tendria que haberse hecho policia. Desde su mas tierna infancia, era lo unico que queria ser y, de adolescente, apenas se planteo otra carrera.

Su padre, Jack, habia ascendido al rango de inspector, y algunos de los policias mas veteranos aun hablaban de el con gran afecto. De nino, Grace le seguia a todas partes, le encantaba escuchar sus historias, salir con el; a veces en el coche patrulla o a la comisaria. Cuando era pequeno, la vida de su padre le habia parecido mucho mas aventurera y glamurosa que las vidas aburridas que llevaban la mayoria de los padres de sus amigos.

Grace era adicto a las series de policias de la television, a los libros sobre detectives y a los polis de todas las clases -desde Sherlock Holmes a Ed McBain. Tenia una memoria casi fotografica, le encantaban los rompecabezas y era fuerte fisicamente. Y por todo lo que veia y oia de su padre, parecia que en la vida de los policias habia un trabajo en equipo y una camaraderia que le atraian de verdad.

Sin embargo, ahora, en un dia como este, se daba cuenta de que ser policia no tenia tanto que ver con hacer las cosas lo mejor posible sino con ajustarse a cierto nivel predeterminado de mediocridad. En este mundo moderno politicamente correcto, podias ser un agente de la ley en la cima de tu carrera un dia y un titere politico al siguiente.

Su ultimo ascenso, que le convirtio en el segundo comisario mas joven del cuerpo de policia de Sussex, y que hacia tres meses le habia emocionado tanto, se estaba convirtiendo rapidamente en un caliz envenenado.

Habia significado pasar del ajetreo de la comisaria de policia de Brighton, en el corazon de la ciudad, donde estaban casi todos sus amigos, a la tranquilidad relativa de una antigua fabrica en un poligono industrial a las afueras de la ciudad, que habia sido reformada recientemente para albergar la central del Departamento de Investigacion Criminal de Sussex.

Tras treinta anos en el cuerpo, podias jubilarte cobrando la pension completa. Daba igual lo dificiles que se pusieran las cosas; si aguantaba, tendria la vida solucionada economicamente, aunque no queria ver asi su trabajo, su carrera. Al menos, normalmente; pero hoy era distinto. Hoy estaba muy deprimido. Habia recibido una dosis de realidad. Las circunstancias cambiaban, penso sentado a su mesa con la espalda encorvada, obviando el pitido de mensajes de correo electronico entrantes en la pantalla de su ordenador, mientras masticaba un sandwich integral de huevo y berros y miraba las transcripciones del juicio contra Suresh Hossain que tenia delante. La vida no se detiene nunca. A veces los cambios eran buenos, a veces eran menos buenos. Dentro de poco mas de un ano cumpliria los cuarenta. Empezaban a salirle canas.

Y su nuevo despacho era demasiado pequeno.

Las tres docenas de mecheros antiguos que formaban su querida coleccion estaban amontonados en la repisa que habia entre su mesa y la ventana que, a diferencia de las bonitas vistas del despacho de Alison Vosper, daba al aparcamiento y al bloque de celdas que habia mas alla. Dominando la pared que tenia detras, estaba el gran reloj redondo de madera que habia formado parte del decorado de la comisaria de policia ficticia de The Bill. Sandy se lo habia comprado cuando cumplio veintiseis anos.

Debajo, exhibia una trucha disecada de tres kilos trescientos gramos que habia pescado en una visita a Irlanda hacia algunos anos. La colgo debajo del reloj para tener un chiste que contar a los detectives que trabajaban bajo su mando, sobre la paciencia y los peces gordos.

Alineados al otro lado y un poco apretujados, habia varios diplomas enmarcados y una fotografia de grupo con la leyenda «Escuela de policia Bramshill. Gestion de delitos graves y reincidentes. 1997», y dos caricaturas de el en el centro de operaciones de la policia, dibujadas por un companero que habia dado la espalda a su verdadera vocacion. La pared de enfrente estaba ocupada por estanterias repletas de una parte de su coleccion de libros sobre ocultismo y por archivadores.

Abarrotaban su mesa en forma de L: el ordenador, bandejas de entrada y salida desbordadas, el Blackberry montones separados de cartas, algunas ordenadas, la mayoria no, y la ultima edicion de la revista Huella total. Saliendo del desorden habia una cita enmarcada: «No ascendemos al nivel de nuestras habilidades, caemos al nivel de nuestras excusas».

El resto del espacio del despacho estaba ocupado por un televisor y un video, una mesa redonda, cuatro sillas y pilas de expedientes y papeles sueltos, y por su mochila de piel, que contenia su equipo de la escena del crimen. Su maletin estaba abierto sobre la mesa; el movil, un dictafono y un fajo de transcripciones que anoche se habia llevado a casa estaban al lado.

Tiro la mitad del sandwich a la basura. No tenia apetito. Bebio un sorbo de cafe, abrio los ultimos mensajes de correo electronico, luego volvio a entrar en la pagina de la policia de Sussex y miro la lista de expedientes que habia heredado con su ascenso.

Cada expediente contenia los detalles de un asesinato sin resolver. Representaba una pila de unas veinte cajas de carpetas, quizas incluso mas, amontonadas en un despacho, o atiborrando armarios, o guardadas bajo llave, llenandose de moho en un garaje humedo de la policia en la comisaria de la zona donde ocurrio el asesinato. Los expedientes contenian fotografias de la escena del crimen, informes forenses, bolsas con pruebas, declaraciones de testigos, transcripciones de juicios, todo organizado en fajos ordenados y protegido con cintas de colores. Esta era una de sus nuevas competencias, volver a investigar los asesinatos sin resolver del condado, en busca de cualquier cosa que pudiera haber cambiado en el transcurso de los anos y que justificara reabrir el caso.

Se sabia la mayoria del contenido de memoria: las ventajas de su memoria casi fotografica, con la que habia superado los examenes tanto en el colegio como en la policia. Para el, cada fajo representaba mas que una vida humana que habia sido arrebatada o un asesino que seguia libre; simbolizaba algo muy cercano a su propio corazon. Significaba que una familia habia sido incapaz de enterrar su pasado, porque nunca se habia resuelto un misterio, nunca se habia hecho justicia. Y sabia que, como algunos de estos expedientes tenian mas de treinta anos, el era la ultima esperanza que seguramente les quedaba a la victima y a sus familiares.

Richard Ventnor, un veterinario gay apaleado hasta la muerte en su consulta, doce anos atras. Susan Downey, una chica guapa violada y estrangulada cuyo cuerpo abandonaron en un cementerio hacia quince anos. Pamela Chisholm, una viuda rica hallada muerta tras un accidente de coche, aunque las heridas no se correspondian con un accidente de trafico. Los huesos de Pratan Gokhale, un nino indio de nueve anos, que habian encontrado debajo de las tablas del suelo del piso de un presunto pederasta, que se habia esfumado hacia tiempo. Eran tan solo unos pocos de los muchos casos que Grace recordaba.

Aunque estaban enterrados, o sus cenizas se habian esparcido hacia anos, para ellos las circunstancias tambien cambiaban. La tecnologia habia introducido los analisis de ADN, que aportaban nuevas pruebas y nuevos sospechosos. Internet ofrecia nuevas formas de comunicacion. Las lealtades habian cambiado. Habian surgido nuevos testigos de quien sabia donde. La gente se habia divorciado o peleado con sus amigos. Alguien que no hubiera testificado contra un colega veinte anos atras ahora lo odiaba. Los expedientes de asesinato nunca se cerraban. «Tiempo lento», lo llamaban.

Sono el telefono. Era la ayudante de gestion que compartia con su superior inmediato, la subdirectora; le preguntaba si queria atender la llamada de un detective. Todo el rollo de la correccion politica le irritaba cada vez mas y mas, y era especialmente acusado en el cuerpo de policia. No hacia tanto tiempo que las llamaban secretarias, y no «ayudantes de gestion».

Le dijo que se lo pasara y al cabo de unos momentos oyo una voz familiar. Era Glenn Branson, un sargento inteligente con el que habia trabajado varias veces en el pasado, implacablemente ambicioso y muy astuto - ademas de ser una enciclopedia de cine ambulante. Glenn Branson le caia muy bien. Seguramente era el amigo mas intimo que tenia.

– ?Roy? ?Como estas? Te he visto hoy en los periodicos.

– Ya, vete a la mierda. ?Que quieres?

– ?Estas bien?

– No, no estoy bien.

– ?Estas ocupado ahora mismo?

– ?Como defines ocupado?

– ?Alguna vez en tu vida has respondido sin una pregunta?

Grace sonrio.

– ?Y tu?

– Oye, una mujer me esta dando la lata… por su prometido. Parece que una broma en una despedida de soltero ha acabado muy mal y lleva desaparecido desde el martes por la noche.

Grace tuvo que comprobar mentalmente la fecha. Hoy era jueves por la tarde.

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