tan dolorosamente habian atravesado a pie se perdia de vista en tantos minutos como dias habian tardado ellos en recorrerla. Surcaron la gran montana donde se pudria el pobre Rosemont, lo bastante cerca para ver los picos nevados y los glaciares brillando anaranjados al sol poniente. Cruzaron la linea que separaba el dia de la noche, el horizonte se perdio y se internaron en el perpetuo dia del espacio.

Cuando se aproximaron a la orbita de la General Vorkraft Vorkosigan volvio a dejarla para ir a proa a supervisar. Parecia estar apartandose de ella, absorto de nuevo en la matriz de hombres y deber de la que habia sido arrancado. Bueno, sin duda tendrian algunos momentos de tranquilidad juntos en los meses por venir. Bastantes meses, por lo que habia dicho Gottyan. Finge que eres antropologa, se dijo Cordelia, estudiando a los salvajes barrayareses. Consideralo unas vacaciones: de todas formas, querias tomarte unas vacaciones largas despues de este viaje de exploracion, ?no? Bueno, pues ya las tienes. Sus dedos soltaban hilos del tapizado del asiento, y se obligo a estarse quieta frunciendo ligeramente el ceno.

Atracaron limpiamente, y el grupo de fornidos soldados se levanto, recogio su equipo y salio. Koudelka aparecio a su lado y le comunico que le habian nombrado su guia. Su guardian, mas bien. O su ninera: ella no parecia muy peligrosa en aquel momento. Recogio a Dubauer y lo siguio a la nave de Vorkosigan.

Olia de manera distinta a su nave de exploracion. Era mas fria, llena de metal pelado y sin pintar, y habian sacrificado la comodidad y la decoracion hasta el punto de que costaba diferenciar una sala de estar de un armario trastero. Su primer destino fue la enfermeria, para dejar alli a Dubauer.

Era una serie de habitaciones limpias y austeras, mucho mas grandes en proporcion que las de su nave de exploracion, preparadas para atender a mucha gente. Ahora estaba casi desierta, a excepcion del cirujano jefe y un par de soldados que mataban las horas de servicio haciendo inventario, y de un soldado solitario con un brazo roto que se aburria. El doctor examino a Dubauer. Cordelia sospecho que era mas experto en heridas de disruptor que su propio cirujano. Tras examinar al alferez, lo entrego a los soldados para que lo lavaran y lo acostaran.

—Va a tener otro cliente dentro de poco —le dijo Cordelia al cirujano, que era uno de los cuatro hombres de Vorkosigan que tenian mas de cuarenta anos—. Su capitan tiene una infeccion bastante fea en la espinilla. Se ha extendido a su sistema. Ademas, no se que tienen esas pildoritas azules que llevan en sus cinturones, pero por lo que el dijo, la que se tomo esta manana debe de estar a punto de agotarse ya.

—Ese maldito veneno —rezongo el medico—. Claro que es efectivo, pero podrian encontrar algo menos agotador. Por no mencionar el problema que tenemos de que se enganchen a esas capsulas.

Cordelia sospecho que esto ultimo era el quid de la cuestion. El doctor se puso a preparar el sintetizador antibiotico. Cordelia vio como llevaban a la cama al aturdido Dubauer, el principio de una serie de dias en el hospital que serian el preludio del resto de su vida. La fria duda de si le habia hecho un favor se anadiria para siempre a su inventario de pensamientos nocturnos. Lo atendio un rato, esperando con disimulo la llegada de su otro ex acompanante.

Vorkosigan llego por fin, acompanado (en realidad sostenido) por un par de oficiales que ella aun no conocia, y dando ordenes. Obviamente habia medido el tiempo con acierto, pues tenia un aspecto aterradoramente malo. Estaba blanco, sudoroso y tembloroso, y a Cordelia le parecio ver como serian las arrugas de su cara cuando tuviera setenta anos.

—?No se han encargado de usted todavia? —pregunto en cuanto la vio—. ?Donde esta Koudelka? Crei que le habia dicho… oh, esta ahi. Hay que llevarla al camarote del almirante. ?Lo dije ya? Y pasese por intendencia y que le den ropa nueva. Y de cenar. Y una nueva carga para su aturdidor.

—Estoy bien. ?No seria mejor que se acostara? —dijo Cordelia ansiosamente.

Vorkosigan, todavia de pie, vagaba en circulos como un muneco de cuerda con el muelle roto.

—Vayan a sacar de alli a Bothari —murmuro—. A estas horas estara alucinando.

—Acaba de hacerlo usted ya, senor —le recordo uno de los oficiales.

El cirujano lo miro a los ojos e hizo un significativo gesto con la cabeza hacia la mesa de reconocimiento. Juntos interceptaron a Vorkosigan en su orbita, lo impulsaron casi a la fuerza hacia ella y lo obligaron a tenderse.

—Son esas malditas pildoras —le explico el cirujano a Cordelia, apiadandose de su expresion alarmada—. Estara bien por la manana, a excepcion de la sensacion de letargo y un dolor de cabeza infernal.

El cirujano volvio a su tarea, cortar el estrecho pantalon y retirarlo de la pierna hinchada. Maldijo entre dientes al ver lo que habia debajo. Koudelka miro por encima del hombro del medico, y se volvio hacia Cordelia con una sonrisa forzada en el rostro verde.

Cordelia asintio y, reacia, se retiro, dejando a Vorkosigan en manos de los profesionales. Koudelka, que al parecer disfrutaba de su papel como correo, aunque esto habia causado que se perdiera el espectaculo del regreso de su capitan a bordo, la condujo hasta intendencia para que consiguiera ropa, desaparecio con el aturdidor de ella y, diligente, regreso con el arma cargada a tope. Parecia ir contra las normas.

—No hay mucho que pueda hacer con el aturdidor de todas formas —dijo ella, viendo su expresion vacilante.

—No, no, el viejo dijo que lo tuviera usted. No voy a discutir con el por los prisioneros. Es un tema que le afecta.

—Eso tengo entendido. He de senalar, por si le ayuda en algo, que nuestros dos gobiernos no estan en guerra que yo sepa, y que estoy siendo retenida de manera ilegal.

Koudelka reflexiono sobre este intento de reajustar su punto de vista, y luego decidio ignorarlo. La condujo a sus nuevas habitaciones y se hizo cargo de sus cosas.

5

Cuando salio de su camarote a la manana siguiente, Cordelia encontro a un guardia apostado en la puerta. Ella le llegaba a los hombros, anchos, y su rostro le recordo a un borzoi demasiado crecido, estrecho, con nariz aguilena y los ojos demasiado juntos. Advirtio de inmediato donde lo habia visto antes, de lejos en el bosque, y sintio un momento de miedo residual.

—?Sargento Bothari? —aventuro.

El la saludo, el primer barrayares que lo hacia.

—Senora —dijo, y guardo silencio.

—Quiero ir a la enfermeria —dijo ella, insegura.

—Si, senora. —Su voz era grave, de cadencia monotona. Ejecuto un giro perfecto y la guio. Suponiendo que habia relevado a Koudelka como su guia y cuidador, ella lo siguio. No estaba preparada para intentar conversar de nimiedades con el, asi que no le hizo ninguna pregunta por el camino. El solo le ofrecio silencio. Al observarlo, se le ocurrio que un guardia en su puerta podia ser tanto para impedir que entraran como para que saliera ella misma. El aturdidor parecio de pronto mas pesado en su cadera.

En la enfermeria encontro a Dubauer, sentado y vestido con un uniforme negro sin insignias, igual que el que le habian suministrado a ella. Le habian cortado el pelo y lo habian afeitado. Desde luego no habia ninguna queja sobre los cuidados fisicos que estaba recibiendo. Ella le hablo durante un rato, hasta que su propia voz empezo a sonarle tonta. El la miraba, pero no mostraba ninguna otra reaccion.

Diviso a Vorkosigan en una sala privada apartada del pabellon principal, y el le indico que entrara. Iba vestido con un sencillo pijama verde de diseno estandar, y estaba sentado en la cama dando golpes con un lapiz optico a una interfaz informatica abierta ante si. Curiosamente, aunque iba vestido casi al estilo civil, sin botas y sin armas, la impresion que de el tenia no vario. Parecia un hombre que podia ir por la vida completamente desnudo y hacer que los que lo rodeaban se sintieran vestidos en exceso. Ella sonrio con esta imagen mental y lo saludo con el esbozo de un gesto. Uno de los oficiales que la habia escoltado a la enfermeria la noche anterior estaba de pie junto a la mesa.

—Comandante Naismith, este es el teniente coronel Vorkalloner, mi segundo oficial. Disculpeme un momento: los capitanes vienen y van, pero las administraciones viven eternamente.

—Amen.

Vorkalloner era el tipico soldado barrayares profesional; parecia sacado de un cartel de reclutamiento. Sin

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