Kinsman le sonrio. La antigua fascinacion por la Luna.

—Lo necesito para poder moverme. ?Ves? —Levanto un brazo, y los ninos dieron un paso hacia atras al oir el ruido de los motores—. Mis musculos estan acostumbrados a la gravedad de la Luna , que es mucho menor que la gravedad de aqui. Estoy muy debil como para moverme solo. Ustedes son mucho mas fuertes que yo, estoy seguro.

Eso le dio coraje a uno de ellos, el nino negro.

—Mi padre dice que usted es un traidor. Que se ha portado mal con los Estados Unidos —dijo.

—Lamento que piense de ese modo —respondio Kinsman—. El pueblo de la Luna quiere ser libre. No queremos danar a los Estados Unidos, ni a nadie. Queremos simplemente ser libres.

—Cando sea grande —pregunto el muchacho portorriqueno—, ?podre ir a la Luna ?

—Seguro. Y podras vivir alla si quieres.

—?Tendre que usar esas cosas? —senalo el esqueleto.

—No —dijo Kinsman, riendo—. Esto es solo para los ancianos debiles como yo. Y en la Luna …, ni siquiera yo lo necesito.

Le hicieron otras preguntas, y luego la maestra comenzo a empujarlos hacia afuera.

—?Y las ninas tambien podemos ir a la Luna ? —pregunto la muchacha.

—Si, por supuesto.

—Ahora debemos irnos, ninos. El Senor Kinsman esta muy cansado. Es muy dificil para un hombre de la Luna vivir aqui en la Tierra. ?Huelen el aire? ?Hasta el aire es diferente!

—Yo no huelo nada.

—Eso es precisamente lo que quiero decir —explico la maestra.

Ya estaban todos en el vestibulo y la puerta se estaba cerrando cuando uno de los ninos grito:

—?Maldito traidor! ?Ya te pescaremos!

—?George! —lo rino la maestra—. Que lenguaje es ese. ?Y gritando en el vestibulo!

Gritalo desde los techos, muchacho, penso Kinsman. Se un autentico patriota.

Harriman cerro la puerta de un puntapie.

—George debe estar por ascender a mayor.

Landau se levanto de su silla y volvio al escritorio.

—Chet, debo examinarlo…

—?Mas sangre? Hugh, ordena algo para la cena, ?quieres? Frank, te quedaras con nosotros, ?verdad?

—Tendria que irme…

—Vamos —insistio Kinsman—. Te dejaremos en libertad mas tarde. Tenemos que estar en el aeropuerto para partir a las diez. Y puedes mirar el lanzamiento de los inmigrantes por television.

De modo vacilante Colt se levanto, y fue hasta los controles de la television. Con el mismo desgano Kinsman dirigio su silla hacia Landau, quien sostenia una hipodermica.

Todo el trafico habia sido organizado alrededor de la plaza del Times. Los policias en servicio —a caballo, en carros blindados, en helicopteros— llevaban equipo antimotines: cascos reforzados, visores plasticos, mascaras antigas, el armamento de combate de un infante. Miles de personas llegaban a la plaza, y mas aun se iban congregando en diversas partes de Manhattan. En unos cuarteles ubicados estrategicamente alrededor de la isla, el Ejercito tenia varias companias de hombres a bordo de transportes militares y tanques de combate ligeros.

Washington Square, Columbus Circle, la Amsterdam Avenue Mall se iban llenando de millares de personas. Las botellas, porrones y pildoras circulaban libremente, a pesar de que la policia patrullaba los bordes del gentio y volaba por sobre este con poderosos reflectores que se movian de un lado a otro. Pero la gente estaba contenta, riendose y celebrando. Enormes pantallas de television habian sido instaladas en las calles para mostrar el lanzamiento desde el Centro Espacial Kennedy.

Frank Colt fumaba un cigarrillo sentado en el sofa, y observaba los momentos finales de la cuenta regresiva. El avion cohete estaba apoyado sobre la cola, banado por el brillo de una docena de enormes reflectores. La torre de servicios habia sido ya retirada, y solo un hilo de vapor del tanque de oxigeno liquido indicaba que el aparato estaba ocupado y listo para ser lanzado.

El comentarista de la television decia:

—En uno de los mas generosos actos de buena voluntad internacional que se hayan visto en esta decada, los Estados Unidos permiten que cincuenta personas de distintas nacionalidades se embarquen en este historico viaje a la Luna , a pesar del hecho de que las instalaciones lunares continuan siendo legalmente territorio americano…

Landau estaba muy serio cuando guardo su equipo medico. Harriman estaba hablando por telefono, controlando nuevamente la preparacion de su propio avion cohete en el aeropuerto Kennedy.

Kinsman estaba sentado cansadamente en su silla especial. Los examenes medicos no solo lo deprimian: lo dejaban fisicamente exhausto.

La chicharra de la puerta sono. Era la cena que llegaba.

—?No otra vez!

El general Maksutov escucho durante cuatro minutos sin interrupcion junto al reloj digital que tenia sobre el escritorio metalico. Su cara se mostraba cada vez mas incredula y cenuda al mismo tiempo. Finalmente puso el telefono sobre la mesa. Sus ultimas palabras habian sido: “Si, senor. ?Inmediatamente!”

—Dimitri —dijo a su ayudante, que estaba sentado frente a el con una copa de champana en la mano—, era un llamado del cuartel general. Debemos prepararnos para tres lanzamientos tripulados inmediatamente. —Dimitri dejo caer la copa de champana—. El Servicio de Inteligencia asegura que los americanos estan en camino de recapturar sus estaciones espaciales. Si no recuperamos las nuestras de manos de los contrarrevolucionarios, los americanos se las quedaran en cuestion de horas.

—Pero… ?tres lanzamientos tripulados? ?Ahora mismo?

El general Maksutov asintio amargamente con la cabeza.

—Despierta a los hombres. Tripulacion completa, con equipo completo. Llamare a Andrei y le dare las buenas noticias. Hay que alertar tambien a los equipos de tierra; encarguese de eso.

El ayudante asintio sin decir palabra y se levanto con esfuerzo de la silla. Distraidamente advirtio que la copa no se habia roto. La recogio del suelo alfombrado y la coloco sobre el escritorio.

—Haga que la enfermeria distribuya pildoras para no dormir. Y sera mejor que usted se tome algunas.

—Si, senor…

—Feliz Ano Nuevo, camarada —dijo amargamente el general—. Y feliz nuevo milenio.

Dimitri sacudio la cabeza.

—Se parece demasiado al viejo.

—Asi es, ?verdad? Excepto que alla en el siglo veinte no teniamos la obligacion de matar a nuestros propios compatriotas. Ni usted ni yo.

El lanzamiento pudo verse en las gigantescas pantallas de television instaladas en Times Square y otros lugares donde se habia ido reuniendo la muchedumbre; todos observaban. Era un mar humano que murmuraba, mientras se sucedian los ultimos segundos de la cuenta regresiva y el brillante avion cohete, banado por la luz de los reflectores, esperaba dibujando su silueta contra el apacible cielo de la noche de la Florida. Esperaba , esperaba…

—Tres… dos… uno… ?Ignicion!

Por un instante nada ocurrio. Luego una chispa color naranja aparecio debajo de la cola del avion cohete, y se convirtio en un enorme brillo amarillo fuerte que hizo empalidecer los poderosos reflectores.

La multitud lanzo murmullos de admiracion.

El avion cohete se separo del suelo, y el candente brillo se extendio cada vez mas. Fue reflejado por las brumas bajas que surgian del cercano mar, y todo el cielo tomo el color del cobre recalentado. Las estrellas desaparecieron. Una luz cobriza anaranjada que parecia la del dia se extendio sobre el llano cabo de la Florida. Los edificios, las palmeras y los vehiculos que habian estado perdidos en la oscuridad de la noche eran ahora perfectamente visibles, y el ruido, el trueno que corria resonando como si fuera el aullido de un millon de demonios impresiono a la muchedumbre con fuerza palpable.

La gente balbuceaba su temor respetuoso. Y el comentarista de la television continuaba hablando:

—El despegue ha sido perfecto, perfecto… La nave toma con decision y precision su rumbo, con el primer

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