—Si, senor. —Koudelka asintio, aceptando esta limitada garantia de la seguridad de un hombre al que Cordelia supuso un amigo.

—?Empieza a comprender por que dije que las estadisticas sobre la guerra civil ocultan la principal realidad? —dijo Vorkosigan.

—Si, senor. —Koudelka lo miro directamente a los ojos, y Vorkosigan asintio, seguro de su hombre.

—Muy bien. Vengan conmigo los dos.

Se pusieron en marcha. Vorkosigan volvio a tomarla del brazo sin apenas cojear, ocultando perfectamente cuanto se apoyaba en ella. Siguieron otro sendero a traves del bosque, por terreno escabroso, y salieron a la vista de la puerta camuflada de las cavernas.

La cascada que caia junto a ella terminaba en una pequena laguna que acababa por convertirse en un arroyuelo que se perdia entre los arboles. Habia un extrano grupo junto a el. Al principio Cordelia no distinguio que estaban haciendo. Dos barrayareses montaban guardia al tiempo que otros dos permanecian arrodillados junto al agua. Mientras se acercaban, los dos que estaban arrodillados se levantaron, sosteniendo para que se pusiera en pie a una figura chorreante vestida de pardo, con las manos atadas a la espalda. El hombre tosio, esforzandose por respirar entre jadeos entrecortados.

—?Es Dubauer! —chillo Cordelia—. ?Que le estan haciendo?

Vorkosigan, que parecio saber al instante que le estaban haciendo, murmuro:

—Oh, mierda.

Y echo a correr como pudo.

—?Ese es mi prisionero! —rugio mientras se acercaban al grupo—. ?Quitadle las manos de encima!

Los barrayareses se pusieron firmes tan rapido que parecio un reflejo espinal. Dubauer, al ser liberado, cayo de rodillas, todavia intentando recuperar el aire con largos jadeos. Cordelia, mientras corria a atender a Dubauer, penso que nunca habia visto un grupo de hombres de aspecto mas aburrido. El pelo de Dubauer, la cara hinchada, la barba sin afeitar y el cuello de su camisa estaban empapados, los ojos enrojecidos, y continuaba tosiendo y jadeando. Horrorizada, ella finalmente advirtio que los barrayareses le habian estado torturando metiendole la cabeza bajo el agua.

—?Que es esto, teniente Buffa? —Vorkosigan dirigio al jefe del grupo una mirada terrible.

—?Crei que los betanos le habian matado, senor! —dijo Buffa.

—No lo hicieron —replico Vorkosigan, cortante—. ?Que le estan haciendo a este betano?

—Tafas lo capturo en el bosque, senor. Estabamos intentando interrogarlo para descubrir si habia mas betanos cerca… —Miro a Cordelia—. Pero se niega a hablar. No ha dicho ni una palabra. Y yo que pensaba que los betanos eran blandos.

Vorkosigan se froto la cara un instante, como rezando en busca de fuerzas.

—Buffa —dijo pacientemente—, este hombre fue alcanzado por un disruptor hace cinco dias. No puede hablar y, si pudiera, no sabria nada de todas formas.

—?Barbaros! —exclamo Cordelia, arrodillada en el suelo. Dubauer la habia reconocido y se aferraba a ella —. ?Los de Barrayar no son mas que barbaros, villanos y asesinos!

—E idiotas. No se olvide de lo de idiotas. —Vorkosigan asesino a Buffa con la mirada. Un par de hombres tuvieron el detalle de parecer inquietos, ademas de incomodos. Vorkosigan dejo escapar un suspiro—. ?Esta bien?

—Eso parece —admitio ella, reacia—. Pero esta bastante aturdido.

Cordelia temblaba de furia.

—Comandante Naismith, le pido disculpas por el comportamiento de mis hombres —dijo Vorkosigan formalmente, y en voz alta, para que nadie pudiera confundirse y creer que su capitan se humillaba ante su prisionera por su causa.

—No se me vaya a cuadrar ahora —murmuro Cordelia furiosa, para que solo la oyera el. Al ver su expresion cenuda, ella se aplaco un poco y dijo, en voz mas alta—: Fue un error de interpretacion. —Miro al teniente Buffa, que intentaba que la tierra se tragara su considerable altura—. Un ciego se habria dado cuenta. Oh, demonios —anadio, porque el terror y la desazon de Dubauer estaban provocando otra convulsion. La mayoria de los barrayareses desviaron la mirada, con diversos grados de embarazo. Vorkosigan, que estaba ganando practica, se arrodillo para ayudarla. Cuando el ataque remitio, se levanto.

—Tafas, entregue sus armas a Koudelka —ordeno.

Tafas vacilo, miro alrededor y luego obedecio lentamente.

—No quise participar, senor —dijo a la desesperada—. Pero el teniente Radnov dijo que era demasiado tarde.

—Tendra una oportunidad de hablar mas adelante —le advirtio Vorkosigan.

—?Que ocurre, senor? —pregunto el asombrado Buffa—. ?Ha visto al comandante Gottyan, senor?

—Le he dado al comandante Gottyan… ordenes particulares. Buffa, ahora esta usted al mando de la partida de desembarco.

Vorkosigan repitio las ordenes de arresto de su corta lista, y envio un grupo para cumplir la mision.

—Alferez Koudelka, lleve a mis prisioneros a la cueva, y encarguese de que les den comida adecuada, y todo lo que la comandante Naismith requiera. Luego asegurese de que la lanzadera esta preparada para despegar. Regresaremos a la nave en cuanto los… los otros prisioneros hayan sido capturados.

Evito la palabra «amotinados», como si fuera demasiado fuerte, una blasfemia.

—?Adonde va usted? —pregunto Cordelia.

—Voy a tener una conversacion con el comandante Gottyan. A solas.

—Mm. Bueno, no me haga lamentar mi propio consejo. —Lo cual era lo mas cercano a «tenga cuidado» que podia decir en aquel momento.

Vorkosigan reconocio sus intenciones con un gesto, y se volvio hacia el bosque. Ahora cojeaba de manera mas ostensible.

Cordelia ayudo a Dubauer a ponerse en pie, y Koudelka los condujo a la boca de la cueva. El joven parecia tanto el complementario del propio Dubauer que a ella le resultaba dificil mantener su hostilidad.

—?Que le pasa al viejo en la pierna? —le pregunto Koudelka, mirando por encima del hombro.

—Tiene un aranazo infectado —respondio ella, quitandole importancia al hecho y tratando de apoyar la evidente politica de Vorkosigan de poner buena cara ante su tripulacion, tan poco de fiar—. Deberia recibir atencion medica especializada en cuando puedan hacer que frene el ritmo.

—Asi es el viejo. Nunca he visto a nadie de esa edad que tenga tanta energia.

—?Esa edad? —Cordelia alzo una ceja.

—Bueno, claro que a usted no le parecera tan viejo —concedio Koudelka, y parecio sorprendido cuando ella se echo a reir—. No queria decir energia exactamente.

—?Que tal, potencia? —sugirio ella, curiosamente alegre de que Vorkosigan tuviera al menos un admirador—. Energia aplicada al trabajo.

—Eso esta muy bien —aplaudio el, gratificado. Cordelia decidio no mencionar tampoco la pildora azul.

—Parece una persona interesante —dijo, deseando obtener otro punto de vista de Vorkosigan—. ?Como se metio en este lio?

—?Se refiere a Radnov?

Ella asintio.

—Bueno, no es que quiera criticar al viejo, pero… no conozco a nadie mas que le haya dicho a un oficial politico cuando subio a bordo que se mantuviera apartado de su vista si queria vivir hasta el final del viaje. —Koudelka bajo la voz expresando su asombro.

Cordelia, al girar por segunda vez en las entranas de la cueva, se puso en guardia al ver lo que la rodeaba. Que peculiar, penso. Vorkosigan me engano. El dedalo de cavernas era en parte natural, pero sobre todo tallado en la roca con arcos de plasma, fresco, humedo y tenuemente iluminado. Los enormes espacios estaban repletos de suministros. No era un escondrijo: era un deposito capaz de abastecer a toda una flota. Silbo para sus adentros, mirando en derredor, subitamente despierta a toda una nueva gama de desagradables posibilidades.

En un rincon de las cavernas habia un refugio de campana estandar, una capsula semicircular cubierta con

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