evitar al fisco?

– Michael es astuto. Es un hombre de negocios listo, pero jamas haria algo ilegal.

– No es lo que insinuo, senorita Harper. Intento establecer que quiza no lo sepa todo sobre el hombre con el que va a casarse, eso es todo.

– ?Que quiere decir?

De nuevo, Glenn levanto las manos. Eran las siete menos cinco. Tenia que marcharse.

– No tiene por que querer implicar nada necesariamente, pero es algo que debemos tener en cuenta.

Le ofrecio una sonrisa, pero ella no se la devolvio.

Capitulo 17

En la pantalla inestable del televisor de la caseta prefabricada, caoticamente desordenada y anexa a la casa de su padre a las afueras de Lewes, con vistas al deposito lleno de coches accidentados, Davey veia la serie de policias americana Ley y orden. Su personaje favorito, un poli perspicaz llamado detective Reynaldo Curtis, miraba a un delincuente, agarrandolo por la papada con el puno cerrado.

– Te tengo controlado, ?entiendes lo que te digo? -le dijo con un grunido.

Davey, con sus vaqueros anchos y la gorra de beisbol bien calada, estaba tumbado en su sofa andrajoso masticando un Twinkie de una remesa que le llegaba todas las semanas de Estados Unidos por correo.

– ?Si, cerdo! Te tengo controlado, ?entiendes lo que te digo? -grito.

Los restos de la cena de Davey -un cuarto de libra y patatas fritas- descansaban en las losetas de alfombra onduladas entre montones de basura, la mayor parte de la cual la habia rescatado trabajando con su padre y cubria casi cada centimetro del suelo, el estante y la mesa de sus dominios.

A su lado, estaban los trozos del walkie-talkie que habia encontrado hacia un par de noches. Queria intentar arreglarlo, pero aun no habia encontrado el momento. Por hacer algo, cogio la caja principal y la miro.

La cubierta estaba muy danada. Habia un trozo de plastico suelto con rebordes y dos pilas AAA que habia recogido de la carretera cuando se le habia caido. Su intencion habia sido repararlo, pero por algun motivo se le habia ido de la cabeza. Se le iban de la cabeza muchas cosas. La mayoria le venian a la mente con la misma rapidez con que se marchaban.

Cosas.

Siempre habia cosas que no tenian sentido.

La vida era un rompecabezas al que siempre le faltaban piezas. Las importantes. Ahora habia cuatro piezas para el rompecabezas del walkie-talkie. La caja rota, las dos pilas y la cosa que parecia una tapa.

Se acabo el Twinkie, lamio el envoltorio y lo tiro al suelo.

– ?Entiendes lo que te digo? -le dijo a nadie. Entonces, se inclino hacia delante, recogio la caja de la hamburguesa y rebano el ketchup con el dedo-. ?Si! Te tengo controlado, ?entiendes lo que te digo?

Se rio. Comenzaron los anuncios. Una idiota mediatica de voz melosa hablaba de las cuotas de una sociedad de credito hipotecario. Davey empezo a impacientarse.

– Vamos, nena, ponme la serie otra vez -dijo.

Pero aparecio otro anuncio. En la pantalla, un bebe gateaba por la moqueta hablando con voz grave de adulto. Davey se quedo mirando unos momentos, incapaz de moverse, preguntandose como podia ser que un bebe hablara asi. Luego, su atencion volvio a centrarse en el walkie-talkie. Tenia una antena plegable, que subio al maximo. Despues, la volvio a bajar.

– ?Criiinc! -dijo. Luego, volvio a subirla-. ?Criiinc!

Senalo con ella la pantalla del televisor y miro su objetivo, apuntando como si fuera un rifle. Luego, volvio a comenzar la serie.

Miro su flamante reloj, que le habia regalado ayer su padre, por su cumpleanos. Era para cronometrar carreras de coches y tenia todo tipo de botones, esferas y pantallas digitales que aun no entendia del todo leyendo el manual de instrucciones. Su padre le habia prometido que le ayudaria a leerlo, a entender las palabras dificiles. Tenia que funcionar todo a la perfeccion para este domingo, para el Gran Premio de Monaco: era importante que lo tuviera a punto para entonces.

Llamaron a la puerta, luego esta se abrio unos centimetros. Era su padre, que llevaba una gorra de caza con orejeras, una cazadora vieja destrozada y botas de agua.

– Cinco minutos, Davey

– ?Nooo! Estan dando Ley y orden. ?No pueden ser quince?

El humo del cigarrillo entro en la habitacion. Davey vio el brillo rojo cuando su padre dio una calada.

– Si quieres venir a cazar conejos, tenemos que marcharnos dentro de cinco minutos. Ya debes de haber visto todos los episodios de Ley y orden que han dado.

Acabaron los anuncios y la serie volvia a empezar. Davey se llevo un dedo a los labios. Con una sonrisa y fingiendo desesperacion, Phil Wheeler salio del cuarto.

– Cinco minutos -dijo mientras cerraba la puerta.

– ?Diez! -grito Davey, ahora con acento americano-. ?Es un trato! ?Entiendes lo que te digo?

Davey volvio a centrarse en el walkie-talkie y penso que seria «guay» llevarselo a cazar conejos. Miro atentamente el compartimento de las pilas, vio como se suponia que iban colocadas y las puso. Luego, pulso uno de los dos botones que habia en un lado. No paso nada. Lo intento con el segundo boton y al instante se oyeron unas interferencias.

Se llevo el altavoz a la oreja y escucho. Solo se oian interferencias. Y luego, de repente, una voz de hombre tan fuerte que podria haber estado con el en la habitacion.

– ?Hola?

Davey se asusto y el walkie-talkie se le cayo al suelo.

– ?Hola? ?Hola?

Davey se quedo mirandolo, con una sonrisa de oreja a oreja. Entonces, volvieron a llamar a la puerta.

– Tengo tu arma, ?vamos! -grito su padre.

Luego, como temia que su padre se enfadara si veia el walkie-talkie -se suponia que no debia coger nada que encontrara en las inmediaciones de un accidente-, Davey se agacho, pulso el otro boton, que imagino que seria el de «Hablar», y dijo en voz baja y con acento americano:

– Lo siento, no puedo hablar. Me tiene controlado. ?Entiendes lo que te digo?

Guardo el walkie-talkie debajo de la cama, salio corriendo de la habitacion y dejo que el televisor y el detective Reynaldo Curtis se las arreglaran sin el.

Capitulo 18

– ?Eh! ?Hola! ?Hola! ?Hola!

El silencio le llego desde el saten de marfil.

– ?Eh! ?Ayudame, por favor!

Michael, sollozando, pulso el boton de «Hablar» repetidas veces.

– ?Por favor, ayudame! ?Ayudame, por favor!

Solo interferencias.

«Lo siento, no puedo hablar. Me tiene controlado. ?Entiendes lo que te digo?»

Una voz extrana, como de actor histrionico interpretando a un ganster americano. ?Formaba parte de la broma? Michael se llevo las lagrimas saladas a los labios secos y cortados y, durante un instante fugaz, mortificador, saboreo la humedad antes de que su lengua las absorbiera como papel secante.

Miro el reloj. Habian pasado mas horas: las nueve menos diez. ?Cuantas horas mas iba a durar aquella pesadilla? ?Como iban a salirse con la suya? Seguro que Ashley, su madre, todo el mundo, por el amor de Dios, ya se habian puesto en contacto con los chicos. Llevaba ahi abajo unas…, unas…

De repente, el panico se apodero de el. ?Eran las nueve menos diez de la manana o de la noche?

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