– Una chica de Peacehaven. Prometida. No se presento a su fiesta de compromiso anoche.
Las palabras removieron algo frio en lo mas profundo de Grace.
– Sigue.
– He hablado con su prometido. Dice la verdad.
– No lo se -dijo Grace.
Su intuicion le decia que era demasiado pronto, pero no queria desmoralizar a Glenn Branson. Examino las fotografias de la escena del crimen colgadas en la pared que se habian apresurado a traer a peticion suya. Miro un primer plano de la mano cortada, luego las fotos espeluznantes del torso desmembrado en la bolsa negra.
– Confia en mi, Roy.
– ?Que confie en ti? -dijo Grace sin apartar la vista de las fotografias.
– ?Ya estas haciendolo otra vez! -dijo Branson.
– ?Haciendo que? -pregunto Grace, perplejo.
– Lo que me haces siempre, tio. Contestarme con una pregunta.
– ?Eso es porque nunca entiendo de que diablos me hablas!
– ?Y una mierda!
– ?Cuantas mujeres desaparecidas tenemos que aun no hayamos descartado?
– No se ha producido ningun cambio desde ayer. Todavia son cinco. A partir de un radio razonable de nuestra area. A nivel nacional son mas.
– ?Aun no tenemos noticias del laboratorio sobre el ADN? -pregunto Grace.
– Esta tarde a las seis esperan saber si la victima figura en su base de datos -intervino la detective Boutwood.
Grace miro la hora. Dentro de quince minutos tenia que ir directo al deposito de cadaveres. Hizo algunos calculos aritmeticos mentales. Segun la mejor estimacion de Frazer Theobald realizada ayer sobre el terreno, la mujer llevaba muerta menos de veinticuatro horas. No era extrano que alguien desapareciera durante un dia, pero dos dias comenzarian a sembrar la preocupacion entre amigos, parientes y companeros de trabajo. Era probable que hoy fuera un dia productivo, al menos para elaborar una lista de la posible identidad de la victima.
– ?Tenemos un molde de las huellas? -dijo dirigiendose al detective Nicholl.
– Lo estan sacando.
– No es suficiente -dijo Grace, un poco irritado-. En la reunion de esta manana he dicho que queria a dos agentes recorriendo las tiendas de la zona con los moldes para ver si encontrabamos una correspondencia. Lo mas probable es que alguien comprara las botas para la ocasion. Si asi fue, puede que lo grabara una camara de seguridad. No puede haber tantas tiendas por la zona que vendan botas gruesas. Aseguraos de darme un informe en la reunion de las seis y media.
El detective Nicholl asintio y descolgo de inmediato el telefono.
– Lleva ya dos dias sin ponerse en contacto con el -insistio Branson.
– ?Quien? -dijo Grace distraidamente.
– Teresa Wallington. Vive con su prometido. No parece que haya ninguna razon para que no se presentara.
– ?Y las otras cuatro de nuestra lista?
– Hoy tampoco ha aparecido ninguna -admitio a reganadientes.
Aunque tenia treinta y un anos, Branson solo llevaba seis siendo policia, despues de un comienzo en falso en la vida como segurata de discoteca.
A Grace le caia muy bien; era listo y generoso, y tenia grandes corazonadas. Las corazonadas eran importantes en el trabajo policial, pero tenian un inconveniente: podian hacer que la policia se precipitara en sus conclusiones, no analizara de manera adecuada otras posibilidades y, luego, subconscientemente, seleccionara pruebas que encajaran con sus corazonadas. A veces, Grace tenia que frenar el entusiasmo de Branson por su propio bien.
De todos modos, en estos momentos, no le necesitaba en el caso solo por su corazonada, sino por algo claramente extracurricular.
– ?Quieres dar un paseo hasta el deposito de cadaveres conmigo?
Branson lo miro con las cejas levantadas.
– Mierda, tio, ?es ahi adonde llevas a todas tus citas?
Grace sonrio. Branson tenia mas razon de lo que creia.
Capitulo 15
Tom Bryce estaba sentado en la sala de juntas, larga y estrecha, de la planta baja de un pequeno edificio de oficinas situado en un poligono industrial cercano al aeropuerto de Heathrow, tan cercano que parecia que el jumbo que veia por la ventana seguia una ruta de vuelo que lo llevaria a aterrizar justo en medio de la habitacion. El aeroplano paso por encima del techo con un gran estruendo, los alerones y el tren de aterrizaje bajados, como la sombra de un pez gigante, a unos pocos centimetros, parecia.
La sala era hortera. Tenia las paredes de terciopelo marron decoradas con posteres enmarcados de peliculas de terror y ciencia ficcion, una mesa de reuniones de bronce para veinte personas que parecia sacada de un templo tibetano y sillas de respaldo alto tremendamente incomodas, disenadas, sin duda, para acortar las reuniones.
Su cliente, Ron Spacks, era un ex promotor de conciertos de rock de unos sesenta anos que respiraba con dificultad. Lucia un peluquin que parecia no haberse colocado bien y una dentadura demasiado perfecta para su edad, y tenia el rostro devastado por el consumo de drogas. Spacks estaba sentado enfrente de Tom, vestido con una camiseta de Grateful Dead muy desvaida y gastada, vaqueros y sandalias; hojeaba el catalogo BryceRight y murmuraba «Si» para si mismo cada pocos momentos, cuando algo despertaba su interes.
Tom dio un sorbo a su taza de cafe y espero pacientemente. Gravytrain Distributing era uno de los mayores distribuidores de DVD del pais. El medallon de oro que colgaba del cuello de Ron Spacks, los anillos de estras de sus dedos, el Lamborghini negro en el aparcamiento, todo ello constituia una prueba de su exito.
Spacks, como le habia contado a Tom lleno de orgullo en otras ocasiones, habia comenzado con un puesto cerca de Portobello Road, vendiendo diversos DVD de segunda mano cuando nadie sabia siquiera lo que era un DVD. Tom albergaba pocas dudas de que aquel hombre habia construido su imperio sobre la pirateria, pero no estaba en situacion de hacer juicios morales sobre sus clientes. En el pasado, Spacks habia realizado grandes pedidos y siempre habia pagado puntualmente.
– Si -dijo Spacks-. Veras, Tom, mis clientes no quieren nada lujoso. ?Que novedades tienes este ano?
– Posavasos de carton de caratulas de CD, en la pagina cuarenta y dos, creo. Pueden ir sobreimpresos.
Spacks volvio la pagina.
– Si -dijo, en un tono de voz que decia todo lo contrario-. Si -repitio-. Entonces, ?a cuanto saldrian cien mil? Los rebajas a menos de una libra, ?verdad?
Tom se sintio perdido sin su ordenador. Lo tenia en el despacho, Chris Webb lo estaba resucitando una vez mas. Todos los calculos de los costes para sus productos estaban en ese aparato y sin ellos no se atrevia a comenzar con los descuentos, en especial con un posible pedido de esta envergadura.
– Tendremos que volver a hablarlo. Puedo mandarle un e-mail mas tarde.
– Tiene que ser una libra como maximo, si -dijo Spacks, y abrio una lata de Coca-Cola-. En realidad, busco algo en torno a los setenta peniques.
A Tom le sono el movil. Miro la pantalla, vio que era Kellie y le dio a la tecla de finalizacion de llamada.
Setenta peniques era imposible, eso lo sabia seguro -le habian costado mas-, pero decidio no decirselo a Spacks de momento.
– Creo que sera complicado -dijo con tacto.
– Ya. Te dire que mas me interesa. Unos veinticinco Rolex de oro, si.
– ?Rolex de oro? ?Autenticos?
– No quiero ninguna basura de imitacion, los autenticos. Los quiero grabados con un logotipo. ?Puedes darme