Charwell bajo el zapato, pensativo.

– Vaya, entiendo, ?no considera que lo ha manoseado? -Sin esperar a que Grace respondiera, prosiguio-: En mi opinion, ha abusado usted de su posicion al coger la prueba y llevarla a un especialista en artes oscuras. - Volviendose hacia el juez Driscoll, continuo-. Senoria, mi intencion es demostrar a este tribunal que la prueba de ADN que se ha obtenido de este zapato no es fiable, porque el comisario Grace ha alterado la continuidad y provocado una posible contaminacion de esta prueba vital. -Se volvio de nuevo hacia Grace-. ?Tengo razon, verdad, comisario, al decir que el jueves 9 de marzo del presente ano llevo este zapato a la senora Stempe, una supuesta medium de Hastings? ?Y supongo que vamos a oirle decir que este zapato ha estado en otro mundo? ?Un mundo bastante etereo?

– Tengo una opinion muy buena de la senora Stempe -dijo Grace-. Es…

– No nos interesan sus opiniones, comisario, solo los hechos.

Pero aquello parecio despertar la curiosidad del juez.

– Creo que sus opiniones son perfectamente relevantes en este tema.

Al cabo de unos momentos de enfrentamiento silencioso entre el abogado defensor y el juez, Charwell dio a reganadientes su conformidad asintiendo con la cabeza. Grace continuo.

– Me ha ayudado en diversas investigaciones en el pasado. Hace tres anos, Mary Stempe me dio la informacion suficiente que me permitio identificar a un sospechoso de asesinato, lo cual condujo a su inmediata detencion y posterior condena. -Dudo, consciente de las miradas intensas de todos los presentes en la sala, luego siguio hablandole al abogado-. ?Puedo responder a su preocupacion por la continuidad de la prueba, senor? Si hubiera revisado los informes, algo a lo que tiene derecho, y mirado el envoltorio, habria visto que en la etiqueta figuran mi firma y las fechas correspondientes a los dias en que la cogi y la devolvi. La defensa tiene conocimiento de esta prueba desde el principio; fue encontrada delante de la casa del senor Cohen la noche en la que desaparecio, y nunca ha solicitado examinarla.

– Entonces, recurre habitualmente a las artes oscuras en su trabajo como agente de policia de alto rango, ?verdad, comisario Grace?

Se oyo una risita que recorrio la sala.

– Yo no lo llamaria artes oscuras -dijo Grace-. Mas bien diria que es un recurso alternativo. La policia tiene la obligacion de utilizar todo lo que este a su disposicion para intentar resolver un caso.

– ?Asi que seria justo decir que es un hombre de lo oculto? ?Alguien que cree en lo sobrenatural? -pregunto el abogado.

Grace miro al juez Driscoll, que le miraba como si fuera el a quien estaban juzgando ahora en aquella sala. Intentando buscar desesperadamente una respuesta adecuada, lanzo una mirada al jurado, luego al publico de la tribuna, antes de volver a mirar al abogado. Y, de repente, se le ocurrio.

La voz de Grace subio un tono, mas estridente, mas segura de repente.

– ?Que es lo primero que este tribunal me ha pedido hacer cuando he subido al estrado? -pregunto. Antes de que el abogado pudiera responder, Grace lo hizo por el-: Jurar sobre la Biblia. -Se quedo callado para que la frase calara-. Dios es un ser sobrenatural, el ser sobrenatural supremo. En un tribunal que acepta que los testigos juren por un ser sobrenatural, seria extrano que yo y todos los demas presentes en esta sala no creyeran en lo sobrenatural,

– No tengo mas preguntas -dijo el abogado, que volvio a sentarse.

El fiscal, que tambien llevaba peluca y toga de seda, se levanto y se dirigio al juez Driscoll.

– Senoria, este tema quiero tratarlo a puerta cerrada.

– Es bastante insolito -respondio el juez Driscoll-, pero me satisface que lo hayamos tratado de forma adecuada. Sin embargo -dijo volviendo los ojos hacia Grace-, seria de esperar que los casos que se juzgan en mi sala se basaran en pruebas solidas mas que en palabras de parapsicologos.

Casi toda la sala estallo en una carcajada.

El juicio avanzo y llamaron a otro testigo de la defensa, un cobrador de extorsiones, que trabajaba para Suresh Hossain, llamado Rubiro Valiente. Roy Grace se quedo a escuchar mientras el italiano de los bajos fondos contaba una sarta de mentiras que el fiscal fue desmontando rapidamente una a una. Cuando llego el receso de la tarde, la sala estaba tan convulsa por la audacia de las mentiras, que Roy Grace comenzo a albergar la esperanza de que el tema del zapato hubiera quedado ensombrecido.

Sus esperanzas se vinieron abajo cuando salio a la calle mayor de Lewes a tomar el aire y comer un sandwich. En la acera de enfrente, el titular del periodico de la ciudad, el Argus, gritaba al mundo: «Agente de policia admite practicas ocultistas».

De repente, le entraron unas ganas terribles de tomarse una copa y fumarse un cigarrillo.

Capitulo 10

El hambre no desapareceria por mucho que Michael intentara apartarla de su mente. Su estomago se lo recordaba con un dolor constante y apagado, como si algo lo royera por dentro. Estaba mareado y le temblaban las manos. No dejaba de pensar en comida, en hamburguesas jugosas con patatas gruesas y ketchup. Cuando consiguio no pensar en eso, el olor a langostas a la brasa le sorprendio; luego maiz asado; champinones con ajo a la parrilla; huevos fritos; salchichas; beicon chisporroteante.

La tapa le presionaba la cara y volvio a entrarle el panico; absorbia el aire y lo engullia con avidez. Cerro los ojos, intento imaginar que se encontraba bien, que estaba en algun lugar calido, en su yate, en el Mediterraneo, con las olas rompiendo a su alrededor, las gaviotas en el cielo, el aire balsamico del Mediterraneo; pero las paredes del ataud se estrechaban. Lo comprimian. Cogio la linterna, que descansaba sobre su pecho, y la encendio; las pilas estaban debiles y se consumian deprisa. Con dedos temblorosos, desenrosco con cuidado el tapon de la botella de whisky y se acerco el cuello a los labios. Luego, bebio un trago breve y se enjuago la boca seca y pegajosa con el liquido, alargando cada gota al maximo, saboreando cada segundo. El panico remitio y comenzo a respirar mas lentamente.

Solo unos minutos despues de tomar el trago, despues de que desapareciera la sensacion calida y abrasadora que le bajo por la garganta y se asento en su estomago, volvio a concentrarse en la tarea de enroscar el tapon. Le quedaba media botella. Un trago por hora, a la hora en punto. Rutina.

Apago la linterna para ahorrar los ultimos coletazos de energia. Todos los movimientos suponian un esfuerzo. Tenia las extremidades agarrotadas y temblo de frio un momento, luego comenzo a notarse un sudor pegajoso y febril. La cabeza le estallaba y le estallaba. Se moria de ganas de tomar un paracetamol; se moria por oir ruido arriba, por oir voces. Por salir.

Comida.

Por alguna especie de milagro, las pilas del walkie-talkie eran las mismas que las de la linterna. Al menos, las tenia de reserva. Al menos habia una buena noticia. La unica buena noticia. Y la otra era que dentro de una hora podria tomar otro trago de whisky.

La rutina mantenia a raya los ataques de panico.

Si tenias una rutina, no te volvias loco. Cinco anos atras, habia formado parte de la tripulacion de una balandra de doce metros de eslora que habia cruzado el Atlantico, de Chichester a Barbados. Veintisiete dias en el mar. Durante quince, tuvieron un vendaval en la proa que no bajo ni una sola vez de fuerza siete y que, a veces, alcanzo fuerza diez y once. Quince dias infernales. Guardias cada cuatro horas. Al romper una y otra vez, las olas sacudian todos los huesos de su cuerpo, las cadenas resonaban, las argollas golpeaban los tablones y las jarcias, los cuchillos, tenedores y platos repiqueteaban en el armario. Habian sobrevivido gracias a la rutina. Habian organizado los dias en grupos de horas, y luego, espaciado esas horas con pequenos lujos. Tabletas de chocolate. Tragos de bebida. Paginas de una novela. Vistazos a la brujula. Turnos para bombear las sentinas.

La rutina te daba estructura. La estructura te daba perspectiva. Y la perspectiva te daba un horizonte.

Cuando mirabas al horizonte, te tranquilizabas.

Ahora contaba cada hora con un traguito de whisky. Le quedaba media botella y su horizonte era la manecilla de las horas de su reloj. El reloj que Ashley le habia regalado, un Longines de plata con numeros romanos que brillaban. Era el reloj con mas clase que habia llevado nunca. Ashley tenia un gusto exquisito. Tenia clase. Todo en ella era estilo, las ondas de su largo cabello castano, su forma de caminar, la seguridad con la que hablaba, su

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