de comunicaciones. Por fin su cara aparecio en la pequena pantalla. Kinsman reconocio el lugar inmediatamente: era su propia oficina.
—Te levantas temprano —dijo el.
—Tambien tu. ?Esta todo bien?
—Te estaba por preguntar lo mismo.
Completamente seria ella dijo:
—Todo se desarrolla normalmente aqui. Ni Colt ni ninguno de los otros disidentes ha causado problemas.
—Bien.
Fruncio ligeramente las cejas al decir:
—Nos enteramos que alli al principio todo anduvo bien, pero luego comenzaron a llegar informes sobre la lucha. Nadie parecia saber lo que estaba ocurriendo. Finalmente nos dijeron que habias logrado controlar las tres estaciones y que Leonov habia hecho lo mismo con las rusas. Tuvimos un lindo festejo aqui, los rusos y nosotros.
—Lamento habermelo perdido.
—?Cuando regresaras?
—Espero poder partir hoy. Estare de regreso el jueves. La hora exacta la sabre mas tarde.
—Muy bien.
?Cristo, podriamos estar hablando del tiempo! ?Como puede ella…?
—Vimos la intercepcion del cohete chino —dijo Ellen—. Fue en mitad de la fiesta. Todo el mundo estaba en la plaza principal. Y despues, cuando dispararon los proyectiles Orea…
—?Orea?
Ellen aliso un mechon de pelo que le habia caido sobre los ojos. Kinsman comenzo a darse cuenta de que ella probablemente no habia dormido en toda la noche.
—Si. Lo vimos todo en la pantalla grande de la plaza. Todos aplaudieron cuando los derribaron.
—Aja —dijo Kinsman, debilmente.
La mujer acerco su rostro a la camara.
—?Te sientes bien?
—Solo necesito un poco de descanso.
—Lo peor ya ha pasado, ?verdad? —dijo ella.
—Si. Lo peor ha pasado —replico el, tratando de creer que lo que decia era verdad.
Tan pronto como Ellen desaparecio, Kinsman marco el codigo para el centro de comunicaciones. Pregunto por el oficial de dia.
—?Por que no se me informo sobre los proyectiles de los submarinos?
El muchacho tenia insignias de teniente y unos bigotes pequenos y rubios.
—Senor, usted dio ordenes de que no se lo molestara salvo que ocurriera alguna crisis. El submarino lanzo seis proyectiles desde el medio del Pacifico. Supusimos que era americano, ya que la trayectoria conducia a Asia. Nuestro equipo de control de fuego en Gamma siguio a los proyectiles y los derribo a los ocho minutos del lanzamiento. Todo se desarrollo sin inconvenientes. Sin ningun esfuerzo, senor.
Kinsman se hundio en su asiento y sonrio.
—Ya veo.
—Tenemos cintas de video grabadas, senor, si usted quiere ver la accion.
El teniente parecia muy seguro de si mismo, como solo un joven oficial puede estarlo cuando tiene todo a su favor. Y cuando sus decisiones han sido aceptadas.
—No. Las vere mas tarde. ?Algun mensaje de Washington, o de otra parte?
—Oh, si, senor. Una montana de mensajes.
Recien dos horas mas tarde Kinsman se dio cuenta de que tenia hambre. Se dirigio al Nivel Cuatro, donde se hallaba el salon de oficiales. Tomo una bandeja de comida caliente de la cocina y se sento en una gran mesa que estaba llena de sus jovenes oficiales y tropa y unos pocos civiles. El mas elaborado restaurante automatico, en el Nivel Uno, habia sido clausurado por la tripulacion evacuada, de modo que los civiles se veian obligados a comer con los oficiales.
La mayor parte de los civiles se mostraban bastante tranquilos y hasta amistosos. Pero un par de ellos — americanos, por su modo de vestir y su acento— abandonaron la mesa cuando Kinsman se sento y se trasladaron a una mas pequena, en el otro extremo de la sala. Algunos de los europeos parecian incomodos, inseguros. Los orientales se comportaban con correccion y se mostraban profesionalmente inexcrutables.
Ted Marrett entro, con unas grandes ojeras de cansancio debajo de sus ojos. Movia su gran cuerpo con cierta torpeza, como si hubiera estado en la misma posicion durante mucho tiempo.
Kinsman siguio con la mirada al meteorologo de anchos hombros mientras este se servia dos tazas de cafe humeante en la cocina y las traia cansadamente hacia el salon. Uno de los cientificos en la mesa de Kinsman, un