—Algunas personas consideran que su deber es mas elastico. O… ?estaba usted enamorada de el?

—?De Dubauer? ?Cielos, no! No soy una cazadora de bebes. Pero era un buen chico. Y me gustaria devolverselo a su familia.

—?Tiene usted familia?

—Claro. Mi madre y mi hermano, alla en la Colonia Beta. Mi padre tambien se dedicaba a la Exploracion.

—?Fue uno de esos de los que nunca volvieron?

—No, murio en un accidente con una lanzadera, a unos diez kilometros de casa. Habia estado en casa de permiso, y regresaba.

—Mis condolencias.

—Oh, eso fue hace muchisimos anos.

Se pone un poco personal, ?no?, penso ella. Pero era mejor que intentar esquivar un interrogatorio militar. Cordelia espero fervientemente que el tema, digamos, del ultimo equipamiento betano no saliera a colacion.

—?Y usted? ?Tiene familia?

De repente, a ella se le ocurrio que la frase era tambien una forma amable de preguntar: «?Esta casado?»

—Mi padre vive. Es el conde Vorkosigan. Mi madre era medio betana, ?sabe? —pregunto el, vacilante.

Cordelia decidio que si Vorkosigan, lleno de frialdad militar, era formidable, Vorkosigan intentando parecer amable era verdaderamente aterrador. Pero la curiosidad supero la urgencia por interrumpir la conversacion.

—Eso es poco habitual. ?Como sucedio?

—Mi abuelo materno fue el principe Xav Vorbarra, el diplomatico. Fue embajador en la Colonia Beta durante un tiempo, en su juventud, antes de la Primera Guerra Cetagandiana. Creo que mi abuela estaba en su Oficina de Comercio Interestelar.

—?La conocio usted bien?

—Despues de que mi madre… muriera, y la Guerra Civil de Yuri Vorbarra terminara, pasaba a veces las vacaciones escolares en la casa del principe en la capital. No se llevaba bien con mi padre, antes y despues de la guerra, porque eran de distintos partidos politicos. Xav era el jefe de los liberales, y por supuesto mi padre era, es, parte del ultimo reducto de la antigua aristocracia militar.

—?Fue feliz su abuela en Barrayar? —Cordelia calculo los dias escolares de Vorkosigan en unos treinta anos atras.

—No creo que llegara a ajustarse por completo a nuestra sociedad. Y, naturalmente, la Guerra de Yuri… —Se callo, y luego empezo de nuevo—. Los extranjeros, los betanos en particular, tienen esa extrana vision de Barrayar como si fuera una especie de monolito, pero somos una sociedad fundamentalmente dividida. Mi Gobierno siempre esta combatiendo esas tendencias centrifugas.

Vorkosigan se inclino hacia delante y lanzo otro trozo de madera al fuego. Las chispas revolotearon como una bandada de pequenas estrellas anaranjadas que saltaran al cielo. Cordelia sintio un fuerte anhelo de volar con ellas.

—?A que partido pertenece usted? —pregunto, esperando llevar la conversacion a un plano que resultara menos enervante en lo personal—. ?Al de su padre?

—Mientras el viva. Siempre quise ser soldado y evitar todos los partidos. Tengo aversion a la politica; ha sido la muerte de mi familia. Pero ya es hora de que alguien se encargue de esos malditos burocratas y de sus espias. Se imaginan que son la avanzadilla del futuro, pero solo son detritos que caen cuesta abajo por la pendiente.

—Si expresa esas opiniones con tanto ardor en casa, no me extrana que se la tengan jurada. —Ella atizo el fuego con un palo, liberando mas chispas para su viaje.

Dubauer, sedado por el analgesico, se quedo dormido rapidamente, pero Cordelia permanecio despierta largo rato, repasando mentalmente la perturbadora conversacion. Pero, al fin y al cabo, ?que le importaba si a este barrayares le gustaba darse cabezazos contra los demas? No habia motivos para implicarse. Ninguno. Seguro que no. Aunque la hechura de sus fuertes manos cuadradas fuera un sueno de poder en forma de…

Desperto en mitad de la noche con un sobresalto. Pero solo era el fuego restallando cuando Vorkosigan anadio una inusitada cantidad de lena. Ella se sento, y el se le acerco.

—Me alegro de que este despierta. La necesito. —Le coloco en la mano el cuchillo de combate—. Ese cadaver parece estar atrayendo algo. Voy a lanzarlo al rio. ?Quiere sujetar la antorcha?

—Claro.

Ella se desperezo, se levanto y selecciono una rama adecuada. Lo siguio hasta el arroyo, frotandose los ojos. Las fluctuantes luces anaranjadas provocaban saltarinas sombras negras con las que era casi mas dificil ver que con la simple luz de las estrellas. Cuando llegaron al borde del agua Cordelia vio movimiento por el rabillo del ojo, y oyo un roce entre las rocas y un siseo familiar.

—Oh-oh. Hay un grupo de carroneros corriente arriba, a la izquierda.

—En efecto.

Vorkosigan lanzo los restos de la cena en mitad del rio, donde se desvanecieron con un borboteo sordo. Hubo un sonido de chapuzon, fuerte, no un eco.

?Aja! penso Cordelia, tambien te he visto dar un respingo, barrayares. Pero fuera lo que fuese lo que habia saltado al agua no salio a la superficie, y sus ondas se perdieron en la corriente. Oyeron algunos siseos mas y un alarido aterrador, corriente abajo. Vorkosigan desenfundo el aturdidor.

—Hay una camada entera ahi delante —comento Cordelia, nerviosa. Unieron espalda con espalda, tratando de penetrar la negrura. Vorkosigan se apoyo el aturdidor en una muneca y lanzo un disparo tras apuntar cuidadosamente. Hubo un zumbido, y una de las oscuras formas se desplomo en el suelo. Sus camaradas lo olisquearon con curiosidad y siguieron acercandose.

—Me gustaria que su pistola tuviera mas de un disparo.

El apunto de nuevo y abatio dos mas, sin ningun efecto sobre el resto. Se aclaro la garganta.

—?Sabe? Su aturdidor casi no tiene carga.

—?No hay suficiente para eliminar al resto, entonces?

—No.

Uno de los carroneros, mas atrevido que el resto, se abalanzo hacia delante. Vorkosigan lo recibio con un grito y avanzando a su vez. La bestia se retiro temporalmente. Los carroneros que ocupaban las llanuras eran ligeramente mas grandes que sus primos de las montanas, e incluso mas feos, si eso era posible. Obviamente, tambien viajaban en grupos mayores. El circulo de bestias se tenso cuando ellos intentaron retirarse hacia el borde del valle.

—Oh, demonios —dijo Vorkosigan—. Lo que faltaba.

Una docena de silenciosos y espectrales globos flotaba en las alturas.

—Que forma tan asquerosa de morir. Bueno, llevemonos por delante tantos como sea posible.

La miro, parecio a punto de decir algo mas, pero luego sacudio la cabeza y se dispuso a correr.

Cordelia, con el corazon desbocado, contemplo los radiales que descendian, y entonces tuvo una idea luminosa.

—Oh, no —jadeo—. No es el ultimo cartucho. Es la caballeria al rescate. Venid, pequenines —llamo—. Venid con mama.

—?Se ha vuelto loca? —pregunto Vorkosigan.

—?Queria una explosion? Yo le dare una explosion. ?Que cree que mantiene a esas cosas en el aire?

—No lo habia pensado. Pero naturalmente tiene que ser…

—?Hidrogeno! Le apuesto lo que quiera a que si analizaramos esos pequenos conjuntos quimicos descubrimos agua electrolizada. ?Se ha fijado en que siempre estan cerca de rios y arroyos? Ojala tuviera unos guantes.

—Permitame.

La sonrisa de Vorkosigan brillo en la oscuridad veteada de fuego. Salto, agarro un radial en el aire, tomandolo por los tentaculos marrones, y lo lanzo al suelo ante los carroneros que se acercaban. Cordelia, empunando la antorcha como si fuera el florete de un espadachin, estiro la mano hacia delante. Las chispas

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