– No creo que una mujer deje su vida asi como asi, que lo abandone todo -dijo Cleo-. A no ser… -Dudo.

– ?A no ser? -la animo el a continuar.

– A no ser que huyera de un maltratador -contesto mirandolo fijamente. Luego, sonrio y dijo con dulzura-: Y tu no tienes pinta de maltratador.

– Creo que sus padres en el fondo aun sospechan que la tengo enterrada en el sotano.

– ?En serio?

Grace apuro el vaso.

– Supongo que creen que todas las demas posibilidades se han agotado.

– ?Llegaron a acusarte?

– No, son buena gente. No harian algo asi…, pero lo veo en sus caras. Me invitan de vez en cuando a tomar algo o a comer algun domingo, para mantener el contacto, pero lo que quieren, en realidad, es que los ponga al dia. Nunca tengo mucho que contarles, y veo que me miran de forma rara, como si se preguntaran: «?Cuanto tiempo mas seguira con estas mentiras sobre Sandy?».

– Es terrible -dijo Cleo.

Grace se quedo mirando el conjunto de brazaletes brillantes alrededor de la muneca de Cleo, pensando que tenia muy buen gusto en todo.

– Era su unica hija. Su desaparicion les destrozo la vida. Lo he visto en otras situaciones, por mi trabajo. La gente necesita algo a lo que aferrarse, algo en lo que centrar sus emociones. -Dio otra calada al cigarrillo y echo la ceniza en el cenicero junto a la etiqueta del precio de la chaqueta-. Bueno, ya basta de hablar de mi. Quiero saber cosas de ti. Hablame de la otra Cleo Morey.

– ?La otra Cleo Morey?

– La que aparece cuando sales del deposito de cadaveres.

– Aun no -lo martirizo-. Aun no he acabado contigo, ni mucho menos.

Grace vio que Cleo tambien se habia terminado la copa, asi que llamo la atencion del camarero y pidio otra ronda para cada uno. Luego se volvio hacia ella.

– Lo siento, ahora te toca a ti contestar una pregunta.

Ella hizo una mueca, que le hizo sonreir.

– Quiero saber -dijo Grace- por que la mujer mas guapa del mundo trabaja en un deposito de cadaveres, haciendo el trabajo mas horrible del mundo.

– Era enfermera, me licencie en la Universidad de Southampton. No se me daba muy bien. No lo se, quiza no tenia la paciencia suficiente. Luego trabaje un par de semanas en el deposito del hospital y vi…, no sabria como describirlo, simplemente senti que por primera vez en mi vida estaba en un lugar donde podia ser util. ?Has leido alguna vez a Chuang Tse?

– Solo soy un poli estupido de los barrios bajos de Brighton. Nunca leo nada intelectual. ?Quien es?

– Un filosofo chino taoista.

– Claro. Que estupido por no saberlo.

Cleo metio los dedos en el vaso, los mojo en el hielo y le tiro una gota de agua.

– No seas antipatico.

El cerro los ojos cuando le dio en la frente.

– No soy antipatico.

– ?Si lo eres!

– ?Dime que dijo ese Chuang Tse!

– Dijo: «Lo que para el gusano de seda es el fin del mundo, para el senor es una mariposa».

– ?Asi que conviertes los cadaveres en mariposas?

– Ojala.

Fueron los ultimos en marcharse del restaurante. Grace estaba tan absorto en Cleo -y tan borracho- que no se dio cuenta de que los ultimos clientes se habian ido hacia media hora larga y que el personal esperaba pacientemente para cerrar.

Cleo quiso pagar la cuenta, pero Grace la cogio del plato con firmeza.

– De acuerdo -dijo ella-. Yo pago la siguiente.

– Hecho -dijo el, y lanzo la tarjeta, esperando que le quedara algo de credito.

Unos minutos despues, salieron tambaleandose al viento borrascoso. Grace le sujeto la puerta del taxi. El subio despues, la cabeza le daba vueltas.

Habia perdido la cuenta de lo que habian bebido. Dos botellas de vino, luego sambuca. Luego, mas sambuca. Y habian comenzado con varias copas. Deslizo un brazo por el asiento y Cleo se acurruco comodamente contra el.

– Ha eshtado bien -dijo Grace arrastrando las palabras-. O shea, que de verdad…

Entonces Cleo apreto sus labios contra los de el. Eran suaves, mucho, increiblemente suaves. Noto su lengua avida contra la suya. Al cabo de lo que parecieron solo unos segundos, el taxi se detuvo delante del piso de Cleo, en el moderno barrio de North Laines, en el centro de la ciudad. A pesar de la borrachera, reconocio el bloque, un viejo edificio industrial reformado recientemente. Le habian dado mucha publicidad.

Le pidio al taxista que esperara mientras se bajaba y la acompanaba a la verja de entrada y, de repente, cuando llegaron, no supo que protocolo seguir. Entonces, sus bocas volvieron a encontrarse. La abrazo con fuerza, tambaleandose un poco, mientras le pasaba las manos por el pelo largo y sedoso e inhalaba su perfume, absolutamente embriagado por la noche, por sus olores, por su suavidad y calidez.

Parecio que habia pasado solo un instante cuando se desperto con un sobresalto en el asiento trasero del coche, solo, con el pitido de un mensaje entrante. «Mierda. Trabajo.»

Pulso a tientas las teclas para leer el mensaje. Era de Cleo. Decia, simplemente: «Un beso».

Capitulo 40

Kellie estaba callada, las farolas naranjas iluminaban su rostro mientras Tom conducia el Audi por la carretera de Londres de vuelta a Brighton. La radio estaba bajita; apenas oia la cancion de Louis Armstrong, We have all the time in the world, una cancion que siempre lo conmovia. Subio un poco el volumen, agotado, intentando no dormirse, y totalmente sobrio. El reloj del coche marcaba la una y cuarto.

La velada en casa de Philip Angelides habia ido bien, pero el ambiente era artificial. Hacia algunos anos, el y Kellie se habian hecho socios del National Trust, y solia gustarles ir a visitar distintas mansiones los domingos por la tarde. Algunas de las casas en las que habian estado eran mas pequenas que la imponente construccion de estilo isabelino que habian visto hoy.

Eran dieciseis comensales sentados a la mesa antigua, servida por un sequito de criados acartonados. Angelides obligo a cada invitado a adivinar la procedencia primero del vino blanco, luego del tinto, comenzando por el pais de procedencia y siguiendo luego con la uva, el estilo, la bodega y el ano.

Caro Angelides, la esposa del magnate, era seguramente la mujer mas estirada que Tom habia tenido la desgracia de tener al lado en una mesa, y la mujer de su derecha, cuyo nombre habia olvidado, no era mucho mejor. Su unico tema de conversacion eran los caballos, y pasaba de los certamenes de hipica a la caza, y otra vez a los certamenes. No recordaba que ninguna de las dos le hubiera hecho ni una sola pregunta sobre el en toda la noche.

Mientras tanto, Kellie habia tenido que escuchar al hombre de su derecha jactandose de lo inteligente que era, y el hombre de su izquierda, un banquero empalagoso que se habia ido emborrachando cada vez mas, no habia dejado de ponerle la mano en la pierna e intentar metersela por debajo de la falda.

Era evidente que el resto de los invitados eran muy ricos y de un ambiente social completamente distinto al de Tom y Kellie, pues ninguno de los dos habia estado nunca en contacto con vinos buenos. A Tom le habia molestado en particular que su anfitrion menospreciara las elecciones de Kellie. Ademas, no tuvo ocasion de hablar de negocios con el. De hecho, mientras conducia se pregunto por que los habia invitado Philip Angelides. ?Salvo para presumir delante de ellos tal vez?

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