blanco de sus ojos y sus dientes.

—Sus costumbres me parecen tan libres, tan tranquilas… Tan inocentes como la luz del sol. Ninguna pena, ningun dolor, ningun error irrevocable. Ningun nino convertido en criminal por puro miedo. Ningun celo estupido. Ningun honor perdido.

—Eso es una ilusion. Si que se puede perder el honor. Solo que no es algo que pase de noche a la manana. Puede tardar anos perderse, poco a poco. —Hizo una pausa en la amistosa oscuridad—. Conoci a una mujer… una buena amiga mia. En Exploracion. Era bastante… inepta socialmente. Todo el mundo parecia encontrar su Pareja, y cuanto mayor se hacia, mas panico sentia de quedarse colgada. Pateticamente ansiosa.

»Finalmente se enamoro de un hombre con un sorprendente talento para convertir el oro en plomo. Ella no podia usar en su presencia una palabra como amor, o confianza, u honor, sin provocar sus burlas. La pornografia estaba permitida; la poesia, nunca.

»Daba la casualidad de que tenian el mismo rango cuando el cargo de capitan de su nave quedo libre. Ella se habia partido los cuernos por ese mando, esforzandose al maximo… bueno, estoy segura de que ya sabe como es. Hay pocos puestos de mando y todo el mundo quiere uno. Su amante la persuadio, en parte con promesas que mas tarde resultaron mentiras (tener hijos) de que le dejara el campo libre, y el obtuvo el puesto. Un gran estratega. Todo termino poco despues. En malos terminos.

»Despues de eso ella ya no tuvo estomago para otro amante. Asi que ya ve, creo que ustedes los barrayareses no andan tan descaminados despues de todo. Los ineptos necesitan reglas, por su propia proteccion.

La cascada continuo susurrando en medio del silencio.

—Yo… conoci a un hombre —dijo el—. Se caso, a los veinte anos, con una chica de alto rango que tenia dieciocho. Un matrimonio pactado, por supuesto, pero el estaba contento con eso.

»Estaba fuera casi todo el tiempo, de servicio. Ella descubrio que era libre, rica y que estaba sola en la capital rodeada de gente… no viciosa en si, pero mayor que ella. Ricos parasitos, sus parasitos, abusadores. Le doraron la pildora y se le subio a la cabeza. Creo que no al corazon. Se echo amantes, como hacian todos a su alrededor. Pensandolo bien, creo que no sentia hacia ellos otra emocion que la vanidad y el orgullo de la conquista, pero en ese momento… El se habia construido una falsa imagen de ella, y ver que de pronto se venia abajo… El muchacho tenia muy mal caracter. Era su maldicion particular. Decidio retar a duelo a los amantes.

»Ella tenia a dos pretendientes, o era al reves. No estoy seguro. A el no le importaba quien sobreviviera, ni si lo arrestaban. Creyo que estaba deshonrado, ?sabe? Consiguio que se reunieran con el en un lugar desierto, con media hora de diferencia.

Hizo una pausa durante largo rato. Cordelia espero, sin apenas respirar, insegura de si debia animarlo a continuar o no. El continuo al cabo de un rato, pero su voz se volvio atona y hablo atropelladamente.

—El primero era otro joven aristocrata testarudo como el mismo, y jugo segun las reglas. Conocia el uso de las dos espadas, lucho con estilo y estuvo a punto de matarm… de matar a mi amigo. Lo ultimo que dijo fue que siempre habia querido morir a manos de un marido celoso, pero a los ochenta anos.

A estas alturas, el pequeno gazapo no resulto ninguna sorpresa para Cordelia, y se pregunto si su propia historia habia sido tan transparente para el. Desde luego, lo parecia.

—El segundo era un alto ministro del Gobierno, un hombre mayor. No quiso pelear, aunque lo derribo y lo hizo levantarse varias veces. Despues… despues del otro, que habia muerto con un chiste en los labios, apenas pudo soportarlo. Finalmente lo mato en medio de sus suplicas, y lo dejo alli.

»Se paso por el apartamento de su esposa, para decirle lo que habia hecho, y regreso a su nave para esperar su arresto. Todo esto sucedio en una sola tarde. Ella se enfurecio, llena de orgullo herido; se habria batido con el, de haber podido… y se suicido. Se disparo en la cabeza, con su arco de plasma de servicio. No era lo tipico en una mujer. Veneno, o cortarse las venas, o algo parecido, si. Pero ella era una autentica Vor. La cara le volo por completo. Tenia el rostro mas bello que se pueda imaginar…

»Las cosas resultaron muy extranas. Se asumio que los dos amantes se habian matado entre si (juro que el nunca lo planeo de esa forma), y que ella se habia suicidado en consecuencia. Jamas nadie le pregunto a el.

Su voz se hizo mas lenta, mas intensa.

—El vivio toda aquella noche como un sonambulo, como un actor, diciendo las frases esperadas, realizando los movimientos esperados, y al final su honor no se sintio mejor. No se habia logrado nada, no se habia demostrado ningun argumento. Todo fue tan falso como los romances de ella, excepto por las muertes. Esas fueron reales. —Hizo una pausa—. Asi que ya ve, ustedes los betanos tienen una ventaja. Al menos se permiten aprender de sus errores.

—Yo… lo siento por su amigo. ?Fue hace mucho tiempo?

—A veces lo parece. Hace mas de veinte anos. Dicen que las personas seniles recuerdan cosas de su juventud con mas claridad que las de la semana pasada. Tal vez se esta volviendo senil.

—Ya veo.

Ella considero la historia como una especie de extrano regalo con puas, demasiado fragil para dejarlo caer, demasiado doloroso para sujetarlo. El se tendio, silencioso de nuevo, y ella volvio a recorrer el claro, escuchando en el borde del bosquecillo un silencio tan profundo que el rugir de la sangre en sus oidos parecia ahogarlo todo. Cuando completo la ronda, Vorkosigan estaba dormido, inquieto y agitandose de fiebre. Cordelia tomo una de las mantas medio quemadas de Dubauer y lo tapo con ella.

4

Vorkosigan desperto unas tres horas antes del amanecer e hizo que ella se acostara para aranar unas cuantas horas de sueno. Cordelia volvio a despertar con la luz gris que precede al amanecer. Era evidente que el se habia banado en el arroyo y habia usado el paquetito depilatorio de una sola aplicacion que guardaba en el cinturon para eliminar de su rostro la barba de cuatro dias.

—Necesito ayuda con esta pierna. Quiero abrirla y drenarla y volver a vendarla. Asi aguantara hasta la tarde, y despues de eso no importara.

—Bien.

Vorkosigan se quito la bota y el calcetin, y Cordelia le hizo sujetar la pierna bajo una raiz, al borde de la cascada. Lavo el cuchillo de combate, y luego abrio la hinchada herida con un tajo profundo y rapido. Los labios de Vorkosigan empalidecieron, pero no dijo nada. Fue Cordelia quien dio un respingo. Del corte mano sangre y pus y una sustancia viscosa y maloliente que el arroyo aclaro. Ella trato de no pensar en que nuevos microbios podrian estar introduciendo en el procedimiento. Solo necesitaban un paliativo temporal.

Rocio la herida con lo que quedaba del ineficaz antibiotico y gasto el tubo de vendaje plastico para cubrirla.

—Me siento mejor.

Pero Vorkosigan se tambaleo y estuvo a punto de caer cuando intento caminar con normalidad.

—Bien —murmuro—. Ha llegado el momento.

Ceremoniosamente, saco el ultimo analgesico y una pequena pildora azul de su botiquin de primeros auxilios, los trago y tiro el envoltorio vacio. De manera inconsciente, Cordelia lo recogio, descubrio que no tenia sitio donde ponerlo y, subrepticiamente, volvio a dejarlo caer.

—Estas cosas funcionan maravillosamente —le dijo el—, hasta que se agotan, y entonces te caes como una marioneta con las cuerdas cortadas. Ahora estare bien unas dieciseis horas.

En efecto, para cuando acabaron las raciones de campana y prepararon a Dubauer para la marcha del dia, el no solo parecia normal, sino fresco y descansado y lleno de energia, Ninguno hizo el menor comentario sobre la conversacion de la noche anterior.

El los condujo en un amplio arco alrededor de la base de la montana, de modo que a mediodia se acercaban al lado lleno de crateres desde el oeste.

Se abrieron camino a traves de bosques y claros hasta un promontorio situado frente al gran monticulo que era todo lo que quedaba de la parte inferior de la montana de los dias anteriores al cataclismo volcanico. Vorkosigan se arrastro hacia un promontorio sin arboles, cuidando de no dejarse ver entre las altas hierbas.

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