una tela parecida a las tiendas de los betanos. Lo habian convertido en cocina de campana y comedor, rudo y pelado. Un guardia solitario estaba limpiando despues del almuerzo.
—?El viejo acaba de aparecer, vivito y coleando! —le saludo Koudelka.
—?Vaya! Crei que los betanos le habian cortado la garganta —dijo el guardia, sorprendido—. Y mira que hicimos una cena buena para el funeral.
—Estos dos son los prisioneros personales del viejo. —Koudelka los presento al cocinero, aunque Cordelia sospechaba que era mas soldado de asalto que chef de
—Todo el mundo me critica —murmuro el guardia-cocinero, mientras Koudelka se marchaba para cumplir sus otras tareas—. ?Que va a tomar?
—Lo que sea. Cualquier cosa menos gachas de avena y queso azul —se corrigio ella rapidamente.
El guardia desaparecio en la habitacion trasera y regreso unos minutos mas tarde con dos humeantes cuencos de una sustancia parecida a un guiso y pan de verdad rociado con autentico aceite vegetal. Cordelia lo ataco con hambre de lobo.
—?Como esta? —pregunto el guardia sin interes, encogido de hombros.
—
—?De verdad? —El hombre se enderezo—. ?Le gusta de verdad?
—De verdad.
Ella se detuvo para darle unas cuantas cucharadas al aturdido Dubauer.
El sabor de la comida caliente se abrio paso a traves de su modorra, y el alferez mastico con algo parecido al entusiasmo de Cordelia.
—Traiga… ?puedo ayudarla a darle de comer? —se ofrecio el guardia.
Cordelia le sonrio calidamente.
—Desde luego.
En menos de una hora ella se entero de que el guardia se llamaba Nilesa, de casi toda la historia de su vida, y recibio la completa, aunque limitada, gama de exquisiteces que una cocina de campana barrayaresa podia ofrecer. El guardia tenia evidentemente tantos deseos de ser halagado como sus companeros de comer como en casa, pues siguio devanandose los sesos para ofrecerle pequenos detalles y servicios.
Vorkosigan entro solo y se sento cansinamente junto a Cordelia.
—Bienvenido, senor —le saludo el guardia—. Creiamos que los betanos lo habian matado.
—Si, lo se. —Vorkosigan descarto esta bienvenida que ya empezaba a hacerse familiar—. ?Hay algo de comer?
—?Que quiere, senor?
—Cualquier cosa menos gachas de avena.
Tambien a el le sirvieron el guiso y el pan, que comio sin el apetito de Cordelia, pues la fiebre y el estimulante se combinaban para apagarlo.
—?Como han ido las cosas con el comandante Gottyan? —le pregunto Cordelia en voz baja.
—No mal del todo. Ha vuelto al trabajo.
—?Como lo ha conseguido?
—Lo desate y le entregue mi arco de plasma. Le dije que no podia trabajar con un hombre que hacia que se me erizaran los pelos de la nuca, y que esta era la ultima oportunidad que iba a darle para ascender instantaneamente. Luego me sente dandole la espalda. Me quede alli sentado durante al menos diez minutos. No dijimos una palabra. Luego el me devolvio el arco y regresamos al campamento.
—Me preguntaba si algo asi podria funcionar. Aunque no estoy segura de que hubiera podido hacerlo, si fuera usted.
—Creo que yo tampoco hubiera podido hacerlo si no hubiera estado tan agotado. Me apetecia sentarme. —Su tono se animo ligeramente—. En cuanto terminen de hacer los arrestos, despegaremos hacia la
—Maravillosa.
—No es lo que dice la mayoria de la gente.
—El soldado Nilesa ha sido muy amable y atento.
—?Estamos hablando del mismo hombre?
—Creo que necesita que aprecien un poco su trabajo. Podria usted intentarlo.
Vorkosigan, con los codos sobre la mesa, apoyo la barbilla sobre sus manos y sonrio.
—Lo tendre en cuenta de ahora en adelante.
Los dos permanecieron sentados en silencio ante la sencilla mesa de metal, cansados y haciendo la digestion. Vorkosigan se echo hacia atras en la silla, los ojos cerrados. Cordelia se apoyo sobre la mesa usando el brazo como almohada. Media hora despues, llego Koudelka.
—Tenemos a Sens, senor —informo—. Pero tuvimos… estamos teniendo algunos problemas con Radnov y Darobey. Se dieron cuenta, de algun modo, y escaparon hacia el bosque. He destacado a una patrulla para que los localice.
Vorkosigan parecio a punto de maldecir.
—Tendria que haber ido en persona —murmuro—. ?Tenian armas consigo?
—Ambos llevaban sus disruptores. Conseguimos sus arcos de plasma.
—Muy bien. No quiero malgastar mas tiempo aqui. Retire a la patrulla y selle todas las entradas a la caverna. Les vendra bien descubrir como es pasar unas cuantas noches a la intemperie. —Sus ojos chispearon al imaginarlo—. Podemos recogerlos mas tarde. No tienen ningun sitio adonde ir.
Cordelia empujo a Dubauer ante si y ambos entraron en la lanzadera, un pelado y bastante decrepito transporte de tropas. Lo hizo sentarse en un asiento libre. Con la llegada de la ultima patrulla la lanzadera parecia repleta de barrayareses, incluidos a los sometidos y silenciosos prisioneros, subordinados inutiles de los cabecillas huidos, atados espalda contra espalda. Todos parecian jovenes grandotes y musculosos. De hecho, Vorkosigan era el mas bajito que habia visto hasta ahora.
La miraban con curiosidad, y capto fragmentos de conversacion en dos o tres idiomas. No era dificil adivinar su contenido, y ella sonrio algo sombria. La juventud, parecia, estaba repleta de fantasias respecto a cuanta energia sexual podian tener dos personas que se pasaban caminando cuarenta o mas kilometros al dia, llenos de contusiones, aturdidos, enfermos, comiendo poco y durmiendo aun menos, alternando los cuidados a un hombre herido con evitar convertirse en la cena de todos los carnivoros cercanos… y con un plan para dar un golpe de mano como remate. Y ademas eran viejos, treinta y tres anos y cuarenta y tantos. Se rio para si, y cerro los ojos, ignorandolos.
Vorkosigan regreso del compartimento del piloto y se sento junto a ella.
—?Se encuentra bien?
Cordelia asintio.
—Si. Un poco abrumada por todo este rebano de chicarrones. Creo que los de Barrayar son los unicos que no emplean tripulaciones mixtas. ?Como es eso?
—En parte por tradicion, en parte por mantener un aspecto externo agresivo. No la habran estado molestando…
—No, divirtiendome solamente. Me pregunto si se dan cuenta de como se les utiliza.
—En absoluto. Creen que son los emperadores de la creacion.
—Pobres corderillos.
—Yo no los describiria asi.
—Estaba pensando en sacrificios animales.
—Ah. Eso se acerca mas a mi idea.
Los motores de la lanzadera empezaron a zumbar, y por fin despegaron. Trazaron un circulo sobre el crater de la montana y luego viraron hacia el este y ascendieron. Cordelia contemplo por la ventanilla como la tierra que