Era Branson.
– Hola, viejo -dijo-. ?Como va?
– Estoy de tiendas -dijo Grace-. Estoy comprando tu regalo de cumpleanos. ?Que pasa?
– El tipo que me ha telefoneado durante la reunion, el paranoico al que he tenido que llamar a una cabina y que decia tener informacion sobre el asesinato de Janie Stretton.
– Si -dijo Grace.
– Dice que lo vio en su ordenador despues de introducir un CD que encontro en un tren.
– ?Va a dejarnos echar un vistazo?
– Estoy en ello.
Capitulo 37
El sargento Jon Rye creia que explorar el ordenador de alguien era como explorar su alma, y tenia experiencia mas que suficiente para hacer esa observacion. Habia perdido la cuenta del numero de ordenadores que habia examinado en los ultimos siete anos, seguramente unos cientos, segun habia calculado hacia poco. Y hoy tenia otro, un Mac portatil, con pantalla de quince pulgadas y un ano de antiguedad.
Todavia no se habia encontrado con ningun ordenador que pudiera ocultarle sus secretos a el o a su equipo. Maleantes de todas las calanas -rateros, autores de fraudes, ladrones de coches, estafadores por Internet, pederastas-, todos creian poder limpiar su disco duro y salvarse, pero no era posible borrar un disco. El software que Jon Rye tenia a su disposicion podia recuperar casi todos los datos borrados de un disco y podia sacar todas las huellas digitales de todos los recovecos de un sistema informatico, por muy complejo que fuera, por muy escondidas que estuvieran.
En estos momentos, sentado a su mesa en la Unidad de Delitos Tecnologicos, que dirigia, estaba a punto de examinar el alma de un hombre llamado Tom Bryce. Y no le quedaba mas remedio que trabajar el fin de semana, pues este hombre, que era un testigo en potencia, no un sospechoso, necesitaba el ordenador para trabajar el lunes por la manana.
Jon Rye se jactaba, y no era una fanfarronada, de que le bastaba una hora con el ordenador de un hombre para saber mas de el que su mujer. E, invariablemente, los ordenadores que llegaban a su dominio pertenecian a hombres y no a mujeres.
La Unidad de Delitos Tecnologicos ocupaba un espacio considerable en la planta baja de Sussex House. Para el observador casual, a grandes rasgos no parecia distinta de muchos otros departamentos del edificio. Consistia en una zona abierta con areas de trabajo muy apretujadas; sobre las mesas de varias de estas areas habia grandes torres de servidores, y en algunas tambien descansaban las entranas de ordenadores desmontados. En una de las estanterias desordenadas, entre filas de expedientes ladeados, habia un sobre de azucar Tate and Lyle. Un reloj de Bart Simpson colgaba en la pared encima de una mesa, a la que estaba sentado atentamente frente a su teclado Joe Moody, un hombre corpulento con coleta, camiseta y vaqueros, que registraba las imagenes de un grupo de vandalos adolescentes mas estupidos de lo habitual, que se habian sacado fotografias incendiando un coche que habian robado.
Una seccion de la sala estaba separada del resto por una jaula; albergaba la Operacion Glasgow, una importante investigacion contra la pornografia infantil que llevaba en marcha dos anos y que estaba a punto de destapar una de las mayores redes de Europa. La jaula era para evitar la contaminacion de las pruebas con el resto del departamento. Hoy habia cuatro personas trabajando en la jaula, y Rye no las envidiaba. Todos los dias, durante los ultimos veinticuatro meses, habian tenido que pasarse horas mirando fotos asquerosas de actos sexuales con ninos. La mayor parte del trabajo de Jon Rye tenia que ver con presuntos pederastas, y nada atenuaba la ira que sentia cada vez que veia una de esas fotografias. Dios santo, habia gente muy enferma suelta por el mundo. Demasiados, maldita sea.
Las persianas venecianas estaban cerradas a las vistas lugubres del bloque de celdas, que el chaparron que caia aun hacia mas deprimente. Pero al menos hoy la temperatura del despacho era tolerable; la mayoria de los dias de verano hacia demasiado calor, el aire se viciaba y las malditas ventanas no podian abrirse.
Jon Rye era un hombre duro, enjuto y nervudo de treinta y ocho anos, cara agresiva y aninada y pelo rubio, escaso y corto. Llevaba una camiseta blanca de manga corta, pantalones azul marino y zapatos negros, la misma ropa sencilla, casi de uniforme, que se ponia para ir a trabajar todos los dias, y le daba igual que hoy fuera sabado. Ultimamente la excepcion para el era no ir a trabajar los sabados.
A Jon siempre le habian interesado la tecnologia y los aparatejos, y cuando el uso de los ordenadores comenzo a explotar hacia una decada, vio las nuevas y grandes oportunidades que abriria a los delincuentes y lo mal equipada que estaba la policia por aquel entonces para hacer frente a los delitos informaticos. Decidio que el trabajo de mayor seguridad en la policia estaria en delitos informaticos y que despues de retirarse del cuerpo, con su experiencia en el campo, le resultaria facil encontrar un trabajo en el mundo civil que estuviera bien pagado.
Habia renunciado a intentar convencer a su mujer, Nadine, de que aquel trabajo de locos era solo temporal y de que no se dedicaria a eso para siempre; o quizas ella habia renunciado a escucharle cuando se lo decia. Miro a su alrededor a algunos de los otros miembros de su equipo que tambien estaban hoy en el departamento; se pregunto cuantos tendrian problemas en casa por estar alli.
El hecho era que estaban desbordados. Ahora mismo llevaban un retraso de nueve meses con los ordenadores incautados que esperaban ser examinados «forensicamente»; como siempre, todo era cuestion de recursos. Sospechaba que los jefes preferian gastar el dinero en hacer mas visible a la policia -sacandola a la calle para atrapar a ladrones, atracadores y traficantes de drogas y presentar asi unas buenas estadisticas- y que consideraban que la Unidad de Delitos Tecnologicos era necesaria, pero que no hacia ganar demasiados puntos a la policia de Sussex.
Bastantes de los miembros de su equipo eran verdaderos freaks de la informatica, reclutados fuera de la policia: un par salidos directamente de la universidad, otros de departamentos de informatica de la industria y del Gobierno local. En el area de trabajo que tenia justo detras, observo al mas
Gidney, de veintiocho anos, era rarito de verdad. Estaba tan delgado que casi daba pena; por el color de su tez se diria que no habia salido nunca al aire libre, no habia duda de que se cortaba el mismo el pelo; llevaba una ropa y unas gafas que parecian salidas de la liquidacion por cierre de una tienda de segunda mano y tenia una conducta por lo general antisocial, pero era un genio absoluto en su trabajo, el miembro mas inteligente de su equipo de lejos. Hablaba con fluidez siete lenguas, incluido el ruso, y aun no se le habia resistido nunca ninguna contrasena.
En realidad, no necesitaban contrasenas para entrar en un ordenador, porque el software que utilizaban les permitia acceder por una puerta trasera, pero habia algunos archivos protegidos con contrasenas que les daban problemas. Durante la mayor parte de la semana anterior, Andy habia estado trabajando en un archivo especialmente rebelde incautado al sospechoso de un gran fraude en el que se habian clonado paginas web de bancos que operaban a traves de Internet. Se negaba a abandonar y permitir que mandaran la maquina a un centro especializado en desencriptacion.
A Jon no le caia bien Gidney pero admiraba su tenacidad y respetaba sus habilidades. Hacia tiempo que habia aceptado que las personas de esta unidad eran muy distintas a los policias locos por la velocidad con los que solia trabajar en Trafico, donde habia pasado casi diez de sus veinte anos hasta la fecha en el cuerpo. En Trafico, principalmente se presenciaban cosas horribles y a veces tragedias estremecedoras. Pero alli, en la Unidad de Delitos Tecnologicos, se veia el verdadero lado oscuro de la naturaleza humana.
Comenzo, como hacia en todos los casos, llevando el ordenador a la sala de pruebas cerrada con llave, donde las paredes estaban llenas de estanterias de madera repletas de ordenadores incautados. Todos se consideraban escenas del crimen y estaban guardados en bolsas de plastico translucidas y brillantes, y etiquetados. Algunos llevaban mucho tiempo alli. En el suelo, en varias bolsas de basura, apiladas con mas equipo informatico, estaba el resto del material.
Rye puso el portatil de Tom Bryce en una mesa, desatornillo la carcasa y saco el disco duro, que conecto con cuidado a una caja de acero alta y rectangular con el frente de cristal. La caja contenia un aparato de proteccion