distribuido numerosas copias. ?El gobierno? Los que estaban escritos a mano eran obscenos.
A traves de los cristales a prueba de balas, Kinsman oyo el rumor creciente de los gritos de la multitud, que lanzaba imprecaciones contra ellos. Una mujer les grito con voz aguda:
—?Kinsman, cuaquero bastardo, ojala te maten como a un perro!
Nickerson sonrio extranamente.
—?Se da cuenta de lo que le decia?
—Excelente puesta en escena —murmuro Marrett.
Los coches pasaron por la entrada de la calle Cuarenta y Ocho y por debajo del sector para peatones, dirigiendose hacia la salvaje cacofonia de gritos e insultos.
Con gran esfuerzo Kinsman se volvio para mirar por el cristal trasero. Subitamente la multitud rompio el cordon policial, e irrumpio en la rampa. Un numero mayor de policias aparecio casi como por arte de magia y trato de apartar a la multitud de la entrada al garage. Reaparecio la policia montada con mascaras de gases puestas… ?igual que los caballos!
—Detenga el coche —ordeno Kinsman.
Su voz fue lo suficientemente fuerte como para atravesar el panel que separaba la parte de atras de la limusina del asiento del chofer.
—?Detengase! —grito nuevamente.
El chofer freno bruscamente.
—?Que es lo que…?
Nickerson estiro su mano para tomar a Kinsman por el brazo envuelto en metales, pero este ya habia abierto la puerta y estaba bajando del coche. Los pequenos motores de su esqueleto exterior vibraron cuando se agacho para salir y luego se enderezo.
En la entrada del garage comenzaba una pelea. La policia estaba empujando al gentio y este a su vez se resistia. Los garrotes y las pequenas lanzas electricas de la policia estaban listas para entrar en accion. El rumor de los gritos furiosos resonaba en el tunel de concreto.
El aire era casi irrespirable. Se olian tufos que Kinsman habia olvidado completamente: gasolina, goma, basura quemada, orina. Le ardian los ojos. Pero en lugar de volverse a buscar la mascara de oxigeno subio por la rampa en direccion a la muchedumbre enloquecida que agitaba las banderas y luchaba con la policia.
Se dio cuenta confusamente de que Landau y Marrett corrian detras de el. Y tambien Nickerson, que probablemente estaba armado.
La inclinacion de la rampa no significaba nada para ellos, pero para Kinsman era como ascender el Anapurna. Afanosamente, paso tras paso: un crujido, un gemido, un murmullo, un golpe: un crujido, un gemido, un murmullo, un golpe. El monstruo de Frankenstein invade Nueva York.
Repentinamente, los ruidos de la pelea y los gritos que venian de adelante cesaron. No fue todo de golpe, pero en el espacio de medio minuto se paso del desorden al silencio, como una ola de sorpresa que atravesara a la muchedumbre, obligandola a calmarse. Una voz aspera grito:
—Eh, ?que demonios es eso?
Luego, absoluto silencio de mas de diez mil personas…, salvo los ruidos del esqueleto exterior de Kinsman. Lentamente, laboriosamente, ascendia por la rampa. Respirar era todo un ejercicio de concentracion. Sentia su pecho aspero por dentro, demasiado pesado como para moverlo.
Uno de los policias se dirigio hacia el con el visor del casco bajo, una granada de gas en una mano, y un pequeno megafono en la otra.
—El… megafono —resoplo Kinsman.
Dios todopoderoso. Veinte pasos y ya estoy medio muerto.
El policia vacilo, pero luego le alcanzo lo que pedia. Kinsman lo tomo entre los ruidos y murmullos de los pequenos motores. Se llevo el megafono a la boca.
—Soy…
Se le quebro la voz; la garganta le ardia. Landau se adelanto para ayudarlo. Marrett y Nickerson aparecieron por el otro lado.
—Soy Chester Kinsman… —dijo, y oyo que su voz magnificada retumbaba entre las paredes del tunel.
El gentio parecio dar un paso o dos hacia atras, en medio de un zumbido. Como una serpiente de cascabel, en espera de resolver si atacar o no.
—Soy el hombre a quien acusan de traicion. —Kinsman respiro hondo con un extrano ruido—. Solo les puedo decir… que hemos declarado… la independencia de la Luna … con el mismo espiritu que nuestros antepasados… declararon la independencia… de los Estados Unidos.
?No puedo aspirar aire con mis pulmones!
—El pueblo de Selene… quiere vivir en paz… con toda la humanidad. No hay razon para que teman a una Selene independiente… como no la hubo para que Inglaterra temiera a los Estados Unidos independientes…
La gente comenzo a murmurar y a agitar sus banderas. Kinsman dejo caer el brazo. Alguien tomo el megafono de su mano.
Tengo mas cosas que decirles… pero no puedo. Estoy… demasiado agotado.
JUEVES 30 DE DICIEMBRE DE 1999, 13:32 HT
Flotaba. Estaba flotando en caida libre, conectado a la realidad solo por el vital cordon umbilical que llegaba hasta su nave.
Kinsman disfrutaba de esa libertad. Giro lentamente en el espacio y saludo a cada una de las estrellas: Rigel, Betelgeuse, Sirio, Procion, Geminis, Cancer, Escorpion con Antares y su brillo rojo en el centro. Antares, el rival de Marte. Enemigo de Marte. Enemigo de la guerra.
Y luego aparecio ella. Muerta. Los brazos todavia estirados por el terror, y los vitales tubos de oxigeno destrozados por las manos de Kinsman. Giraba lentamente, muy lentamente, mostrandole primero la espalda, pero lentamente, girando con tal lentitud que pudo ver la saliente del casco donde estaba el auricular derecho. Y luego el borde de su oscuro visor, y las primeras letras de la roja sigla CCCP, en la parte superior del casco.
?No! ?Quiero despertarme!
Pero ella continuaba acercandose, siempre girando. Ahora los brazos semiextendidos le ofrecian un frio y mortal abrazo. Queria apartar la vista, pero no podia. Tenia que mirar a traves del oscuro visor y verle la cara.
Era la cara de Ellen. Muerta.
—?Nooooo! —grito.
Kinsman trataba de sentarse, con los ojos muy abiertos, mientras todavia resonaba en la habitacion su grito de pesadilla. El doctor Landau y dos enfermeras entraron bruscamente en la sala.
Se dio cuenta de que estaba acostado en una cama de agua, y oyo el sonido del liquido que se movia debajo de el. Una ligera red de plastico lo cubria, imposibilitandole moverse. En sus oidos resonaba el doble latido de su corazon natural y del artificial, en una rara sincopa.
—?Chet! ?No trate de levantarse!
—Estoy bien —dijo—. Fue solo un sueno… una pesadilla.
Una de las enfermeras, una alta africana de piernas largas, tenia una hipodermica en sus manos; Landau la hizo alejarse con un gesto.
Mientras le quitaban la red de plastico, Kinsman se relajo y se dejo estar, acompanando el movimiento del agua. La habitacion era grande —enorme para las dimensiones lunares— y estaba tapizada en felpa. El techo estaba ricamente adornado con paneles de madera, y una gruesa alfombra cubria el suelo. Hondos y confortables sillones y butacas se distribuian en delicada y lujosa decoracion.
La otra enfermera apreto un boton y las cortinas se descorrieron, dejando que se filtrara la luz a traves de ventanas que llegaban hasta el techo. Junto a las ventanas habia un espacioso escritorio, con varios aparatos electronicos y una butaca anatomica especial.