hora posible.
Normalmente, en el coche se ponia al dia con las llamadas o escuchaba la radio -en Londres, le gustaba especialmente David Prever en Smooth FM; si no, escuchaba las noticias de Radio 4 o Jazz FM-, pero esta tarde, aparte de una llamada a Ron Spacks para decirle que su equipo estaba trabajando en los precios para los Rolex Oyster -que potencialmente eran un pedido de ensueno que tenia que aceptar-, condujo en silencio, solo con sus pensamientos sombrios.
«?Es usted Tom Bryce?»
El marcado acento de la Europa del Este.
Su conversacion de antes con Kellie.
«?Que clase de acento?»
«De algun pais europeo, no era ingles.»
?Se trataba de la misma persona?
Anoche accedio a una pagina web que no estaba autorizado a visitar. Ahora lo ha intentado otra vez. No nos gustan las visitas sin invitacion. Si informa a la policia de lo que vio o intenta acceder otra vez a la pagina, lo que esta a punto de pasarle a su ordenador le pasara a su mujer, Kellie, y a su hijo, Max, y a su hija, Jessica. Mire con atencion, luego meditelo bien.
Tom Bryce no habia pensado informar a la policia de lo que habia visto el martes por la noche a traves del CD que encontro en el tren. Internet era una cloaca; podias encontrar lo que quisieras, por muy erotico o asqueroso que fuera. Habia entrado en una pagina que o era un trailer de una pelicula o una web de violencia gratuita para enfermos; y lo habria dejado ahi. No era su trabajo controlar la cloaca.
Sin embargo, ese mensaje amenazador daba a entender que habia algo mas en esa pagina.
Ahora estaba acercandose a los South Downs; el trafico, aunque era denso, se movia deprisa. A su izquierda, en el prado, a ochocientos metros, vio un destello de luz reflejado en un cristal. Un tren. Olvidando por un breve instante que se iba apretujado y faltaba el aire, envidio a sus pasajeros la relativa tranquilidad del viaje. Sin embargo, estaria en casa dentro de quince minutos, y tenia ganas de tomarse una copa grande y cargada.
Miro por el parabrisas hacia la bola amarilla brillante del sol, que se hundia en el cielo de color cobalto. Detras de las colinas estaba su casa, su santuario; pero no se sentia seguro. Algo le removia las entranas, mezclando todas sus emociones, vertiendo en el un coctel de miedos confusos.
No queria contarle a Kellie que habia recibido la misma llamada, pero habian sido siempre tan abiertos y sinceros el uno con el otro que se pregunto si estaria mal no decirselo. Excepto que solo la pondria mas nerviosa. Y entonces tendria que explicarle lo del CD.
?Y luego?
La amenaza del e-mail era clara. Si informaba a la policia… Si intentaba entrar en la pagina otra vez…
Bueno, el hecho era que no pensaba hacer ninguna de las dos cosas. Asi que no les pasaria nada.
Entonces, ?por que habian recibido esas llamadas? Se dio cuenta de que quizas habia cometido una estupidez al visitar la pagina por segunda vez.
Mientras entraba en su calle y subia la colina, una alarma se disparo en su interior. Mas adelante, vio el viejo Espace granate de Kellie aparcado en la calle. Normalmente lo metia en el garaje. ?Por que estaba en la calle?
Al cabo de unos momentos, mientras frenaba delante de la casa vio el porque. Casi todo el garaje estaba ocupado por una caja de embalaje. Era una de las mayores cajas que habia visto en su vida. Podria haber alojado a un elefante adulto, y aun le quedaria espacio suficiente para balancear la trompa.
Esa cosa era mas alta que la puerta del garaje, por el amor de Dios.
Y en lugar de abrirse la puerta de casa y que Kellie, Max, Jessica y Lady salieran corriendo a recibirle, la puerta se abrio solo unos centimetros y Kellie asomo la cabeza, con cautela, antes de salir vestida con una camiseta, vaqueros cortados y chanclas. En algun lugar al fondo de la casa oyo los ladridos de furiosa excitacion de Lady. Ni rastro de los ninos.
– Es un poco mayor de lo que esperaba -dijo Kellie, docilmente, a modo de saludo-. Van a venir manana a montarla.
Tom se quedo mirandola un momento. De repente, parecia muy vulnerable. ?Le tenia miedo o estaba asustada por la llamada?
– ?Que…, que es? -pregunto Tom, que en lo unico que podia pensar era que hubiera lo que hubiera alli dentro habia costado mucho dinero.
– Tenia que comprarla -dijo-. Estaba muy bien de precio, de verdad.
Dios santo. Tom intentaba desesperadamente no perder la paciencia, aunque se le estaba agotando deprisa.
– ?Que es?
Kellie se encogio un poco de hombros, para intentar quitarle importancia, pero no lo consiguio.
– Bueno, solo es una barbacoa.
Ahora comprendio la reticencia en su voz cuando antes le habia sugerido que hicieran una barbacoa esta noche.
– ?Una barbacoa? ?Que diablos se asa en una cosa tan grande? ?Ballenas? ?Dinosaurios? ?Una puta manada de Aberdeen-Angus?
– El precio del catalogo es de mas de ocho mil libras. ?La he comprado por tres mil! -exclamo.
Tom se dio la vuelta, estaba a punto de perder totalmente los estribos.
– Eres increible, cielo. Ya tenemos una barbacoa perfectamente decente.
– Esta oxidandose.
– Bueno, pues podrias haber comprado una nueva en Homebase por unas setenta libras. ?Te has gastado tres mil? ?Y donde demonios vamos a ponerla? Esa cosa ocupara medio jardin.
– No, yo…, no es… Cuando esta montada no es tan grande. ?Es tan chula!
– Tendras que devolverla. -Luego, se quedo callado y miro a su alrededor-. ?Donde estan los ninos?
– Les he dicho que tenia que hablar contigo antes de que los vieras. Les he avisado de que papa quiza no estaria muy contento. -Le paso los brazos alrededor de la cintura-. Mira, hay algo que no te he dicho, queria que fuera una sorpresa. -Le dio un beso.
Dios santo, ?que venia ahora? ?Iba a decirle que estaba embarazada?
– ?Tengo trabajo!
En realidad, las palabras le arrancaron una sonrisa.
Media hora despues, tras leerle a Jessica varias paginas de Poppy Cat Loves Rainbows y a Max un capitulo de Harry Potter y el caliz de fuego, despues de regar las tomateras del invernadero, y los frambuesos, las fresas y los calabacines en la franja de tierra de al lado, estaba sentado con Kellie a la mesa de madera de la terraza, con un gran vodka con martini en la mano, contemplando los ultimos rayos de sol de la tarde en el jardin. Brindaron. Cerca de sus pies,
Se veia la cabeza de Len Wainwright, asomando por entre la glicinia que Kellie habia colocado por encima de la valla para darles mas intimidad y que llegaba hasta el cobertizo de su vecino. Len le habia hablado durante muchas horas, horas que Tom no podia permitirse, de las diversas fases de la construccion de su cobertizo. Pero nunca le habia explicado para que serviria. Un dia Kellie sugirio que iba a matar a su mujer y enterrarla debajo. En su momento le parecio divertido; ahora Tom ya no sonreia.
El aire desprendia un aroma dulce y estaba tranquilo, aparte del ajetreado trino vespertino de los pajaros. Por lo general, esta epoca del ano le encantaba, era un momento del dia en el que normalmente se relajaba y comenzaba a disfrutar de la vida. Pero esta noche no. Parecia que nada calmaba el miedo indefinido que no dejaba de revolverse dentro de el.
– Yo… no sabia que tu… Quiero decir…, creia que no te gustaba, ya sabes, separarte de los ninos, trabajar - dijo.
– Jessica acaba de comenzar el parvulario, asi que tengo tiempo -contesto ella, y bebio un sorbo de vino-. Se trata de un nuevo hotel que han abierto en Lewes, me han ofrecido un puesto en la recepcion, horario flexible, empiezo el proximo lunes.
– ?Por que un hotel? Nunca has trabajado en un hotel. ?Por que no vuelves a la ensenanza si quieres volver a