Capitulo 41

Roy Grace, mareado en su asiento en el taxi, que avanzaba a sacudidas, se quedo mirando la pantalla de su telefono. Las dos unicas palabras: «Un beso».

Le costaba mucho enfocar y, a pesar -o a causa- de la borrachera, sus emociones eran un caos. Las farolas y los faros de los coches pasaban a toda velocidad. En la radio con interferencias del taxi, un oyente de un programa de madrugada hablaba enfurecido sobre Tony Blair y acerca de la Seguridad Social. Miro la hora. La una y diez. ?Como habia ido la noche?

Todavia podia saborear a Cleo en sus labios. Podia oler su perfume en el taxi, en su ropa. Dios santo, era preciosa. Todavia estaba empalmado. Habia salido del maldito restaurante con una ereccion. Y si ella le hubiera invitado a entrar, ?habria…?

Y sabia la respuesta.

Pero no le habia invitado.

Inhalo profundamente, pero esta vez lo unico que percibio fue el olor rancio a plastico del interior del taxi: «Cuatro putas horas esperando, mi madre tiene cancer ?y la hicieron esperar cuatro horas con la cabeza abierta antes de que alguien la visitara!», dijo el hombre de la radio con resentimiento.

– Es una verguenza, ?verdad? -intervino el taxista

– Desde luego -dijo Grace distraidamente, concentrandose en el teclado del telefono.

– Una senorita muy guapa. Creo que la conozco. Me parece que la he visto en algun lugar.

– La mayoria de la gente solo la conoce cuando se muere.

– ?En serio? -dijo el taxista, desconcertado-. ?Es un angel?

– Exacto -dijo Grace, abstraido, aun concentrado en el movil.

Tecleo: «Besos». Luego mando el mensaje.

Cuando llego a casa, varios minutos despues, se sintio decepcionado porque no recibio ninguna respuesta.

Capitulo 42

Tom se desperto sobresaltado, se sentia embotado y confuso, notaba un rugido en los oidos y, por un momento, fue incapaz de averiguar donde estaba. En la television, ponian una carrera de motos y, cuando comenzo a pensar con mayor claridad, comprendio que el ruido venia de alli.

Al buscar el mando, vio un vaso vacio de brandi en el suelo, a sus pies, y entonces cayo en la cuenta. Se habia quedado dormido. ?Que hora era?

El reloj del DVD marcaba las 4.10. No podia ser. Miro su reloj. Las 4.09.

Un grupo de motos, todas muy juntas, pasaban con gran estruendo por una recta que reconocio del circuito de Silverstone. Hacia un par de anos le habian invitado a la zona VIP, y tambien habia ido al Gran Premio de Gran Bretana un par de veces. Ahora las motos frenaron y se inclinaron para entrar en la curva Copse. Encontro el mando, apago el televisor y se levanto despacio. Estaba agarrotado.

?Por que no le habia despertado Kellie cuando habia llegado? Con el vaso vacio, salio al vestibulo; aun notaba la cabeza embotada y el cuerpo pesado. Dejo el vaso en la cocina, luego reunio las fuerzas suficientes para subir las escaleras. Avanzo por el descansillo, intentando no despertar a nadie -aunque seguramente la carrera de motos ya se habia encargado de eso-, y abrio la puerta de su habitacion. Al instante, vio que algo no andaba bien.

Las cortinas estaban descorridas y la luz gris previa al amanecer permitia ver que la cama estaba vacia.

Kellie no estaba.

De repente, estaba muy despierto.

Muy de vez en cuando en el pasado, cuando uno de los ninos tenia una pesadilla, Kellie se metia en la cama con ellos unas horas. Se pregunto si seria el caso, asi que fue a mirar a sus cuartos. No estaba alli.

Luego, maldiciendo su estupidez, bajo corriendo las escaleras, abrio la puerta y miro en el garaje. Estaba vacio.

Para estar absolutamente seguro, salio a la calle y miro a derecha e izquierda, por si habia aparcado el Audi alli por algun motivo y se habia quedado dormida. Pero no habia rastro del coche.

Volvio a consultar el reloj, intentando calcular cuanto rato se habia quedado dormido. ?A que hora habia llevado a la canguro a casa? Sobre la una y media. Hacia dos horas y media. ?Dos horas y media para hacer un trayecto de seis kilometros?

Un escalofrio glacial le recorrio el cuerpo. ?Habia tenido un accidente? ?Le habria llamado alguien de la policia ya, si hubiera sido asi?

?Estaba teniendo un largo momento Kellie a solas, ahi fuera en la oscuridad, en algun lugar? Sabria que Tom estaria preocupado, ?no?

De todos modos, ese era el tema, parte del problema de Kellie; a veces hacia las cosas mas irracionales sin pensar en las consecuencias. En realidad, nunca habia hecho nada que pusiera en peligro a los ninos, pero a menudo no pensaba, simplemente. Como aquella vez que habia comprado una de sus innumerables «gangas» en eBay: siete dias en una clinica de adelgazamiento en Champney la misma semana en la que el se iba a Alemania a una feria. Se le habia olvidado por completo que iban a hacer con los ninos.

En un par de ocasiones tambien habia desaparecido tranquilamente, una todo el dia; otra, durante mas de veinticuatro horas. Tom se habia desesperado las dos veces, habia llamado a todos los hospitales del sur de Inglaterra para ver si habia tenido un accidente; se habia preguntado si tenia una aventura. Entonces habia vuelto, y parecio darle igual que el hubiera tenido que cogerse el dia libre para hacerse cargo de los ninos. Le dijo que, de repente, habia sentido que necesitaba «espacio».

Tom penso en unas horas antes, cuando Kellie habia tenido uno de sus momentos silenciosos en el coche. ?Era lo que estaba haciendo ahora, buscar «espacio»? Que amable de su parte haberselo dicho.

Cogio el telefono inalambrico del dormitorio y marco el numero de su movil. Segundos despues oyo el tono histerico de la rana loca abajo y colgo. Se habia dejado el telefono en casa.

Genial.

Se sento en la cama, pensativo. Dios santo, la queria muchisimo, a pesar de sus rarezas. Tenian sus diferencias, pero estaban muy comodos juntos en muchos sentidos. Le habia encantado contemplarla hoy mientras cenaban. Si, no encajaba en ese nido de viboras -ninguno de los dos-, pero se las habia arreglado; habia mantenido la cabeza erguida; estaba preciosa; habia dicho cosas bonitas de el, habia hablado maravillas de su negocio a las personas sentadas a su lado.

Luego, penso en la envidia que habia detectado en su voz, hoy, de regreso en el coche, cuando le habia preguntado si le gustaria vivir en una casa tan grande como la de Angelides: «Si, por que no, si tuviera todos esos criados. Seguro que algun dia la tenemos. Creo en ti».

Todavia no habia reunido el valor suficiente para comunicarle la noticia de que quiza pronto tendrian que vender la casa y recortar gastos. No sabia como hacerlo, no queria ver el dolor que causaria. Y, por encima de todo, no queria aparecer como un fracasado ante sus ojos.

«Dios santo, ?donde estas, carino?»

Se levanto y dio unas vueltas por la habitacion, el miedo le agarraba las entranas. Eran las cinco menos veinte. No sabia si llamar a los padres de Mandy Morrison para preguntarles si Kellie la habia dejado en casa sana y salva. Pero si la chica no hubiera llegado todavia, sus padres le habrian llamado inquietos.

Aun vestido, la cabeza zumbandole, se apoyo en la cabecera, esperando escuchar un coche subiendo por la calle, pero lo unico que oyo fueron los primeros gorjeos de los pajaros. Al cabo de unos minutos, a pesar de la hora que era, llamo a casa de Mandy Morrison; contesto su padre, muy dormido, que le aseguro que la chica habia llegado a casa sana y salva hacia las dos menos cuarto.

Le dio las gracias, llamo a informacion y pidio el numero del hospital del condado de Sussex. Unos minutos despues, le conectaron con una mujer de voz cansada, con Urgencias. Le aseguro que en las ultimas horas no

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