parecia una tienda de animales, con el escaparate lleno de jaulas pequenas vacias. El cartel sobre el escaparate decia: «Erridge y Robinson. Importaciones y suministros».
Aparcaron el coche un poco mas adelante, luego volvieron atras corriendo bajo la lluvia, Emma-Jane tapandose con el sobre marron grande, y entraron en el local; al abrir la puerta, se disparo un timbre agudo.
El olor impacto a Grace al instante: un hedor fuerte, intensamente acre, rebajado solo un poquito con serrin. Estaban en una zona poco iluminada, totalmente rodeados, del techo al suelo, por jaulas con luces ultravioletas, dentro de algunas vio insectos arrastrandose. Miro dentro de una jaula, a solo unos centimetros de donde estaba, y vio un par de antenas marrones que se movian. Un escarabajo muy grande, demasiado grande y demasiado cerca para su gusto. Retrocedio unos pasos, se seco unas gotas de lluvia de la frente y miro a la detective frunciendo el ceno como diciendo: «?Que clase de lugar es este?».
Luego, vio una arana o, mejor dicho, una pata peluda amarilla y negra, seguida de otra pata, luego otra; cruzo su jaula en tres movimientos rapidos. Era enorme, tenia las patas extendidas y ahora era bien visible; el bicho no habria cabido en un plato llano.
Emma-Jane tambien la estaba mirando; parecia muy incomoda, igual que el. Cuanto mas miraba a su alrededor, mas ojitos y antenas veia que se movian. Y el hedor casi le provocaba arcadas.
Luego, se abrio una puerta interior y aparecio un hombre bajito y delgado de casi cincuenta anos que llevaba un peto marron y una camisa blanca abotonada hasta arriba, pero sin corbata. Tenia los ojos pequenos y recelosos bajo unas cejas grandes y pobladas que parecian dos orugas peleando.
– ?En que puedo ayudarlos? -pregunto con voz aflautada y un tono claramente agresivo.
– ?Es usted George Erridge?
Su respuesta fue muy dubitativa e interminable.
–
– Soy la detective Boutwood -dijo Emma-Jane-. Hablamos ayer. El es el comisario Grace, del Departamento de Investigacion Criminal.
Grace le mostro su placa. El hombre la miro, parecio leer cada palabra, le temblaba la cara, las cejas luchando a brazo partido.
– Si -dijo-. Bien. -Luego miro a los dos agentes en un silencio expectante.
Emma-Jane saco una fotografia en color del sobre y se la entrego al hombre.
– Buscamos a alguien que podria haber suministrado esta criatura a un cliente de Inglaterra.
George Erridge echo solo un vistazo breve a la fotografia y casi al instante dijo:
–
– ?Importa usted insectos tropicales? -dijo Grace. El hombre parecio ofendido.
– No solo tropicales. Europeos, panasiaticos, australianos, de todo el mundo, en realidad.
– ?Es posible que importara este?
– Por lo general, tengo existencias. ?Quiere verlas?
Grace tuvo la tentacion de responder: «No, la verdad es que no», pero contesto diligentemente:
– Si, quiero verlas.
El hombre los condujo por la puerta interior de la que habia salido a un cobertizo de unos treinta metros. Como la tienda, estaba lleno de jaulas desde el suelo al techo; alli el olor aun era peor, mucho mas acre, y la iluminacion era igualmente escasa.
– Este es el cuarto de las cucarachas -les explico Erridge con un toque de orgullo-. Suministramos muchas a la industria farmaceutica, para pruebas.
Grace, que siempre habia odiado las cucarachas, se detuvo y miro dentro de una jaula en la que habia unas veinte criaturas marrones. Se estremecio.
– Es uno de los animales mas fuertes del planeta -dijo el hombre-. ?Sabian que si le cortan la cabeza a una cucaracha puede seguir viviendo hasta quince dias? Sigue regresando a su fuente de alimentacion original. Solo que no puede comer, claro.
– ?Que asco! -solto Emma-Jane.
– No lo sabia -dijo Grace, que estuvo a punto de anadir: «Gracias por compartirlo conmigo».
– Sobrevivirian a un holocausto nuclear. Dejaron de evolucionar hace cientos de miles de anos. No dice mucho en favor de la raza humana, ?verdad?
Grace lo miro, no sabia que responder. Luego el y Emma-Jane lo siguieron por otra puerta interna hasta un cobertizo aun mas largo. A medio camino, George Erridge se detuvo y senalo una jaula pequena.
– Ahi esta -dijo-. Copris lunaris.
Roy Grace se quedo mirando unos momentos antes de ver uno de los escarabajos con sus marcas distintivas, inmovil.
– Entonces, si me permite la pregunta, ?que interes tienen exactamente en estos escarabajos? -dijo Erridge.
Era tan tentador contarselo, y ver la cara que ponia, que Grace tuvo que esforzarse mucho por contenerse.
– No puedo contarle las circunstancias, pero hallamos uno de estos escarabajos en una escena del crimen. Lo que nos gustaria es que confeccionara una lista de los clientes que le hayan comprado uno de estos ejemplares recientemente.
George Erridge se quedo callado, pero junto furiosamente las cejas.
– Solo he tenido un cliente en los ultimos meses. No hay mucha demanda, en realidad. Solo algun que otro coleccionista y museos nuevos, no tengo muchos encargos.
– ?Quien fue el cliente? -pregunto Grace.
Erridge se metio las manos en los bolsillos del peto, luego empujo la lengua contra el labio inferior.
– Mmmm. Era un tipo curioso, como con acento de la Europa del Este. Me llamo hace unas dos semanas y me pidio especificamente si tenia algun Copris lunaris en stock. Dijo que queria seis.
– ?Seis? -dijo Grace, horrorizado. Inmediatamente penso: «?Seis asesinatos como este?».
– Si.
– ?Vivos o muertos?
Erridge lo miro de forma extrana.
– Vivos, claro.
– ?A quien suministra normalmente?
– Como le he dicho, a la industria farmaceutica, museos de historia natural, coleccionistas privados, a veces a companias cinematograficas. Hace poco suministre una tarantula para una produccion de la BBC. Le contare un secreto comercial: los insectos son mucho mas faciles de controlar que otros animales. Si quieres una cucaracha docil, la pones en una nevera cuatro horas. Si quieres una cucaracha agresiva, la pones unos minutos en una sarten a fuego lento.
– Lo recordare -dijo Grace.
– Si -contesto Erridge muy serio-. Es lo que hay que hacer. No sufren. No sienten el dolor igual que nosotros.
– Que suerte.
– Pues si.
– ?Que datos tiene sobre este hombre que compro los seis escarabajos? -pregunto Emma-Jane.
– No tengo ningun dato -contesto George Erridge un poco a la defensiva-. Solo guardo un registro de mis clientes habituales.
– Entonces, ?no habia tratado antes con este hombre? -pregunto la detective.
– No.
– Pero ?lo vio? -pregunto Grace.
– No. Llamo y pregunto si los tenia y me dijo que mandaria a alguien a recogerlos. Mando un taxi privado y el conductor pago en metalico.
– ?De una empresa local?
– No sabria decirle. No utilizo taxis privados, no puedo permitirmelos.
El movil de Grace sono de repente y luego vibro. El comisario se excuso, se alejo del experto en insectos y contesto.
– Comisario Grace -dijo.