—Y muy bien. —Marrett puso sus grandes punos sobre la mesa—. Se ha estado haciendo en pequena escala desde la decada del cincuenta. Se ha usado en la guerra, principalmente para aumentar las lluvias y provocar inundaciones, o por lo menos para arruinar cosechas que no toleran demasiada humedad. En realidad es mas facil hacerlo en gran escala; uno tiene mayor numero de factores de refuerzo a su favor.
Harriman intervino:
—Ademas, los Estados Unidos y Rusia ya han comenzado a portarse bien con nosotros. Han permitido que partan esos inmigrantes, incluidos los hijos de Leonov.
—Si… —Kinsman quiso hacer un gesto con la cabeza, pero en cambio se dio cuenta que estaba pestaneando, como hacia Pete—. Pero pidieron un aplazamiento de mi discurso ante la Asamblea General.
—En ese punto, yo estoy de acuerdo con ellos —dijo Landau—. Debe evitar cualquier esfuerzo no necesario y regresar a Selene tan pronto como sea posible.
Kinsman ignoro a Landau.
—Pero, ?por que insistieron en el aplazamiento?
Marrett se encogio de hombros.
—?Y a quien demonios le interesa? Con eso le dan mas tiempo a De Paolo para poner a cada uno en su lugar. El factor tiempo nos favorece.
—?Le parece? —se pregunto Kinsman—. ?Realmente nos favorece?
VIERNES 31 DE DICIEMBRE DE 1999, 17:00 HT
En el Pacifico y en gran parte de Asia ya era el Ano Nuevo. Multitudes de gente en vacaciones lo estaban celebrando en las calidas calles veraniegas de Melbourne y Sidney. En Tokio, donde las costumbres occidentales eran vistas con desagrado, las calles estaban silenciosas. Una Luna menguante atravesaba los cielos de China, las vastas extensiones con altas rocas e hielos del Himalaya, y el calido subcontinente de la India. Si acaso el nuevo milenio era festejado en esos lugares, las celebraciones eran silenciosas, en las casas particulares o en los palacios de gobierno. O en los santuarios.
En Florida era mediodia. Cincuenta hombres, mujeres y ninos que habian viajado de todas partes del mundo hasta el Centro Espacial Kennedy eran alejados del brillante y plateado avion cohete que ellos creian los esperaba.
Se veian cansados y mas que nada sorprendidos mientras marchaban en dentada fila bajo el sol de la Florida , sobre el cemento que reverberaba con el ligero velo de niebla producido por el calor, custodiados por los ojos de los guardias uniformados, protegidos con cristales oscuros. Estaban mejor vestidos que la mayoria de los grupos de refugiados, pero aun asi daban una impresion de oscura desesperacion a los tecnicos y agentes de seguridad que los observaban. En una docena de lenguas diferentes se preguntaban los unos a los otros:
—?Por que? ?Que es lo que causa la demora? ?Cuando podremos partir?
Con el inexpresivo acento del medio oeste, un mayor del ejercito con el pelo muy corto les dijo:
—Hemos sufrido algunas dificultades tecnicas en el avion cohete que los llevara a la Estacion Espacial Alfa. Les daremos mas informacion tan pronto como sea posible.
Los refugiados fueron conducidos a instalaciones muy confortables equipadas con aire acondicionado, dormitorios separados, television en colores y una cafeteria gratuita.
—Son huespedes del gobierno de los Estados Unidos de America —les dijo alegremente el mayor.
Los cien soldados que estaban controlando sus pistolas automaticas, sus granadas de gas y sus pequenas lanzas electricas, estaban acuartelados a solo medio kilometro de distancia, en un edificio de cemento gris que no gozaba de ninguna comodidad excepto por una fila de maquinas expendedoras de bebidas gaseosas. Estas maquinas funcionaban con monedas de medio dolar.
El sol se movia hacia la otra parte del mundo, y la linea de la medianoche se deslizaba en direccion a occidente llevando consigo al nuevo ano y al nuevo milenio. En Nueva York, a las cinco de la tarde ya estaba oscuro. Un frio viento habia barrido la ciudad durante todo el dia y ahora, mientras Kinsman estaba de pie junto a las altas ventanas de su habitacion en el edificio de la Secretaria General de las Naciones Unidas, pudo ver una aislada estrella alla en lo alto del cielo oscuro.
?Jupiter? O tal vez Saturno.
—Deberia mantenerse sentado.
La pesada voz de Alexei Landau se oyo desde el otro extremo de la habitacion. Kinsman se volvio lentamente, con el acompanamiento de una sinfonia de ruidos de motores electricos.
—Alex, tengo que moverme un poco. No puedo estar en esa maldita silla todo el tiempo.
—Ese fue el ultimo de los visitantes —dijo de mal humor Harriman, desde el escritorio.
—Ted —llamo—, ?que te parece si nos preparan una visita guiada por el edificio?
—?Eh? —el meteorologo se mostro sorprendido.
—Absolutamente imposible —dijo Landau—. Lo prohibo.
—?Alex, nos estamos volviendo locos aqui encerrados!
Landau sacudio la cabeza.
—El aire alla afuera esta lleno de virus y bacterias, polvo, suciedad, contaminantes… No, es imposible.
Kinsman arrugo la frente y dijo:
—?Me pondre la mascara de oxigeno, por el amor de Dios!
—Y lo podemos llevar en la silla —agrego Harriman.
Marrett estuvo de acuerdo.
—Podemos llevarlo al subsuelo y cruzar hasta la sala de la Asamblea general. Es un lugar impresionante. No habra nadie.
Landau puso mala cara, pero dijo:
—Necesito unos instantes para preparar mi maletin. Si llegara a ocurrir algo quiero estar preparado.
—?Estupendo!
Kinsman movio sus manos para aplaudir, pero los movimientos automaticos de los motores estaban levemente mal sincronizados, y sus palmas se golpearon ligeramente descentradas produciendo un ruido seco en lugar del habitual aplauso. Se ubico en su silla y dijo:
—Y mientras esperamos, controla los horarios del avion cohete. ?La hora de partida sigue siendo las diez?
Harriman dijo:
—Llame a Kennedy hace quince minutos. Estaran listos para llevarnos a las diez.
—Se perdera las celebraciones de fin de ano —dijo Marrett.
—?Aqui? Mirar la fiesta por television no coincide con mi idea de lo que es divertirse, aun cuando sea en un equipo tridimensional —dijo Kinsman—. Prefiero estar en viaje a casa.
—Llegaremos a Alfa mas o menos una hora despues que los inmigrantes —dijo Harriman—. Ya tendremos bastante fiesta con ellos.
Constituian un extrano cuarteto: Marrett abria la marcha, una figura alta, con el vientre liso de un atleta envejecido, los ojos duros y masticando un cigarro apagado; Harriman caminaba junto a la silla de ruedas de Kinsman, regordete y redondo como un querubin de edad madura; el mismo Kinsman con su esqueleto de otro mundo —todo metal y motores—, y la cara cubierta por una verde mascara de oxigeno; y por fin Landau, alto y taciturno: una triste y barbada imagen que caminaba detras de la silla esperando una tragedia.
No habia habido un embotellamiento del trafico en la ciudad de Nueva York desde hacia anos. La mayor parte de la gente que entraba y salia de Manhattan todos los dias era transportada en autobuses y trenes del gobierno, y los coches privados habian desaparecido casi completamente. Pero en esta noche en particular, todo el mundo se lanzaba hacia Manhattan.
Los autobuses estaban totalmente llenos, como asi tambien los trenes. Se veian extravagantes coches a