– Ah, hola, llamaba por la urbanizacion Ashdown Fields. ?Tiene algun folleto o precios?

– Me temo que no, senor, todavia no -dijo Mark-. Aun tardaran un par de semanas. Encontrara informacion en nuestra pagina web… Ah, vale, ya la ha mirado. Si me deja su nombre, le dire a alguien que se ponga en contacto con usted.

Por lo general, le habria encantado que le preguntaran tan pronto por un proyecto, pero en estos momentos las ventas era lo ultimo en lo que pensaba.

Era importante que no le entrara el panico, lo sabia. Habia leido las suficientes novelas negras y visto bastantes series policiacas como para saber que a los tipos a los que les entraba el panico los pillaban. Solo habia que mantener la calma.

Seguir borrando los mensajes de correo electronico.

Bandeja de entrada. Elementos enviados. Papelera. Todas las demas carpetas.

No era posible borrar totalmente los mensajes de correo electronico. Seguirian estando ahi, almacenados en un servidor en algun lugar del ciberespacio, pero nadie iba a indagar tanto. ?O si?

Introdujo palabra clave tras palabra clave, realizando busquedas avanzadas para cada una de ellas. «Michael». «Despedida». «Soltero». «Josh». «Pete». «Robbo». «Luke». «Ashley». «?Planes!» «?Operacion venganza!» Comprobo todos los mensajes, borro todos lo que habia que borrar. Cubrio todos los frentes.

Josh estaba conectado a varias maquinas, su estado era critico y, casi con toda seguridad, habia sufrido danos cerebrales graves. Lo mas probable era que quedara vegetal, si es que sobrevivia. Mark trago saliva, tenia la boca seca. Conocia a Josh desde los trece anos, de la escuela Varndean. A Luke y a Michael tambien, por supuesto. Pete y Robbo llegaron despues: se conocieron en un pub de Brighton una noche de borrachera cuando tenian dieciocho o diecinueve anos. Como Mark, Josh era metodico y ambicioso. Y era guapo. Las mujeres siempre pululaban a su alrededor del mismo modo que perseguian a Michael. Habia personas que tenian dones naturales en la vida; otras, como el, tenian que trabajarselo todo. De todos modos, para lo joven que era, a sus veintiocho anos Mark habia vivido lo suficiente como para saber que nada permanece igual mucho tiempo. Si tenias paciencia, si esperabas el momento oportuno, tarde o temprano te llegaba un golpe de suerte. Los mejores depredadores eran los mas pacientes.

Mark no habia olvidado un documental de naturaleza que habia visto en television, grabado en una cueva de murcielagos en Suramerica. Un microorganismo minusculo se alimentaba del excremento de los murcielagos del suelo de la cueva; un gusano se comia el microorganismo; un escarabajo se comia el gusano; una arana se comia el escarabajo; finalmente, un murcielago se comia la arana. Era una cadena alimenticia perfecta. El murcielago era listo. Lo unico que tenia que hacer era cagar y esperar.

Le sono el movil. Era la madre de Michael, la tercera llamada de aquella tarde y la enesima del dia. Estuvo tan indefectiblemente cortes y agradable como siempre. Seguia sin tener noticias de Michael, le dijo el. Era horrible, no tenia ni idea de que le habia sucedido, el plan era simplemente ir de bares, no imaginaba donde podria estar Michael ahora.

– ?Crees que podria estar con otra mujer? -le pregunto Gill Harrison con su voz timida y ronca.

Siempre se habia llevado bastante bien con ella, tanto como era posible. Su marido se habia suicidado antes de que el y Michael se conocieran, y su socio decia que su madre se habia encerrado en si misma y nunca habia vuelto a salir. Por las fotos que habia de ella en la casa, habia sido bastante guapa de joven, una rubia explosiva; sin embargo, desde que Mark la conocia, su pelo habia encanecido prematuramente y tenia la cara seca y arrugada de fumar un cigarrillo tras otro y el alma mustia.

– Supongo que todo es posible, senora Harrison -contesto Mark, que se quedo pensando un momento, eligiendo las palabras con cuidado-, pero adoraba a Ashley.

– Es una chica encantadora.

– Lo es, estariamos perdidos sin ella. Es la mejor secretaria que hemos tenido. -Jugueteo con el raton un momento, moviendo el cursor ociosamente por la pantalla-. Pero ya sabe que a veces la bebida lleva a los hombres a hacer cosas irracionales…

Tras pronunciar esas palabras, lamento al instante haberlas dicho. ?No le habia dicho Michael una vez que su padre estaba borracho cuando se suicido?

Hubo un largo silencio.

– Creo que ya habria tenido tiempo suficiente de que se le pasara la borrachera -dijo ella entonces, muy placidamente-. Michael es una persona buena y leal. Hiciera lo que hiciera estando bebido, jamas le haria dano a Ashley. Ha tenido que ocurrirle algo, si no, habria llamado. Conozco a mi hijo. -Dudo-. Ashley lo esta pasando fatal. ?Cuidaras de ella?

– Claro.

Luego, hubo otro silencio.

– ?Como esta Josh?

– Igual. Zoe esta en el hospital con el. Ire a hacerle compania en cuanto acabe en el despacho.

– ?Me llamaras en cuanto sepas algo?

– Claro.

Mark colgo, bajo la mirada a la mesa, cogio un documento y algo que habia debajo atrajo su atencion. Su Palm.

Y mientras la miraba, un sudor frio le recorrio el cuerpo. «Mierda», penso. «Mierda, mierda, mierda.»

Capitulo 16

Despues de despedirse del comisario Grace, Glenn Branson cruzo la ciudad en el coche compartido que habia cogido, un Opel azul que apestaba a desinfectante; resultado de que alguien vomitara o sangrara dentro la ultima vez que lo habian usado. Lo estaciono en la plaza que le correspondia del aparcamiento que habia detras del edificio anodino de la comisaria de policia de Brighton, entro por la puerta trasera y subio las escaleras de piedra hasta el despacho que compartia con otros diez detectives.

Eran las seis y veinte de la tarde. Tecnicamente, esta semana terminaba el turno todos los dias a las seis, pero estaba agobiado con el papeleo de una importante redada de drogas ocurrida el lunes y tenia permiso para hacer horas extras; ademas, necesitaba el dinero. De todos modos, hoy solo iba a trabajar una hora mas, hasta las siete. Ari iba a salir, tenia otro de sus cursos de autosuperacion. Los lunes iba a clases nocturnas de literatura inglesa; los jueves, de arquitectura. Desde que habia nacido su hija Remi, le entro panico ante lo que ella consideraba su falta de formacion y le dio miedo no ser capaz de contestar las preguntas de sus hijos cuando crecieran.

Aunque la mayoria de los ordenadores estaban apagados, ninguna de las mesas estaba recogida. Como siempre, parecia que todos los ocupantes de los cubiculos vacios los hubieran abandonado apresuradamente y fueran a volver enseguida.

Solo quedaban dos companeros trabajando: el detective Nick Nicholl, de casi treinta anos, alto como un pino, policia entusiasta y delantero de futbol rapido, y la sargento Bella Moy, de treinta y cinco anos, rostro alegre y cabellera castana enmaranada.

Ninguno de los dos lo saludo. Paso por delante de Nick Nicholl, que estaba muy concentrado rellenando un formulario, la boca fruncida como un chico en un examen mientras escribia en mayusculas con un boligrafo. Bella miraba fijamente su pantalla de ordenador y, con la mano izquierda, como un automata, cogia Maltesers de una caja que habia sobre la mesa y se los llevaba a la boca. Era una mujer delgada, pero comia mas que cualquier ser humano que Glenn Branson hubiera visto en su vida.

Mientras se sentaba a su mesa vio que la luz de mensajes parpadeaba, como siempre. Ari, su mujer, Sammy, su hijo de ocho anos, y Remi, su hija de tres, le sonreian desde la fotografia que tenia en el escritorio.

Miro su reloj, ya que debia controlar la hora. Ari se enfadaba si llegaba tarde y se perdia el principio de la clase. Y, ademas, no era mucho pedir: habia pocas cosas que valorara tanto como pasar tiempo con sus hijos. Entonces, sono el telefono.

Llamaban de recepcion. Una mujer llevaba esperando una hora para verle y no iba a marcharse. ?Le importaria hablar con ella? Todos los demas estaban ocupados.

– ?Y yo no estoy ocupado? -le dijo Glenn a la recepcionista, dejando que la irritacion asomara a su voz-. ?Que

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