clases de mantenimiento y durante los ultimos tres anos habia hecho de canguro para ellos en algunas ocasiones. Durante ese tiempo, habia advertido su evolucion de nina a persona mas madura. Y esta noche era -no habia otra forma de expresarlo- puro sexo andante.

Ahora tenia diecisiete anos, quizas incluso dieciocho, y era bajita y rubia, un clon de Britney Spears con un cuerpazo, gran parte del mismo visible. Llevaba una camiseta brillante casi transparente, la minifalda mas corta que habia visto y botas de charol que le llegaban a los muslos. Iba cuidadosamente maquillada y se fijo en que llevaba las unas pintadas con esmalte de purpurina y que agarraba con fuerza un movil muy glamuroso. Era muy chabacana.

?Sus padres la habian dejado salir asi de casa para hacer de canguro? Penso, consternado, que dentro de no muchos anos, Jessica se emperifollaria igual que ella.

– Buenas noches, senor Bryce -dijo alegremente.

– ?Como estas, Mandy?

– Bien. Tengo examenes este mes, asi que estoy empollando mucho.

– ?Y esa es tu ropa de empollona? -le dijo sonriendo.

– Si, asi es -contesto la chica muy seria, sin pillar el chiste. Luego anadio-: He aprobado el carne de conducir.

– Genial. ?Bien hecho!

– A la tercera. Mi madre me ha dicho que me dejara su coche alguna vez. Tiene un Toyota nuevecito.

– Que generosa -dijo Tom, y registro mentalmente otra de las cosas por las que no le hacia ilusion que Max y Jessica crecieran.

Kellie volvio al salon.

– Volveremos sobre las doce y media, Mandy. ?De acuerdo?

– Si, genial. Pasenlo bien.

Tom levanto el vaso vacio, lanzo otra mirada larga y lujuriosa a la chica y, de repente, se dio cuenta de que estaba un poco borracho. Debia tener cuidado. Philip Angelides ocupaba una buena posicion en la ultima clasificacion de los mas ricos del Sunday Times, con una fortuna personal estimada en mas de doscientos cincuenta millones de libras. Tenia un imperio empresarial que incluia una empresa de farmacos genericos, una cadena de concesionarios de coches, un grupo de agencias de viajes, una constructora de urbanizaciones en Espana y una empresa de gestion deportiva de mucho exito; todas estas areas podian requerir los productos BryceRight.

Tom lo habia conocido, como conocia a muchos de sus clientes potenciales, en el club de golf. Se decia que tenia una casa imponente en el campo, a media hora en coche de Brighton. La invitacion a cenar de esta noche implicaba una gran oportunidad. Aunque hoy Tom no estaba de humor para salir.

Habia estado inquieto todo el dia desde que habia ido a la central del Departamento de Investigacion Criminal en el poligono de Hollingbury y le habia contado su historia a aquel sargento negro tan alto. El sargento Branson parecio tomarse todo lo que le conto muy en serio y le aseguro que trataria el asunto con absoluta confidencialidad. Sin embargo, le habia puesto sumamente nervioso que Branson le preguntara si podian quedarse su portatil durante el fin de semana para ver que podian averiguar. Habia regresado al edificio con el ordenador un poco mas tarde aquella manana, con muchas dudas, aunque Kellie se mantuvo firme en su opinion de que estaba haciendo lo correcto.

Por la tarde habia realizado un recorrido de golf desastroso, uno de los peores partidos que habia jugado en su vida. Su cabeza no estaba por la labor. Tenia miedo; una oscuridad profunda e insidiosa se cernia sobre el. No podia dejar de pensar en lo que habia hecho: habia puesto en peligro a su mujer y a sus hijos.

Quiza, solo quizas, habia cometido el peor error de su vida.

Capitulo 39

– Un vodka con tonica, por favor -dijo Cleo Morey.

El camarero miro a Roy Grace.

– Tomare una Peroni. -Luego cambio de opinion y decidio, de repente, que necesitaba un chute de alcohol mas fuerte que una cerveza, a pesar de tener que conducir. Ya se preocuparia de eso mas tarde-. Bueno no, que sea un Glenfiddich doble con hielo.

Estaban sentados a una mesa situada hacia el fondo del Latin, en los Lanes, un restaurante italiano cerca del paseo maritimo de Brighton. Podria haber escogido un restaurante mas nuevo y moderno, como el del hotel Du Vin; uno mas elegante, mas imaginativo, como el Blanche House; habia un monton de restaurantes a los que nunca habia ido con Sandy.

Entonces, ?por que habia escogido el preferido de el y su mujer?

No tenia clara la respuesta. Quiza porque conocia el sitio y penso que se sentiria comodo alli, sabria que iba a encontrarse. ?O era un paso mas para enterrar el recuerdo de Sandy?

Reconocio algunos rostros de los viejos tiempos entre el personal, y un par de ellos parecieron recordarle - aunque no de nombre- y lo recibieron como a un amigo al que le habian perdido la pista hacia tiempo. El lugar tenia el ambiente de un sabado por la noche; a las nueve -mas tarde de lo que Grace habia planeado- todas las mesas estaban ocupadas.

La reunion de las seis y media se habia alargado mas de lo previsto y habia tenido que quedarse un poco mas, para realizar los seguimientos, aunque en realidad solo se habia producido un avance durante el dia.

Bella habia localizado al anterior novio de Janie Stretton, Justin Remington, y habia descubierto que acababa de llegar aquella manana de su luna de miel en Tailandia. Habia ido a verle, y ahora opinaba, respaldada por los sellos de los visados en el pasaporte, que podian tacharle de la lista de sospechosos.

El rastreo del detective Nicholl por bares, pubs y discotecas de la zona de Brighton y Hove con una fotografia de Janie Stretton no habia aportado nada, de momento. Parecia que Jon Rye, de la Unidad de Delitos Tecnologicos, era quien habia dado con la primera prueba de verdad.

El examen que habia realizado el sargento Rye del ordenador del testigo que habia declarado ante Branson aquella manana revelo que aquel hombre -al parecer sin saberlo- habia seguido una ruta de Internet compleja hasta un servidor de Albania. Se trataba de la misma ruta, de las mismas direcciones IP y de los mismos protocolos hallados en el ordenador incautado a un sospechoso en una importante investigacion sobre una red de pornografia infantil que el sargento Rye habia examinado hacia poco. Su propietario, Reginald D'Eath, ya figuraba en la lista de los delincuentes sexuales y habia sido condenado anteriormente por agresiones sexuales con violencia, asi como por trafico de pornografia infantil.

D'Eath, que ahora era un testigo clave de la acusacion en un caso de pornografia infantil que estaba preparandose contra una organizacion rusa que operaba en el Reino Unido, se hallaba ahora escondido por su propia seguridad en una casa segura proporcionada por el servicio de proteccion de testigos. Despues de la reunion, Grace habia estado una hora al telefono en vano, hablando con una agente de guardia muy apegada a las reglas, primero con buenos modales, luego perdiendo los estribos, para intentar conseguir que aquella maldita mujer le pasara con alguien que autorizara la divulgacion de la direccion de Reggie D'Eath. Al final, habia tenido que conformarse con arrancarle la promesa de que alguien le llamaria manana a las diez.

Cleo, sentada a la mesa frente a el, con los cubiertos brillantes y las copas relucientes, estaba simplemente deslumbrante. Su pelo resplandecia a la luz de la vela temblorosa, y sus ojos eran del color de la luz del sol sobre el hielo. Llevaba un perfume que seducia a Grace. Flotaba hacia el, anulando los tentadores olores del aceite de oliva caliente, el ajo frito y el pescado dorado que salian de la cocina. Lo inhalo, y cada vez estaba mas excitado.

En realidad, le excitaba todo de ella. Su nariz chata y bonita, sus labios rosados, su barbilla con hoyuelo. Su fina chaqueta color crema, la amplia camiseta gris escotada, el panuelo de ocelote alrededor del cuello esbelto, sus pendientes grandes y originales, pero elegantes. Se fijo en que llevaba mas anillos en los dedos: un sello de oro con un emblema, una antiguedad elaborada con un gran rubi incrustado en un broche de diamantes y una sortija moderna de plata con una piedra cuadrada azul palido.

Era una belleza inglesa clasica en todos los sentidos. ?Y estaba aqui, cenando con el! No podia controlar los nervios que sentia en el estomago. Todos los camareros la miraban. Tambien los otros comensales. Era, de lejos,

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