Se encargaba de los ninos y de los adultos no politicos. El comedor, la cocina y todas las zonas de juego eran su dominio. De alguna forma logro mantener a todos felices y alimentados y a los ninos distraidos de manera inofensiva, mientras permanecia con un aspecto tranquilo y nada agitado, Barney la contemplo impresionada.
— Pueden colocar sus abrigos en la mesa de la estufa — dijo, senalando a un antiguo ejemplar de estufa de las que 'empleaban madera para quemar-. Jim estara acepado un ratito. ?Quieren cenar algo? ?Que les parece sidra y pastel de frutas? ?O algun dulce?
Todos declinamos excepto Ted, que siempre tenia sitio en su estomago para las golosinas. Pudo ser una media hora lo que permanecimos de pie en la cocina con una banda de desconocidos y de ninos, pero la senora Dennis logro conseguir que nos sintiesemos como en nuestra casa. Nos conocia a todos por el nombre propio y pronto empezamos a hablar del tiempo… y de lo que podiamos hacer con el.
Ted estaba ya alcanzando su andadura normal en esta clase de conversaciones cuando entro Jim, con las mangas de la camisa arremangadas, la corbata floja, sonriendo feliz.
— Los dias de fiesta son aqui a veces bastante confusos — nos dijo -. Lamento que no hayan podido venir para la cena. Sin embargo, creo que he comido pavo por todos ustedes.
— Hablabamos de nieve — dijo la senora Dennis -. Ted cree que va a detenerse la nevada dentro de una hora, poco mas o menos.
Jim solto la carcajada.
— Ted no lo cree. Lo sabe.
— Eso espero — repuso Ted.
— Esta bien — indico el congresista -, asi que no hay que molestarse en sacar palas y ponernos las botas. Ahora, ?que les parece a ustedes cuatro si vienen a un extremo mas tranquilo de la casa? Y, Mary, ?podrias servirnos mas cafe?
— Durante los dias de fiesta la unica vez que te veo — dijo ella -, es cuando tienes hambre o cuando tienes sed.
— Los politicos llevan una vida muy dura.
El despacho del congresista era pequeno pero sorprendentemente tranquilo.
— Las paredes son a prueba de ruidos — nos dijo -. Con cinco ninos y sus amiguitos siempre por la casa… o lo hacia asi o me volvia loco.
Senalo con un gesto las sillas. Yo elegi una mecedora. Tres paredes del despacho estaban cubiertas de estanterias; la cuarta tenia un par de ventanas con diversas fotografias enmarcadas entre ellas.
Despues de que la senora Dennis trajera el cafe y nos sirviesemos, Jim comenzo:
— El comite de Ciencias va a empezar en enero sus discusiones sobre el trabajo del Departamento de Meteorologia. Naturalmente que la idea de ustedes sobre el control del tiempo se convertira en la gran noticia.
— Eso es si…
— Aguarde, hay mas. El Pentagono ha estado ejercitando sus influencias para poner en marcha su proyecto. Su obra sera secreta, si logra adelantarse al Congreso y a la Casa Blanca. Mientras, no es un secreto el que busquen un proyecto para controlar el tiempo. L3 noticia corre por todo Washington y podria convertirse en un balon politico de primera clase. Claro que…
Sono el timbre de la puerta. Jim dijo.'
— Creo que se trata de nuestro misterioso invitado.
Fue hasta el vestibulo y saludo a un hombre que acababa de entrar por la puerta principal.
— Me alegro de que pudiera venir — le oimos decir -. Deje su abrigo en la mesa del telefono y entre. Todos estan ya
Reconocimos al hombre que entro en el despacho, identificandolo como el doctor Jerrold Weis, Consejero Cientifico del Presidente. Era pequeno, ligero, con una voz muy nasal; Parecia en persona mas curtido que en television. Su apreton de manos fue fuerte y su mirada penetrante.
Tras las presentaciones, el doctor Weis ocupo mi mecedora. Yo encontre punto de apoyo en el alfeizar de la ventana.
— Asi que ustedes — son los jovenes genios — dijo el doctor Weis, sacando una pipa del bolsillo de la chaqueta — que acabaron con la sequia.
— Y que quieren controlar el tiempo — corroboro Jim Dennis-. Cuentaselo, Ted.
Se necesito un par de horas y unas cuantas ecuaciones en la libreta de notas del congresista para explicar las cuestiones tecnicas al doctor Weis. Ted vago sin cesar por a pequena habitacion mientras hablaba, conformando las ideas con las manos, recorriendo toda la historia de las predicciones a largo plazo, Investigaciones Eolo, la sequia y el proyecto del comandante Vincent.
El doctor Weis fumo pensativo, en pipa, mientras escuchaba.
Creo que hay un punto claro — dijo el Consejero Cientifico cuando Ted, por ultimo, se detuvo -. A menos que actuemos para impedirlo, habra un programa militar clasificado sobre control del tiempo antes de un ano.
Ted asintio.
— Y un programa militar clasificado — prosiguio el doctor Weis -, dominara todo el campo entero de la investigacion. El Congreso no querra apoyar a dos o tres agencias distintas del Gobierno para que hagan el mismo trabajo. Si el Pentagono consigue poner en marcha primero su programa de control del tiempo, obligaran a todos los demas a trabajar segun sus condiciones.
— ?Y eso sera tan terrible? — pregunto Barney.
Fue Ted quien contesto.
— Ya han causado dificultades para Tuli y para ti. Una vez empiecen en realidad, el manto de Seguridad caera sobre todos. Los trabajos tendran como meta utilizar el agua como arma. Se les impulsara a hacer cosas que produzcan un gran efecto; investigar y todo lo demas tendra que rendir beneficios que comprendan los altos jefes militares.
— No es la manera adecuada de realizar esta clase de trabajo — afirmo el doctor Weis -. El control del tiempo podria ser una herramienta poderosa para la paz. Si se hace de el un proyecto militar, otras naciones empezaran a destacar sus aspectos militares, tambien. Podriamos acabar haciendo el control del tiempo un motivo de guerra… fria o calida.
— Pero el Pentagono posee una necesidad legitima de estudiar el control del tiempo dije-. Hay aspectos militares en la situacion.
— ?Pues claro que los hay! — exclamo el doctor Weis, asintiendo vigorosamente. Y el comandante Vincent y su gente realizan su trabajo lo mejor que pueden… para ellos. Sin embargo, a mi me interesa una imagen mayor… La que incluye las necesidades militares y todas las otras necesidades de la nacion.
— ?Pero como detener al Pentagono? — pregunto Ted.
El doctor Weis se saco la pipa de la boca.
— No lo haremos. Por lo menos, no directamente. El unico modo de impedir que se apoderen de esta idea es ir al Congreso con una idea mejor y mayor.
— ?Mayor?
Jim Dennis sonrio.
— Entiendo. Decirle al Comite de Ciencia algo sobre un gran programa no militar que no tendria la catalogacion de clasificado, que seria espectacular y que podria acarrear a los congresistas una gran publicidad en sus distritos electorales.
Asintiendo, el doctor Weis dijo:
— Exactamente.
— Un gran proyecto — murmure yo.
— Espectacular — anadio Ted.
— Y tienen ustedes desde ahora hasta la segunda semana de enero para imaginarlo — nos indico Jim Dennis.
Ted, literalmente, se encerro en su habitacion de Climatologia durante las siguientes semanas, mientras Tuli se instalaba en su despacho particular cerca de Eolo. Ted buscaba furiosamente un proyecto espectacular que presentar al Congreso. Tuli no deja de ir de Eolo a la Cupula de Manhattan y viceversa, tratando de averiguar por que la 'isla de aire acondicionado' padecia contaminacion de aire.