aluminio en la moqueta, sintiendose mal por ella, pero incapaz de hacer nada, y aun mas resuelto a decirle a Venner que le dieran por saco, solo que aun no habia cobrado, claro.

El albanes hablo con dureza a la chica en una lengua que el Hombre del Tiempo no entendio. La chica respondio al senor Brown alzando la voz, batalladora pese a su corta edad, volvio a mirar al Hombre del Tiempo, desesperada, pero el seguia mirando la moqueta y murmurando en silencio para si.

Entonces el Hombre del Tiempo noto un brazo que le rodeaba los hombros y olio la peste agria a puro combinada con olor corporal, disimulado solo ligeramente por la colonia Homme de Comme des Garcons; recientemente, se habia aprendido de memoria el olor de todas las fragancias del duty free del aeropuerto de Gatwick, para matar el tiempo antes de un vuelo.

– No le gusta que la enculen, John. ?Que te parece? -le pregunto Carl Venner.

Su cuerpo de metro sesenta y cinco de estatura y ciento sesenta y cinco kilos de peso presentaba un aspecto lamentable y tenia un aranazo reciente en la mejilla. Su pelo plateado y ondulado, por lo general impecable, estaba alborotado, y su coleta, parcialmente suelta. Llevaba una camisa color esmeralda bien abierta, con la mitad de los botones arrancados, que dejaba al descubierto los pliegues de carne flacida de su torso y la barriga blanca sin pelos que le colgaba por encima del cinturon brillante.

Tenia la cara llena de manchas rojas por el esfuerzo o el enfado, y trozos secos de soriasis en la frente que el Hombre del Tiempo ya habia advertido antes; el hombre respiraba con tanta dificultad que se pregunto si estaria a punto de darle un ataque al corazon.

– No le gusta que se la follen por el culo -dijo Venner, cambiando ligeramente las palabras-. ?Te lo puedes creer?

En realidad, el Hombre del Tiempo no tenia una opinion sobre el tema.

– Mmmm -dijo simplemente, sintiendo que el cuerpo enano y denso de Carl Venner lo empujaba hacia delante.

Se detuvieron un momento y Venner volvio la cabeza hacia el senor Brown.

– Haz lo que quieras con esa zorra y luego deshazte de ella.

Soportar aquello y ser complice no era parte del trato, pero el Hombre del Tiempo no habia comprendido la verdadera naturaleza del tipo que lo habia contratado hasta que comenzo a investigar los antecedentes de Venner accediendo a sus archivos personales.

Habia conocido a Venner en un chat de Internet para locos de la informatica, donde se intercambiaba informacion y se planteaban y solucionaban acertijos tecnicos. Venner le habia ofrecido un reto que, en ese momento, el Hombre del Tiempo creyo que era hipotetico. El reto consistia en si era posible colgar una pagina web en Internet que fuera total y permanentemente imposible de rastrear. El Hombre del Tiempo ya tenia disenado el sistema. Habia pensado ofrecerlo a los servicios de inteligencia britanicos, pero entonces se cabreo por la guerra de Iraq. Y, de todos modos, no se fiaba de los cuerpos gubernamentales, de ningun pais. De hecho, desconfiaba de casi todo.

Venner lo condujo a su despacho grande y tenebroso, que ocupaba gran parte de la planta de arriba del almacen. Era un lugar enorme, sin ventanas e impersonal, con una moqueta del mismo material barato que la del despacho de la entrada y con casi los mismos pocos muebles, excepto en una zona al fondo, donde habia varias estanterias con hardware informatico, que el Hombre del Tiempo se conocia del derecho y del reves, puesto que lo habia instalado el.

La mesa de Venner, sobre la que habia cuatro portatiles encendidos y nada mas, aparte de un cenicero de cristal con dos colillas de puro aplastadas y un cuenco de cristal lleno de barritas de chocolate, era un clon de la que habia fuera. Detras, habia un sillon negro de piel y, cerca de la mesa, un sofa largo marron, tambien de piel, pero en un estado lamentable. En la moqueta, justo delante, el Hombre del Tiempo vio unas braguitas arrugadas de encaje, muy pequenas. Arriba, las gotas de lluvia golpeaban el tejado de metal del almacen.

Como siempre, los dos companeros rusos mudos de Venner, con sus trajes negros, aparecieron de la nada, flanquearon al hombre gordo, callados y serios, y saludaron al Hombre del Tiempo levemente con la cabeza.

– ?Sabes? La muy zorra me ha mordido en serio. ?Mira! -Venner exhalo una bocanada de halitosis de puro y levanto un dedo indice regordete, con la una en carne viva de mordersela.

El Hombre del Tiempo vio unas marcas profundas justo por encima de la primera falange.

– Tendran que ponerle la vacuna del tetanos -dijo mirando las marcas.

– ?Del tetanos?

El Hombre del Tiempo clavo los ojos en las braguitas del suelo, balanceandose adelante y atras en silencio, absorto en sus pensamientos.

– ?Del tetanos? -repitio el americano, preocupado.

– El inoculo bacteriano de las heridas por mordedura humana es peor que el de cualquier otro animal -dijo Frost sin dejar de mirar las bragas-. ?Sabe la cantidad de organismos que viven en la flora bucal de las personas?

– No.

– Hasta un millon por milimetro -dijo el Hombre del Tiempo sin dejar de balancearse-, mas de ciento noventa especies de bacterias distintas.

– Genial. -Venner se miro la herida con recelo-. Bueno… -Se paseo agitadamente por la habitacion dibujando un pequeno circulo y luego junto las manos. Su cara indicaba un cambio total de humor y de tema-. ?Tienes la informacion?

– Mmm. -El Hombre del Tiempo siguio mirando las bragas, aun balanceandose-. ?Que va a, mmm…, va a, mmm… a la chica? ?Que va a pasarle?

– Mick va a llevarla a casa. ?Algun problema?

– Mmm, no, yo… Mmm, si. De acuerdo, genial.

– ?Tienes lo que te pedi que trajeras? ?Eso por lo que te pago?

El Hombre del Tiempo se desabrocho el bolsillo trasero de los pantalones y saco un trocito de papel rayado que habia arrancado de una libreta y que habia doblado dos veces. Se lo paso a Venner, que lo cogio con un grunido.

– ?Estas seguro al cien por cien?

– Si.

Aquello parecio satisfacer a Venner, que se dirigio a su mesa, caminando como un pato, para leerlo.

Escrita en el papel estaba la direccion de Tom y Kellie Bryce.

Capitulo 21

El profesor Lars Johansson era un hombre que, segun Grace, parecia mas un banquero internacional que un cientifico que habia pasado la mayor parte de su vida arrastrandose por cuevas de murcielagos, pantanos y selvas hostiles de todo el planeta en busca de insectos raros.

Con su mas de metro ochenta de estatura, pelo rubio y suave, fisico atractivo y sofisticado y ataviado con un traje de raya diplomatica de tres piezas, el anglosueco irradiaba confianza y un encanto cosmopolita. Estaba sentado a la gran mesa de su abarrotado despacho en el ultimo piso del Museo de Historia Natural de Londres, con sus gafas de carey de media luna en la punta de la nariz, rodeado de vitrinas y campanas de cristal llenas de especimenes extranos, un microscopio y un monton de instrumentos medicos, reglas y pesas. La habitacion podria estar sacada del plato de una pelicula de Indiana Jones, penso Grace.

Los dos hombres se habian conocido y se habian hecho amigos hacia unos anos en la Convencion de la Asociacion Internacional de Investigadores de Homicidios, un encuentro que se celebraba en distintas ciudades de Estados Unidos y al que Grace asistia todos los anos. Por lo general, Grace habria mandado a uno de los miembros de su equipo a ver a Johansson, pero sabia que obtendria respuestas mas deprisa si iba en persona.

El entomologo saco la bolsa de plastico que contenia el escarabajo de la bolsa de pruebas beis de la policia.

– ?Lo han limpiado, Roy? -pregunto con su culto acento ingles.

– Si.

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