Hacia solo un rato era de tarde, ?verdad? Habia mirado el reloj cada sesenta minutos a la hora en punto. Era imposible que hubiera sido tan descuidado como para perder la pista a veinticuatro horas enteras. Tenia que ser de noche, esta noche, no manana por la manana.

Casi cuarenta y ocho horas.

«?Que cono estais haciendo todos?»

Apreto las manos hacia abajo, para impulsarse hacia arriba un momento e intentar que le circulara un poco la sangre por el trasero entumecido. Le dolian los hombros de tenerlos encorvados, le hacian dano todas las articulaciones del cuerpo por la falta de movimiento y por la deshidratacion. Conocia los peligros que suponia eso gracias a sus anos de navegacion. Le estallaba la cabeza. Podia detener el dolor unos segundos llevandose las manos a la cabeza y clavandose los pulgares en las sienes, pero luego volvia con la misma fuerza de antes.

– Dios santo, me caso el sabado, ?gilipollas! ?Sacadme de aqui! -grito tan alto como pudo, y luego aporreo el techo y las paredes con los pies y las manos.

«Imbeciles.» Viernes por la tarde. El dia antes de la boda. Tenia que ir a recoger el traje. Cortarse el pelo. Se iban de luna de miel el sabado por la noche a Tailandia; tenia un monton de trabajo que hacer en el despacho antes, antes de marcharse dos semanas. Tenia que escribir su discurso nupcial.

«Va, venga, chicos, ?tengo que hacer muchas cosas! Ya os habeis vengado, ?vale? Por todas las putadas que os he hecho. Me la habeis devuelto de sobra. ?Con creces!»

Dejo caer la mano sobre la entrepierna, localizo la linterna y la encendio durante unos segundos preciosos, para racionar las pilas. El saten blanco parecia estar mas cerca que nunca; la ultima vez que lo habia mirado, le parecio que estaba a unos quince centimetros de su cara, ahora no le parecieron mas de siete, como si esta caja, ataud, o lo que fuera, se hundiera sobre el despacio, constantemente.

Cogio el tubo, que caia flacido delante de su cara; volvio a mirar por el, para intentar vislumbrar algo, pero no vio nada. Luego, comprobo que estaba pulsando el boton correcto del walkie-talkie. Pulso primero uno y despues el otro. Escucho en primer lugar las interferencias, luego le dio al boton de «Hablar» y grito tan fuerte como pudo. A continuacion, volvio a pulsar el de «Escuchar». Nada.

– ?Nada! -grito-. Manda huevos.

Entonces, le vino a la mente la imagen de una sarten en la cocina de su madre. Una sarten llena de huevos, salchichas, beicon, tomates; chisporroteando, burbujeando, estallando, silbando. Podia olerlos, maldita sea, olia tambien el pan, friendose en otra sarten, la lata de judias con tomate calentandose.

«Dios santo, que hambre tengo.»

Dejo de pensar en comida, en el dolor que sentia en el estomago, tan agudo que era como si los acidos estomacales estuvieran devorandole las paredes del estomago.

«?Que nos impide a los humanos digerir nuestro propio estomago?», penso de repente. Los pensamientos se agolpaban en su mente, que comenzo a recordar retazos de informacion de todo tipo.

Recordo haber leido hacia algunos anos una teoria sobre los ritmos circadianos. Todos los demas seres vivos del planeta vivian un ciclo de veinticuatro horas, pero los humanos no: nuestra media era de veinticinco horas y quince minutos. Se habian realizado pruebas que consistian en encerrar a seres humanos en lugares oscuros durante semanas, sin reloj. Siempre pensaban que habian estado encerrados menos tiempo del que habia transcurrido en realidad.

«Genial, ahora podia ser una de sus putas ratas de laboratorio.»

Tenia la boca tan seca que los labios se le quedaban pegados y le dolia separarlos. Era como si le arrancaran la piel.

Luego volvio a enfocar la linterna hacia arriba, miro el agujero cada vez mayor que habia escarbado en la madera encima de su cara, cogio el cinturon de cuero y, de nuevo, con la esquina de la hebilla de metal, se puso a rascar hacia delante y hacia atras la teca dura -sabia lo suficiente sobre maderas como para saber que era teca, y que la teca era casi la madera mas dura del mundo- con los ojos cerrados, doloridos, mientras las particulas de serrin le caian encima. Poco a poco, la hebilla fue calentandose mas y mas hasta que tuvo que parar para dejar que se enfriara.

«Lo siento, no puedo hablar. Me tiene controlado. ?Entiendes lo que te digo?»

Michael fruncio el ceno. ?Quien cono era ese que ponia voz de americano?

?Como podia pensar alguno de ellos que aquello era divertido? ?Que demonios le habian dicho a Ashley? ?Y a su madre?

Al cabo de unos minutos, dejo de rascar, exhausto. Tenia que continuar, lo sabia. La deshidratacion producia cansancio. Tenia que luchar contra el cansancio. Tenia que salir de esa puta caja. Tenia que salir y pillar a esos cabrones, y se las iban a pagar, joder.

Siguio esforzandose unos minutos mas, rascando, a veces rozandose los nudillos, intentando tener los ojos bien cerrados para protegerse del serrin que caia y que hacia que le picara la cara, hasta que estuvo demasiado cansado para continuar. Dejo caer las manos y los musculos del cuello agarrotados se relajaron. Con suavidad, echo la cabeza hacia atras.

Se quedo dormido.

Capitulo 19

Anochecio prematuramente. Mark aparco el coche justo delante de una parada de autobus que quedaba un poco mas arriba en la carretera, luego espero unos momentos mas. La calle ancha, lacada de negro por la lluvia torrencial, estaba tranquila, los coches pasaban con cuentagotas. No parecia que hubiera nadie paseando; que nadie fuera a verle.

Se puso una gorra de beisbol bien calada, se subio el cuello del anorak, corrio hacia el porche del edificio de Michael, mirando los coches aparcados por si habia alguien sentado, oculto en la oscuridad. Michael siempre le decia a la gente que Mark era el hombre de los detalles en su empresa. Luego, matizaba la observacion con un comentario que su socio odiaba: «Mark es increiblemente obsesivo»; pero sabia que Michael estaba en lo cierto. Aquella era exactamente la razon por la que Inmobiliaria Doble M funcionaba tan bien, porque el era quien trabajaba de verdad. Su papel era examinar todos los detalles de los presupuestos del constructor, estar en la obra, aprobar cada uno de los materiales que se compraban, controlar los plazos y calcular el coste de los proyectos hasta el ultimo penique. Mientras que Michael se pasaba la mitad del tiempo pavoneandose, persiguiendo a las mujeres, rara vez se tomaba algo muy en serio. El exito del negocio se debia a el y solo a el; sin embargo, Michael era el accionista mayoritario, solo porque tenia mas dinero para invertir cuando pusieron en marcha la empresa.

El panel de timbres tenia cuarenta y dos botones para escoger. Pulso uno al azar, en un piso distinto del de Michael adrede. No contesto nadie. Lo intento con otro, que llevaba el apellido «Maranello».

Al cabo de unos momentos, respondio una voz quebradiza de hombre con acento italiano.

– ?Diga? ?Si? ?Hola?

– Un paquete -grito Mark.

– ?Un paquete de que?

– De FedEx. De Estados Unidos, para Maranello.

– ?Que? ?Un paquete? Yo no… No.

Hubo un silencio momentaneo. Luego, el zumbido agudo del seguro electrico.

Mark empujo la puerta y entro. Fue directo al ascensor y subio a la sexta planta, luego recorrio el pasillo hasta el piso de Michael. Siempre dejaba una llave debajo del felpudo por si salia y olvidaba la suya dentro -lo cual le habia sucedido una vez, borracho y desnudo. Para alivio de Mark, seguia ahi. Una unica llave de seguridad, cubierta de pelusa.

Por precaucion, llamo al timbre y espero, observando el pasillo, inquieto por si aparecia alguien y lo veia. Luego abrio la puerta, entro, la cerro deprisa y saco una pequena linterna del bolsillo. El piso de Michael daba a la calle. Enfrente habia otro bloque de pisos. Probablemente fuera seguro encender las luces, pero Mark no queria correr riesgos. Quizas ahi fuera habia alguien observando.

Se quito la gorra y el abrigo empapados y los colgo en los percheros de la pared. Luego espero unos momentos, escuchando, nerviosisimo. A traves de la pared medianera, oia lo que le parecio una musica de

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