– ?Si?
– ?Senor Bryce?
Era el sargento Branson. «Mierda.» Colgo. Al cabo de unos momentos, oyo el doble pitido de un mensaje.
Lo escucho. Era el sargento Branson, por tercera vez le pedia que lo llamara.
«Kellie, carino, ?llamame, por el amor de Dios!»
En el retrovisor aparecieron unos faros. Aunque solo iba a sesenta y cinco por una autovia, esta vez el coche permanecio detras, pegado a el. Aminoro la marcha hasta los cincuenta kilometros por hora. Los faros siguieron detras de el. Se le hizo un nudo en la garganta.
El movil volvio a sonar. En la pantalla aparecio un numero que no reconocio. Contesto, la voz cauta, temblorosa.
– ?Diga?
– Senor Bryce, ?como le va? -dijo una voz de hombre con un acento gutural de la Europa del Este.
– ?Quien…, quien es usted? -dijo Tom. Tenia las luces justo detras de el, deslumbrandole.
– A su mujer le gustaria verlo.
– ?Esta bien? ?Donde esta? -dijo con dificultades para ver la carretera.
– Esta bien, esta muy bien. Tiene muchas ganas de verlo.
– ?Quien es usted?
– Dentro de ochocientos metros hay un area de descanso. Entre y apague el motor. Quedese en el coche y no se de la vuelta. -La comunicacion se corto.
No sabia que hacer. A poca distancia, mientras miraba una larga cuesta con carteles que senalizaban un vivero a la izquierda, sus faros iluminaron un letrero azul con una P de un aparcamiento.
Entonces vio el area de descanso.
Sentia su corazon retorciendose como un pajaro enloquecido dentro de su torax; el miedo le secaba la boca. Intentaba desesperadamente pensar con claridad, racionalmente. Una voz en su cabeza le gritaba que no se detuviera, que siguiera conduciendo, que llamara al sargento Branson, que dejara que la policia se encargara de esto.
Y otra voz, mucho mas sosegada, mas logica, le decia que si no se detenia, Kellie moriria.
Su grito de terror en el portatil resonaba a su alrededor. Ese grito habia sido real.
La mujer del ordenador, el martes pasado por la noche, apunalada con un estilete habia sido real.
Puso el intermitente izquierdo, redujo, entro. Los faros lo siguieron.
Freno, apago el motor, luego se quedo sentado muy rigido mirando al frente, paralizado por el miedo, pero decidido a aguantar como fuera.
Los faros en el retrovisor se apagaron. Oscuridad. Silencio. El motor emitio un silbido. Creyo ver unas sombras moviendose. Detras de el aparecieron unas lucecitas. Se hicieron mayores. Un camion paso rugiendo e hizo temblar el coche, y vio desaparecer los pilotos rojos lentamente en la distancia.
Luego, las dos puertas traseras del Espace se abrieron simultaneamente. Una mano, como un torno, lo agarro por la garganta.
Algo le presiono la boca y la nariz, un pano humedo que desprendia un olor intenso, acre. Sintio un dolor de cabeza instantaneo, atroz, como si un cortador de queso le rebanara el cerebro.
Detras de sus ojos, fue como si un televisor se apagara: un puntito de luz cada vez mas pequeno fundiendose rapidamente en negro.
Capitulo 69
El siguiente agente de la policia de Sussex en recibir una llamada de madrugada fue el sargento Jon Rye, de la Unidad de Delitos Tecnologicos. El despertador marcaba las 2.43 horas cuando comenzo a sonarle el movil, y se maldijo por no haber apagado el dichoso aparato.
Su mujer se revolvio en la cama, pero no dijo nada cuando encendio la lampara de la mesita de noche, despertandose deprisa, miro la pantalla y solo vio: «Numero privado». Casi seguro que tenia que ver con el trabajo, penso.
Era el inspector jefe del caso de Janie Stretton. Rye miro a su mujer, le pidio a Roy Grace que esperara un momento, luego se puso un batin, bajo corriendo las escaleras, entro en la cocina y cerro la puerta.
– ?Senor? -dijo-. Lo siento.
– Siento molestarte -dijo el comisario-. Tengo que preguntarte algo muy urgente. Anoche registraste un incidente en el sistema: «Conduccion belica».
«Oh, mierda», penso Jon Rye, aun medio adormilado. Solo habia registrado la maldita llamada del ingeniero suizo para fastidiar. Mas como una broma que otra cosa, en realidad. ?El pasado contraatacaba!
– Entraste la matricula de una furgoneta Ford Transit blanca. Esa furgoneta estaba anoche delante de la escena de un crimen, y esta noche se ha visto implicada en un accidente tras una persecucion a gran velocidad.
– Entiendo -dijo el jefe de la Unidad de Delitos Tecnologicos.
– Nunca habia oido esta expresion: «Conduccion belica». ?Que querias decir?
Rye se lo explico.
– De acuerdo -dijo Grace cuando acabo-. Si lo he entendido bien, ?estas diciendo que una persona que tenga wi-fi, una conexion inalambrica a Internet, puede entrar en cualquier sistema si no esta protegido por una contrasena?
– Correcto, senor. El router inalambrico, un aparato pequeno que cuesta unas cincuenta libras, emite una senal y cualquiera que tenga un wi-fi y que este en su radio de accion puede conectarse a Internet a traves de el, si no se le solicita una contrasena.
– Asi que, haciendo eso ?se puede conseguir gratis una conexion a Internet de alta velocidad?
– Exacto, senor.
– ?Por que molestarse en hacer algo asi?
– Si estas por la calle y quieres recibir o mandar e-mails, puede ser por pura comodidad. Yo lo he hecho.
Rye, que ahora estaba bien despierto, se acerco al hervidor de agua, comprobo que estuviera lleno y lo encendio tras decidir que queria un te.
– ?Que lo has hecho? ?Que quieres decir?
– Iba de pasajero en un coche por Brighton, nos detuvimos en un semaforo, tenia el portatil encendido y de repente vi que estaba conectado, mi wi-fi habia captado la senal de un router inalambrico. En pocos segundos, puedes descargarte y recibir un monton de mensajes, y paginas web.
Grace se quedo callado un momento, digiriendo la informacion.
– Entonces, el senor Seiler, el hombre que presento la queja, estaba enfadado porque un hombre en una furgoneta blanca, que estaba delante de su casa, se habia conectado a su router inalambrico a traves de su wi- fi.
– Es lo que me parecio, senor.
– ?Y por que iba a enfadarse el senor Seiler? ?Acaso importa?
– Si. Si estuviera intentando enviar o descargarse un e-mail, en especial archivos muy pesados, habria ralentizado la velocidad de su conexion. -Rye busco una analogia-. Imagine que abre todos los grifos de su casa a la vez. Saldra menos agua de cada uno que si solo hubiera abierto uno. La analogia no es perfecta.
– Entonces, ?este hombre de la furgoneta vio que habia encontrado un buen lugar desde el que navegar por Internet?
– Si, es lo que parece. Es un modo de utilizar Internet sin pagar.
El comisario se quedo callado un momento.
– Pero ahora las tarifas son bastante baratas. ?Podria existir otro motivo?
El hervidor estaba silbando, el agua empezaba a borbotear. Fuera, era noche cerrada. En la puerta de la nevera habia un dibujo hecho con lapices de colores de un hombre larguirucho con una gorra, dentro de un coche