Su voz murio. De golpe. No iba a llegar a ningun sitio, estaba atrapada alli dentro, igual que el.
Busco la linterna, incapaz de localizarla durante unos segundos por culpa del panico. Entonces la encontro, la encendio y alzo la vista hacia las paredes de su carcel. Miro el reloj: las once y cuarto.
?De la noche?
?De la manana?
De la noche, aun debia de ser de noche, jueves por la noche.
Le bajaban gotas de sudor por el cuerpo. Formaban un charco debajo de el. Giro el cuello para mirar hacia atras, enfoco la linterna hacia abajo y un reflejo lo ilumino. Agua.
Tres putos centimetros.
Bajo la mirada asustado. Imposible. Era absolutamente imposible que hubiera sudado tanto.
Cinco putos centimetros.
Volvio a bajar la mano. Enfoco con la linterna. Extendio el menique, como si fuera una varilla medidora. El agua le llegaba justo por debajo de la segunda falange. Era imposible que hubiera sudado tanto. Ahuecando las manos, recogio un poco y bebio con avidez, haciendo caso omiso al sabor salado, turbio. Bebio mas y mas; durante varios minutos, le parecio que cuanta mas agua bebia, mas sediento estaba.
Luego, cuando al fin acabo, el hecho de que el agua estuviera subiendo introdujo un aspecto nuevo en la ecuacion. Cogio la hebilla del cinturon y se puso a rascar freneticamente la tapa hasta que, a los pocos minutos, la hebilla volvio a calentarse tanto que le quemo los dedos.
«Mierda.»
Cogio la botella de whisky. Aun quedaba un tercio. Golpeo la parte superior con fuerza contra la madera. No sucedio nada. Volvio a intentarlo, oyo el ruido sordo. Se desprendio una astilla minuscula de cristal. Una pena desperdiciarlo. Se llevo el cuello a la boca, lo inclino y bebio un trago del liquido ardiente. Dios santo, sabia bien, muy bien. Se recosto, puso la botella en vertical sobre la boca, dejo que el whisky cayera y bebio, bebio y bebio hasta que se atraganto.
Levanto la botella y la miro a la luz de la linterna. Tuvo dificultades para enfocar, la cabeza le daba vueltas. Solo quedaba una pequena cantidad de whisky. Solo unos…
Oyo un golpe justo encima de su cabeza. ?Noto que el ataud se movia!
Luego otro golpe.
Como un paso.
?Como si alguien estuviera sobre la tapa del ataud, justo encima de el!
La esperanza recorrio todos los nervios de su cuerpo. «Dios santo, ?por fin van a sacarme de aqui!»
– ?Muy bien, cabrones! -grito, con voz mas debil de lo que queria.
Respiro, oyo otro chirrido encima de el. «?Por fin, joder!»
– ?Por que cono habeis tardado tanto? Silencio.
Golpeo la tapa con el puno, arrastrando las palabras.
– ?Eh! ?Por que cono habeis tardado tanto? ?Josh? ?Luke? ?Pete? ?Robbo? ?Teneis idea de cuanto tiempo llevo aqui abajo? No tiene gracia, no tiene ni puta gracia. ?Me ois?
Silencio.
Michael escucho. ?Lo habia imaginado?
– ?Hola! ?Eh,hola!
Silencio.
Era imposible que se lo hubiera imaginado. Habia oido pasos. ?Un animal salvaje? No, eran mas pesados. De persona.
Golpeo la tapa freneticamente con la botella y luego con los punos.
Entonces, de pronto, muy silenciosamente, como si estuviera viendo un espectaculo de magia en television, el tubo para respirar subio y desaparecio.
Unos granitos de tierra cayeron por el agujero que acababa de abandonar.
Capitulo 21
Mark apenas podia ver. Una bruma roja de panico se habia apoderado de el y empanaba su vista y nublaba su cerebro. La voz de Michael. Habia oido la voz apagada de Michael. ?Dios santo!
Cerro la puerta de su BMW en la oscuridad del bosque, en la lluvia. Toco el contacto e intento introducir la llave. Notaba las botas pesadas y pegajosas por culpa del barro y el agua le caia de la gorra de beisbol sobre la cara.
Con las manos enguantadas giro la llave y los faros se encendieron con un resplandor blanco y brillante al arrancar el motor. A su luz, vio la tumba y los arboles detras. Un animal salio disparado hacia la maleza y las hojas y las plantas se balancearon con el viento y la lluvia, durante un momento surrealista, como plantas movidas por la corriente del lecho marino.
Siguio mirando la tumba, la plancha ondulada con la que la habia cubierto con cuidado y las matas que habia arrancado y colocado encima para camuflarla. Luego vio que la segunda pala aun sobresalia del agujero y maldijo. Se bajo, corrio hacia ella, la cogio y la metio en el coche por la puerta trasera. Luego volvio a subir, cerro su puerta de golpe y comprobo la escena, examinandola tan bien como le permitio su vista empanada.
Estaba pensando. Hasta el mes proximo, como minimo, alli no comenzaria ninguna obra, aun habia que solucionar y concretar algunos temas de planificacion. Nadie tenia ningun motivo para pasarse por alli. El comite de planificacion urbana ya habia realizado su inspeccion y ahora estaba todo pendiente del sello oficial.
Temblando como una hoja, puso el coche en punto muerto y bajo por el sendero, volvio a cruzar los dos guardaganados que habia colocado la Comision forestal, imagino, para impedir que los ciervos salieran a la carretera.
Mientras se incorporaba a la carretera, puso la radio y pulso boton tras boton buscando musica. Habia noticias. Tertulias. Un anuncio. Pulso el boton del CD, recorrio a su vez cada uno de los compactos, pero ninguno le servia. Apago el aparato.
Unos minutos despues, mientras tomaba una curva, la luz de los faros ilumino una hilera de coronas de flores en el arcen. Aquella vision le revolvio el estomago. Unos faros aparecieron en el otro carril, pasaron. Luego otros. Agarro con fuerza el volante, la cabeza le daba vueltas, intentaba concentrarse, pensar con claridad. Luego llego a otra curva, aun mas cerrada; iba demasiado deprisa. Presa del panico, piso el freno, con fuerza, demasiada. Noto la sacudida cuando se acciono el ABS antibloqueo y oyo un golpe cuando el tubo para respirar salio disparado del asiento del conductor y cayo al suelo.
Sin saber como, supero la curva, luego vio un area de descanso delante de el y se detuvo. Pulso el boton del navegador por satelite e introdujo «Embalse de Arlington». Al cabo de unos momentos, la voz femenina incorporea del sistema anuncio: «Disenando ruta».
Veinticinco minutos despues, se detuvo en la entrada del embarcadero de madera del club nautico desierto en el embalse de ocho kilometros de largo y apago el motor. Cogio la linterna, se bajo y se quedo quieto en la oscuridad, escuchando. El unico sonido que se oia era el golpeteo de las jarcias agitadas por el viento. No habia luces encendidas en ningun sitio. El club estaba en silencio. Miro su reloj. Las doce menos diez de la noche.
Recogio el tubo para respirar del suelo del coche, luego las dos palas de la parte de atras, y bajo hasta el final del embarcadero. Michael y el habian comenzado a navegar alli, de ninos, antes de volverse mas aventureros y empezar a navegar por el oceano. Por lo que recordaba, aqui el agua tenia seis metros de profundidad. No era perfecto, pero deberia bastar. Tiro el tubo para respirar y despues las palas en la superficie oscura y ondulada y los vio desaparecer. Despues, se quito las botas y tambien las lanzo al agua. Se hundieron al instante.
Luego volvio al coche caminando sin hacer ruido, se puso los mocasines que habia traido y se dirigio a casa. De repente, se sintio muy cansado. Condujo despacio, con cuidado, no queria que ningun radar le sacara la foto, ni llamar la atencion de ningun coche patrulla.
Lo primero que haria por la manana seria ir directamente a un tunel de lavado que conocia, cerca de la estacion de Hove. Un lugar que estaba siempre muy concurrido, utilizado por los taxistas de la ciudad, donde los coches sucios eran lo mas normal del mundo, donde siempre habia cola, donde nadie se fijaria lo mas minimo en un BMW X5 cubierto de barro.