– No hay duda. Es el tren rapido de las 18.10 que sale de Victoria, el que usted me dijo que mirara -contesto Branson-. Avance un poco la cinta. Es probable que aun no se haya bajado todo el mundo.

Tom pulso el play y toda la gente cobro vida de nuevo. Escudrino las puertas abiertas del tren, muchas de las cuales volvieron a cerrarse, intentando calcular en que vagon se habia sentado. Era mas o menos el cuarto si empezaba a contar por el principio, creia que era el que estaba mirando ahora.

Y entonces lo vio.

El hombre corpulento de rostro aninado, vestido con una camisa estilo safari y unos pantalones anchos sin forma y con una bolsa de viaje pequena en la mano, estaba bajando ahora al anden y miraba a su alrededor detenidamente, casi como si quisiera asegurarse de que no habia moros en la costa antes de salir.

«?Por que?», se pregunto Tom, clavando un dedo en el boton de pausa.

El hombre se detuvo a medio paso, el pie izquierdo enfundado en una deportiva en el aire, la cara ligeramente inclinada hacia la camara, pero sin percatarse de ella. Aunque la expresion de profunda consternacion de su rostro era manifiesta.

Tom Bryce pulso el play otra vez y al cabo de unos momentos, las preocupaciones del hombre parecieron desvanecerse y comenzo a caminar, casi con garbo, hacia la salida. Paro la cinta otra vez.

– Es este -dijo.

Branson miro al hombre, estupefacto.

– Acerque la imagen, ?quiere? Hacia la cara.

Tom toqueteo a tientas los controles, luego acerco la imagen, un poco a sacudidas, hasta que tuvo enfrente la cara del capullo.

– ?Esta absolutamente seguro?

Tom asintio.

– Si. Es el. Segurisimo.

– ?No existe ninguna posibilidad de que se equivoque?

– No.

– Muy interesante -dijo el sargento.

– ?Sabe quien es?

– Si -dijo Branson; su voz se volvio sombria-. Sabemos quien es.

Capitulo 54

Poco antes de las cinco, el sargento Jon Rye estaba sentado a su mesa en la Unidad de Delitos Tecnologicos, trabajando aun en el ordenador de Tom Bryce, cuando sono su linea directa. Descolgo el telefono.

– Jon Rye -dijo.

– Hola. Soy Tom Bryce. En realidad estoy en su edificio, arriba, en la sala de visionado… Me preguntaba si…, si mi ordenador estaba listo. Podria…, podria pasarme… a recogerlo. Ne…, necesito trabajar esta noche. Yo… tengo…, tengo que preparar una reunion muy importante para manana. ?Como le va?

«Suenas fatal. Tu necesitas trabajar y yo necesito ir a casa y salvar mi matrimonio», penso Jon Rye. En el departamento solo quedaban el y Andy Gidney, sentado a poca distancia al otro lado de la sala, a estas horas, un domingo por la tarde. ?No eran unos seres pateticos?

Gidney, con el iPod enchufado a las orejas como siempre, estaba encorvado sobre el teclado, la mesa llena de latas vacias de Coca-Cola y tazas de cafe de plastico de las maquinas expendedoras, haciendo clic sin cesar, tratando de descifrar el codigo que llevaba toda la semana resistiendosele.

A Rye le preocupaba el freak, parecia un alma perdida. Al menos, cuando el se marchaba del edificio, tenia un hogar esperandole. Nadine podia ser rancia a veces, pero habria un plato en la mesa, podria hablar con los ninos. Una especie de normalidad. ?Cual era la normalidad de Gidney?

Aunque, ?cual era la normalidad de la gente que trabajaba aqui? La mayoria de las semanas consistian en ver porno en ordenadores incautados. Y la inmensa mayoria no eran imagenes normales excitantes y agradables, tipo desplegable del Playboy, sino hombres de mediana edad con ninos pequenos, algunos de los cuales ni siquiera habian cumplido los dos anos. Algo que nunca, ni en mil millones de anos, podria llegar a comprender. ?Como podia excitar eso a alguien? ?Como podia alguien hacer eso con ninos inocentes? ?Como podia un hombre de cuarenta anos sodomizar a un nino pequeno, y luego vivir sabiendo lo que habia hecho?

La respuesta, tristemente, era demasiado facil y excesivamente habitual.

Sabia exactamente que habria hecho si hubiera sorprendido a alguien toqueteando a sus hijos cuando eran pequenos. Habrian intervenido una hoja de afeitar y un soplete.

Oyo un estruendo repentino de ruidos electronicos extranos que, para su fastidio, cada vez le resultaba mas familiar. El movil de Gidney. El freak se quito los auriculares del iPod y contesto al telefono con voz monotona, carente de emocion.

– Ah, hola -dijo.

Rye sabia mas o menos donde vivia Gidney, cerca del Level, por el hipodromo, en un estudio. Era una zona de casas adosadas victorianas y eduardianas muy juntas, construidas originariamente como viviendas para artesanos, monopolizadas ahora en su mayoria por estudiantes y solteros jovenes. ?Quien esperaba al freak en casa cuando volvia a casa, si es que volvia alguna vez? ?Una lata de alubias que calentaba en el unico fogon de la cocina? ?Otra pantalla de ordenador? ?El Guardian -que siempre llevaba debajo del brazo a trabajar pero que nunca parecia leer- y un fajo de revistas informaticas?

– Necesito una media hora mas -le dijo Rye a Tom Bryce-. ?Puede esperar o quiere que pase a devolverselo cuando me vaya a casa?

– Si. Yo… tengo hijos, necesito volver. Gracias -dijo Bryce-. Si puede pasarse se lo agradeceria.

– De acuerdo, tengo su direccion. Ire en cuanto pueda.

Miro la hora, queria asegurarse de que tendria tiempo suficiente de llegar a casa para ver el unico programa de television al que estaba enganchado, Top Gear. Aunque hacia anos que habia dejado de ser policia de Trafico, seguia siendo un loco de los coches.

Mientras colgaba, vio que Gidney, con el anorak puesto y una mochila pequena al hombro, se dirigia hacia la puerta. Sin despedirse. Dios santo, siempre hacia igual, ?que modales!

Rye tardo mas de lo que habia pensado en terminar su examen y vio, sintiendose un poco culpable, que habia pasado mas de una hora y media desde que habia hablado con Tom Bryce. Por fin cerro el portatil del hombre y estaba a punto de levantarse cuando sono el telefono.

Era un operador del centro de atencion de llamadas situado en un edificio de Mailing House, la comisaria central de la policia, donde se atendian las llamadas no urgentes de los ciudadanos.

– ?Es la Unidad de Delitos Tecnologicos? -dijo el operador.

Rye respiro hondo, resistiendo la tentacion de decirle al hombre que se habia equivocado de numero.

– Al habla el sargento Rye.

– Tengo a un tipo que se queja de que alguien esta utilizando su conexion inalambrica a Internet sin su permiso.

– ?Por favor! -dijo Rye, casi explotando. No tenia tiempo para aquello en absoluto-. ?Si tiene una conexion inalambrica a Internet, solo tiene que activar la contrasena para protegerla!

– ?Le importaria hablar con el, senor? -dijo el operador-. Es la tercera vez que registramos una llamada suya este mes. Esta un poco nervioso.

«Bienvenido al club», penso Rye.

– Pasemelo -dijo a reganadientes.

Al cabo de un momento, oyo la voz de un hombre mayor, con un acento gutural aleman.

– Si, hola. Me llamo Andreas Seiler. Soy ingeniero. Ahora estoy jubilado, pero estaba construyendo puentes. -Luego solo oyo un silbido de interferencias. Rye espero un poco.

Entonces, para romper el silencio -y ver si el hombre seguia al telefono- dijo:

– Esta hablando con el sargento Rye de la Unidad de Delitos Tecnologicos. ?En que puedo ayudarle? -«No es que necesite desesperadamente un puente», tuvo la tentacion de anadir.

– Si, gracias. Alguien me esta robando el Internet.

Вы читаете Muerte Prevista
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату