La manana de su treinta cumpleanos, Sandy lo desperto con una bandeja en la que habia una tarta minuscula con una sola vela, una copa de champan y una tarjeta de cumpleanos muy guarra. Abrio los regalos que le dio y luego, hicieron el amor. El se marcho de casa mas tarde de lo habitual, a las nueve y cuarto, y llego a su despacho de Brighton tarde a una reunion informativa sobre un caso de asesinato. Habia prometido volver a casa temprano, salir a cenar para celebrarlo con otra pareja: su mejor amigo en aquella epoca, Dick Pope, quien tambien era detective, y su mujer, Leslie, con la que Sandy se llevaba bien; pero fue un dia ajetreado y llego a casa casi dos horas mas tarde de lo planeado. No habia rastro de Sandy.
Al principio, penso que se habia enfadado con el por haber llegado tan tarde y que asi expresaba su protesta. La casa estaba ordenada, su coche y su bolso no estaban y no habia senales de lucha.
Luego, veinticuatro horas despues, encontraron su coche en el parquin de estacionamiento limitado del aeropuerto de Gatwick. Se habian realizado dos transacciones con su tarjeta de credito la manana de su desaparicion, una de 7,50 libras en un Boots y otra de 16,42 en gasolina en el Tesco de la ciudad. No se habia llevado ropa ni ningun otro tipo de pertenencia.
Sus vecinos de la tranquila calle residencial donde vivian, justo detras del paseo maritimo, no habian visto nada. En la casa de al lado, habitaba una familia griega alegre y simpatica que regentaba un par de cafeterias en la ciudad, pero estaban de vacaciones, y al otro lado vivia una anciana viuda con problemas de oido, que dormia con el televisor encendido a todo volumen. Ahora mismo, a las cuatro menos cuarto de la madrugada, oia una serie de policias americana a traves de la pared medianera que separaba sus casas pareadas. Las pistolas disparaban, los neumaticos chirriaban, las sirenas ululaban. La anciana no habia visto nada.
La unica persona que podia haber observado algo era Noreen Grinstead, la vecina de enfrente. Era una mujer de sesenta anos, nerviosa, a quien no se le escapaba ningun detalle y que conocia la vida de todo el mundo que vivia en aquella calle. Cuando no se ocupaba de su marido, Lance, que cada dia estaba peor de su alzheimer, salia siempre al jardin con los guantes de goma amarillos a lavar su Nissan plateado o a regar y fregar la entrada, o las ventanas de la casa, o cualquier otra cosa que hubiera que lavar o no. Incluso sacaba cosas de la casa para limpiarlas en la entrada.
Muy poco escapaba a su vista; pero, de algun modo, la desaparicion de Sandy si lo hizo.
Grace encendio la luz, se levanto de la cama y se detuvo a mirar la fotografia de el y de Sandy que habia sobre el tocador. Estaba tomada en un hotel de Oxford durante una conferencia sobre huellas de ADN, unos meses antes de que desapareciera. El estaba recostado en una
Se acerco, cogio el marco, dio un beso a la fotografia, luego la dejo otra vez en su sitio y fue al bano a orinar. Levantarse en mitad de la noche a mear era un achaque reciente, resultado de la mania saludable que habia adquirido: beber los ocho vasos de agua recomendados como minimo al dia. Luego fue abajo, vestido solo con la camiseta que usaba para dormir.
Sandy tenia muy buen gusto. La casa era modesta, como todas las de esa calle, una vivienda adosada de tres habitaciones imitacion estilo tudor, construida en los anos treinta, pero ella la habia embellecido. Le encantaba hojear los suplementos dominicales de las revistas femeninas y de diseno, y arrancaba paginas y le ensenaba ideas. Se habian pasado juntos horas, despegando el papel de las paredes, lijando el suelo, barnizando, pintando.
Sandy se habia aficionado al feng shui y construyo un pequeno jardin acuatico. Lleno la casa de velas. Compraba comida organica siempre que podia. Pensaba en todo, lo cuestionaba todo, le interesaba todo, y eso, a Grace, le encantaba. Fueron buenos tiempos, en los que construyeron su futuro, consolidaron su vida de pareja e hicieron todos sus planes.
Tambien era buena jardinera. Entendia de flores, plantas, arbustos, matas, arboles. Sabia cuando plantar, como podar. A Grace le gustaba cortar el cesped, pero ahi acababan sus habilidades. Ahora el jardin estaba descuidado y se sentia culpable por ello; a veces, se preguntaba que diria Sandy si volvia.
Su coche aun estaba en el garaje. Los forenses lo habian examinado con lupa despues de que lo recuperaran. Luego, lo habia llevado a casa y metido en el garaje. Durante anos, habia mantenido la bateria cargada, solo por si acaso… Asimismo, tenia sus zapatillas en el suelo del dormitorio, su bata colgada en su percha, su cepillo de dientes en el vaso.
Esperaba su regreso.
Muy despierto, se sirvio dos dedos de Glenfiddich, luego se sento en su sillon blanco en el salon blanco con suelo de madera y pulso el mando a distancia. Paso por tres peliculas seguidas, luego por un monton mas de canales de Sky, pero nada logro atraer su atencion mas de unos pocos minutos. Puso musica, cambio inquietamente de los Beatles a Miles Davis o a Sophie Ellis-Bextor, luego volvio al silencio.
Cogio uno de sus libros preferidos, The Occult, de Colin Wilson, de las hileras de libros sobre temas paranormales que llenaban cada centimetro de sus estanterias, luego volvio a sentarse y paso las paginas con apatia, bebiendo tragos de whisky, incapaz de concentrarse en mas de un par de parrafos.
Ese maldito abogado defensor pavoneandose hoy por la sala le habia puesto de los nervios y ahora se pavoneaba dentro de su cabeza. El puto Richard Charwell. Maldito cabron pedante. Peor, Grace sabia que el hombre le habia ganado en astucia. En habilidad y astucia. Y eso dolia de verdad.
Volvio a coger el mando a distancia y puso las noticias del teletexto. No habia nada aparte de las mismas historias que circulaban desde hacia un par de dias y que ya cansaban. Ningun escandalo politico de ultima hora, ningun atentado terrorista, ningun terremoto, ningun desastre aereo. No le deseaba mal a nadie, pero habia esperado que sucediera algo que llenara los titulares matinales de prensa, radio y television. Algo que no fuera el juicio por asesinato contra Suresh Hossain.
No tuvo suerte.
Capitulo 12
Los tabloides nacionales y un periodico serio abrieron sus portadas con el juicio por asesinato contra Suresh Hossain y el resto de la prensa matutina britanica lo cubria en paginas interiores.
No era el propio juicio lo que centraba su interes, sino los comentarios que habia realizado en el estrado el comisario Roy Grace, quien a las ocho y media de la manana estaba recibiendo una bronca de su jefa, Alison Vosper, lo que le hacia sentirse como si hubieran retrasado el reloj tres decadas y estuviera otra vez en el colegio, temblando delante de la directora.
Uno de los companeros de Grace la habia apodado la Numero 27, y el mote habia arraigado. El numero 27 era un plato agridulce del menu que servian en el restaurante de comida china para llevar de la ciudad. Y viceversa. Cuando pedian el plato, siempre se referian a el como un Alison Vosper, porque eso era ella exactamente, agridulce.
Sin ningun genero de dudas, la subdirectora de policia Alison Vosper, de cuarenta y pocos anos, pelo rubio corto y fino y peinado conservador que enmarcaba un rostro de rasgos duros pero atractivos, estaba agria esta manana. Incluso el fuerte perfume floral que llevaba desprendia un matiz acre.
Vestida con un traje de dos piezas negro con blusa blanca recien planchada que le daba una imagen de autoridad y eficiencia, estaba sentada detras de la mesa de palisandro brillante de su inmaculado despacho de la planta baja del edificio Queen Anne de la comisaria central en Lewes, con vistas a un cesped bien cuidado. En la mesa no habia nada excepto un jarron delgado de cristal con tres tulipanes violetas, marcos con fotos de su marido (un agente de policia algunos anos mayor que ella, pero cuyo rango era tres categorias inferior) y de sus dos hijos, un portaplumas de amonita y un fajo de periodicos matutinos expuestos como una mano ganadora de poquer.
Grace siempre se preguntaba como sus superiores lograban tener los despachos -y las mesas- tan ordenados. Durante toda su vida laboral, los espacios donde habia trabajado habian sido un vertedero. Depositos de expedientes que crecian descontroladamente, correspondencia por contestar, boligrafos perdidos, facturas de viajes y bandejas de salida que habian perdido hacia tiempo el ritmo de las bandejas de entrada. Llegar a la cima, decidio, requeria algun tipo de habilidad para gestionar el papeleo de la que el carecia geneticamente.