– No creo que nadie guarde una muestra de formaldehido en el recto -contesto el patologo, con un tono ligeramente sarcastico. Senalo un pequeno frasco de cristal que habia sobre la bandeja de diseccion y que contenia un liquido turbio-. Ahi no hay ningun rastro, es la mucosidad de las paredes del intestino.

Grace asintio y realizo un calculo mental rapido. Si se marchaba en cuanto acabara la rueda de prensa, tendria tiempo de ensenarle el escarabajo al unico hombre que, estaba seguro, podria identificarlo.

Capitulo 20

– Viking noroeste, rolando a sureste fuerza cinco o seis, amainando a variable fuerza tres o cuatro posteriormente. Chubascos. Abundantes. North Utsire, South Utsire, noroeste, fuerza cuatro o cinco en South Utsire, o amainando a variable fuerza tres o cuatro -dijo el Hombre del Tiempo.

Iba conduciendo su coche, un pequeno Fiat Panda blanco ronoso que sufria de oxidacion terminal. En la radio, un imbecil, que no tenia ni idea de lo que hablaba, explicaba lo facil que era suplantar la identidad de alguien. Conducir por la carretera del puerto de Shoreham, el puerto comercial contiguo al municipio de Brighton y Hove, hacia relevante el pronostico maritimo.

A su izquierda, estaba el club nautico de Sussex, seguido de un almacen, y a su derecha, una hilera de casas adosadas. Iba a ver a Jonas Smith otra vez -o Carl Venner, su nombre autentico-, y el hombre gordo empezaba a cabrearle. Solo se habia asociado con Venner para vengarse de la gente para la que trabajaba, que le cabreaba muchisimo. Ahora tenia que dejarlo todo cada vez que «Venner» lo requeria, porque «Venner» se negaba a comunicarse por telefono o correo electronico, como cualquier persona «normal». Siempre habia que pasar por una farsa ridicula, bien reuniendose con el en una habitacion de hotel, como la ultima vez, por si lo seguian, o en raras ocasiones en su despacho, como ahora.

Al final de la hilera de casas, paso por delante de un proveedor de yates, luego puso el intermitente para girar a la derecha, espero a que se abriera un espacio en el trafico y acelero, con el motor resoplando bajo el peso repentino, hacia el poligono industrial de Portslade Units. Era facil ver el edificio al que se dirigia; era el del helicoptero aparcado, como un insecto negro mulante, en el tejado. El helicoptero privado de Venner.

Paso por delante del deposito de antiguedades, luego entro en el garaje de un enorme almacen moderno y aparco junto a un gran Mercedes negro que sabia que era uno de los coches de Venner. El cartel de la pared decia: «Importaciones / Exportaciones Oceanic & Occidental».

Paro el motor, pero siguio escuchando Radio Five Live, preguntandose si utilizar el movil para llamar y castigar al imbecil. Pero andaba mal de tiempo; tenia que volver al despacho. Murmurando para si mismo «Forties, Cromarty, Tyne, Dogger, noroeste fuerza siete arreciando a vendaval intenso fuerza nueve», bajo del coche, lo cerro y, tras comprobar cada puerta metodicamente, se dirigio a la entrada lateral. Mostro la cara al objetivo de la camara de seguridad y llamo al timbre.

Hubo un «clanc» seguido de un zumbido aspero cuando se abrio el cerrojo. Empujo la puerta pesada y entro en el vestibulo de la primera planta, del tamano de un campo de futbol y lleno de contenedores grises enormes para transporte maritimo. Dos hoscos europeos del Este vestidos con monos, uno calvo con la cabeza tatuada, el otro con una larga cabellera negra, lo miraron, lo saludaron brevemente con la cabeza y volvieron a concentrarse en el contenedor que se elevaba en el aire sobre una gigantesca plataforma movil.

El Hombre del Tiempo habia entrado en el sistema informatico de la empresa y habia leido los manifiestos. Sabia que habia dentro de los contenedores. La mitad tenia bienes legales, en su mayoria componentes de maquinas y productos quimicos agricolas, la otra mitad contenia coches de lujo robados para Rusia y Oriente Medio, equipamiento militar con destino a Siria y Corea del Norte, y farmacos caducados para Nigeria.

De todos modos, no iba a decirle a Venner que lo sabia. Solo era algo que venia bien saber. Unicamente queria ver al hombre, decirle que habia averiguado y volver al despacho. Y esta noche tenia una cita con Mona, bueno, una cita en un chat de Internet. La tercera. Mona trabajaba para una empresa de informatica de Boise, Idaho, en Estados Unidos; principalmente hablaban de ecologia. No obstante, lo importante era que habia leido a Robert Anton Wilson y tenian muchas cosas mas en comun. Estaba de acuerdo con el Hombre del Tiempo en que muy pronto la gente podria descargar su cerebro en ordenadores y vivir una existencia virtual, libre de todas las limitaciones de mierda que suponia ser un ser humano biologico.

Subio en el ascensor de tamano industrial hasta la planta de arriba.

– Amainando en East Forties y East Dogger -le informo a Mick Brown, quien esperaba para recibirle cuando se abrieron las puertas, vestido con un chandal gris de Prada y mocasines blancos.

El albanes nunca habia escuchado el pronostico maritimo del Reino Unido. No tenia ni idea de que hablaba el Hombre del Tiempo y no le importaba. Masco chicle unos momentos con la boca abierta, mostrando gran parte de sus diminutos incisivos blancos al Hombre del Tiempo, mirandole, asimilando su expresion mustia, su pelo mustio y sin vida, su camisa blanca mustia, los pantalones beis y los toscos zapatos grises. Buscaba indicios de un arma, no porque pensara que el extrano senor Frost fuera capaz de llevar una, sino porque le pagaban para hacerlo, asi que lo comprobo de todas formas.

Frost no era musculoso; parecia debil. Seria facil matarlo cuando llegara el momento. Tampoco hacia deporte. El albanes preferia a los luchadores; estaba bien pegar un poco a alguien mientras intentaba pegarte a ti, sobre todo a las mujeres.

– ?El movil? -le pregunto con su acento gutural.

– No lo he traido.

– ?Te lo has dejado? ?En el coche o en el despacho?

– En el despacho -mintio-. Es lo que me dijeron.

Justo enfrente del ascensor habia una puerta de aspecto robusto con un teclado numerico de seguridad y una camara de circuito cerrado. El albanes saco una tarjeta del bolsillo, la presiono contra el teclado, abrio la puerta e indico al Hombre del Tiempo que lo siguiera.

Al instante, mientras entraba, Frost olio el humo de puro rancio y familiar. Se dirigieron a una habitacion pequena, austera, sin ventanas y con una moqueta barata. Estaba amueblada con una vieja mesa metalica que parecia sacada de una liquidacion por cierre, una silla giratoria, un televisor de plasma en la pared en el que podia verse un partido de futbol y cinco monitores, uno mostraba el exterior del despacho, los otros cuatro cubrian el exterior del edificio por los cuatro costados.

– Espera.

El albanes se dirigio al fondo de la habitacion, abrio otra puerta, entro y la cerro tras el. Al cabo de unos momentos, el Hombre del Tiempo oyo voces que subian de tono. Venner estaba gritando, pero el sonido le llegaba demasiado apagado para entender que decia.

Miro la pantalla del televisor. Era la hora de comer, otra razon por la que estaba irritado, la segunda vez esta semana que Venner le requeria a la hora del almuerzo. Mirando al suelo, clavando la vista en un trozo minusculo de papel de aluminio atrapado en las fibras de la moqueta, se pregunto como reuniria el valor para decirle que ya no queria seguir trabajando mas para el. Entonces, miro a la pantalla, deseando que pusieran Star Trek en lugar de futbol. Star Trek le infundia valor, inspiracion. De vez en cuando, se imaginaba que era alguno de los personajes. Caminando con descaro…

– Ejem -dijo el Hombre Que No Era Timido aclarandose la garganta y la mente, pensando, preguntandose de nuevo como reunir el valor. A Carl Venner no iba a gustarle…

Entonces, el sonido de la puerta de Venner interrumpio sus pensamientos, asi como la voz de pito del hombre gordo, que gritaba con su acento de Luisiana.

– ?Llevate a esta puta zorra de aqui. ?La muy zorra me ha mordido!

Al cabo de unos momentos, una chica menuda y asustada salio tambaleandose de la habitacion, con cara de perplejidad. Tenia facciones de la Europa del Este, pelo largo castano, figura esbelta; llevaba un pintalabios de color intenso y todo corrido. Calzaba unos zapatos de putilla, un top minimo y una minifalda tan corta que casi era ilegal. Debajo del ojo derecho tenia un verdugon reciente que parecia que iba a convertirse en un ojo a la funerala; en la mejilla derecha lucia un golpe igual de reciente que le habia abierto la piel y del que brotaba sangre. Tenia grandes moratones por los dos brazos.

El Hombre del Tiempo calculo que no tendria mas de doce anos.

La chica lo miro un instante como suplicandole ayuda, pero el aparto la vista y busco el trozo de papel de

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