—?Algo va mal? —pregunto el, preocupado al instante.

—Oh, Bothari me golpeo con la rodilla, cuando le aplique el sedante. Pense que iban a oirnos. Me asuste de muerte.

—?Puedo echarle un vistazo?

Sus dedos recorrieron lentamente sus costillas. Solo en la imaginacion de Cordelia dejaron un rastro de luz de arco iris.

—Ay.

—Si. Tiene dos costillas rotas.

—Eso pensaba. Tengo suerte de que no fuera el cuello.

Cordelia se tendio, y el se las vendo con tiras de ropa, y luego se sento junto a ella en la cama.

—?Ha pensado alguna vez en mandarlo todo a paseo y marcharse a algun sitio donde nadie lo moleste? — pregunto Cordelia—. A la Tierra, por ejemplo.

El sonrio.

—A menudo. Incluso tuve la pequena fantasia de emigrar a la Colonia Beta y plantarme ante el umbral de su puerta. ?Tiene usted umbral en la puerta?

—No exactamente, pero continue.

—No puedo imaginar con que me ganaria alli la vida. Soy estratega, no tecnico ni navegante ni piloto, asi que no podria entrar en su flota mercante. Dificilmente me aceptarian en el Ejercito, y no me veo presentandome a ningun cargo politico.

Cordelia solto una risita.

—?No sorprenderia eso a Freddy el Firme?

—?Asi es como llama a su presidente?

—Yo no vote por el.

—El unico empleo que se me ocurre seria como maestro de artes marciales, como deporte. ?Se casaria usted con un instructor de judo, querida capitana? Pero no —suspiro—. Llevo Barrayar en la sangre. No puedo desprendermelo, no importa lo lejos que viaje. Esta lucha, Dios lo sabe, no tiene ningun honor. Pero el exilio, por ningun otro motivo que la tranquilidad… eso seria renunciar a toda esperanza de honor. La ultima derrota, sin ninguna semilla de victoria futura.

Ella penso en el letal cargamento que habia conseguido hacer llegar a Escobar. Comparadas con todas las vidas que colgaban en la balanza, la suya y la de Vorkosigan pesaban menos que una pluma. El no interpreto bien el pesar de su rostro, creyendo que era miedo.

—Ver su cara no es exactamente como despertar de una pesadilla. —El la acaricio suavemente, las yemas de los dedos en la curva de su barbilla, posando el pulgar un instante sobre sus labios, mas liviano que un beso—. Mas bien es saber, mientras aun sueno, que mas alla del sueno hay un mundo despierto. Pretendo unirme a usted en ese mundo algun dia. Ya lo vera. Ya lo vera. —Le apreto la mano y sonrio, tranquilizador.

En el suelo, Bothari se agito y gruno.

—Yo me encargo de el —dijo Vorkosigan—. Duerma un poco, mientras pueda.

9

El movimiento y las voces la despertaron. Vorkosigan se estaba levantando de su asiento e Illyan se encontraba de pie ante el, tenso como una cuerda de arco.

—?Vorhalas y el principe! —decia—. ?Aqui! ?Ahora!

—Hijo de… —Vorkosigan giro sobre sus talones, abarcando con la mirada la pequena habitacion—. Tendra que ser en el cuarto de bano. Metelo en la ducha.

Rapidamente, Vorkosigan agarro a Bothari por los hombros mientras Illyan lo hacia por los pies, atravesaron dando tumbos la estrecha puerta y lo metieron en la ducha.

—?No habria que darle mas sedantes? —pregunto Illyan.

—Tal vez sea lo mejor. Cordelia, dele otra ampolla. Es demasiado pronto, pero sera la muerte de ustedes dos si hace ahora el menor ruido.

La empujo hasta una habitacion del tamano de un armario, colocandole la droga en la mano y apagando la luz al mismo tiempo.

—Nada de ruidos, nada de movimientos.

—?La puerta cerrada? —pregunto Illyan.

—En parte. Apoyate en el marco, con aspecto desenfadado, y no dejes que el guardaespaldas del principe se acerque a tu espacio psicologico.

Cordelia, palpando en la oscuridad, se arrodillo y aplico otra dosis del sedante en el brazo del sargento inconsciente. Tras sentarse en el lugar logico, descubrio que podia ver una rendija del camarote de Vorkosigan en el espejo, de manera inversa y desorientadora. Oyo abrirse la puerta del camarote, y nuevas voces.

—… a menos que pretenda relevarle oficialmente tambien de sus deberes, yo continuare siguiendo el procedimiento estandar. Vi esa habitacion. Su acusacion es absurda.

—Ya veremos —replico la segunda voz, tensa y furiosa.

—Hola, Aral. —El propietario de la primera voz, un oficial de unos cincuenta anos, vestido de verde, estrecho la mano de Vorkosigan y le presento un paquete de discos de datos—. Nos marchamos a Escobar dentro de una hora. El correo acaba de traer esto… las ultimas puestas al dia. He ordenado que se te informe de los acontecimientos. Los escobarienses se estan replegando en todos los frentes. Incluso han abandonado esa lenta batalla y corren hacia el agujero de salto de Tau Ceti. Los hemos puesto en fuga.

El propietario de la segunda voz tambien iba vestido con uniforme verde, mas densamente repujado de dorado que nada que ella hubiera visto antes. Las condecoraciones enjoyadas de su pecho destellaban y parpadeaban como ojos de lagarto a la luz de la lampara del escritorio de Vorkosigan. Tenia unos treinta anos, el pelo negro, el rostro tenso y rectangular, los ojos entornados y unos labios finos cargados de arrogancia.

—No van a ir los dos, ?no? —dijo Vorkosigan—. El oficial mas veterano deberia quedarse en la nave insignia. Ahora que Vorrutyer ha muerto, sus deberes recaen en el principe. La estrategia disenada se basaba en la suposicion de que el todavia estaria en su puesto.

El principe Serg se envaro, lleno de ira.

—?Liderare mis tropas hacia Escobar! ?No vaya a ser que mi padre y sus vejestorios digan que no soy un soldado!

—Lo haras —dijo Vorkosigan, cansado—, sentado en ese palacio fortificado en cuya construccion se entretendran la mitad de los ingenieros, y te acomodaras en el, y dejaras que tus hombres mueran por ti, hasta que hayas conseguido el terreno por el puro peso de los cadaveres apilados en el, porque ese es el tipo de soldado que tu mentor te ha ensenado a ser. Y luego enviaras a casa boletines hablando de tu gran victoria. Tal vez puedas hacer que declaren alto secreto la lista de bajas.

—Aral, cuidado —advirtio Vorhalas, sorprendido.

—Vas demasiado lejos —rugio el principe—. Sobre todo para tratarse de un hombre que no se acercara a la lucha de la salida del agujero de gusano. Si quieres hablar de… cautela indebida. —Su tono convertia claramente la frase en un eufemismo para un termino mas feo.

—Dificilmente podras confinarme en mis habitaciones y luego acusarme de cobardia por no estar en el frente. Senor. Incluso la propaganda del ministro Grishnov tiene que simular la logica mejor que eso.

—?Te encantaria, verdad, Vorkosigan? —siseo el principe—. Dejarme aqui, y quedarte con toda la gloria para ti y ese payaso arrugado de Vortala y sus falsos liberales. ?Por encima de mi cadaver! Vas a tener que quedarte aqui sentado hasta que te salga moho.

Vorkosigan tenia los dientes apretados, los ojos entornados e ilegibles. Sus labios se abrieron para mostrar una sonrisa blanca, pero se cerraron al instante.

—Debo protestar formalmente. Al desembarcar en Escobar con las tropas de tierra estaras abandonando tu puesto.

—Protesta denegada. —El principe se acerco a el, lo miro a la cara y bajo el tono de voz—. Pero ni siquiera mi padre puede vivir eternamente. Y cuando llegue ese dia, tu padre ya no podra seguir protegiendote. Tu, y

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