Capitulo 22

Grace se saco el puro humeante de la boca, bostezo, volvio a llevarselo a los labios y lo sujeto con los dientes en un arranque subito de concentracion mientras cogia sus cinco cartas del tapete verde arrugado. Un montoncito de fichas de cincuenta peniques descansaba en el centro de la mesa: las apuestas iniciales de cada jugador. Delante de el, habia vasos de whisky, copas de vino, pilas de dinero y fichas y un par de ceniceros llenisimos, rodeados de trocitos de patatas y migas de sandwich. La habitacion estaba llena de humo y, fuera, la lluvia y el viento azotaban las ventanas altas, que daban al canal de la Mancha y a las luces del Palace Pier.

Siempre jugaban al poquer del repartidor, y siempre que le tocaba a Bob Thornton, un inspector que se habia jubilado hacia tiempo, elegia el poquer con descarte, la variedad que menos le gustaba a Grace. Miro la hora: las 00.38. Siguiendo la tradicion de sus partidas semanales de poquer de los jueves por la noche, la ultima ronda habia empezado a las doce y media; despues de esta, solo jugarian dos manos mas.

No habia tenido una buena noche; a pesar de llevar sus calcetines turquesas de la suerte y su camisa de rayas azules de la suerte, le habian tocado unas cartas pesimas toda la noche, habia tomado un par de malas decisiones y le habian visto un farol que le salio caro. La partida le habia ido igual que todo lo demas aquella semana: de mal en peor. Por el momento, ya llevaba perdidas ciento cincuenta libras, y la ultima ronda a menudo era la peor.

Miro fugazmente sus cartas mientras se concentraba en las reacciones de sus cinco companeros a las suyas y, de repente, se animo un poco. Tres dieces. La primera mano decente que le habian repartido al menos en las dos ultimas horas; aunque tambien era una mano peligrosa: lo suficientemente buena como para ser tonto si no apostaba, pero no era un jugadon.

Era muy complicado calar a Bob Thornton. A sus setenta y cinco anos, era un hombre corpulento y lleno de energia que aun jugaba regularmente al squash, de rostro duro y manos con manchas de vejez que parecian casi de reptil. Llevaba una chaqueta verde de punto encima de una camisa de cuadros escoceses desabrochada en el cuello, pantalones de pana y zapatillas de tenis. Era, de largo, el mayor del nucleo de diez jugadores, de los cuales se reunian los suficientes para jugar una partida todos los jueves, semana tras semana, ano tras ano, turnandose para organizar la velada.

La partida se celebraba desde mucho antes de que Grace ingresara en la policia. En mas de una ocasion, Bob les habia contado que cuando habia entrado en el grupo, hacia decadas, era el jugador mas joven. Pensando en su proximo treinta y nueve cumpleanos, Grace se pregunto si el, como Bob, acabaria siendo el carroza del grupo.

De todos modos, era evidente que la edad tenia sus ventajas. Bob era mas listo que el hambre, bastante impenetrable y un jugador astuto y muy agresivo. Grace no recordaba muchas ocasiones a lo largo de aquellos anos en las que Bob se hubiera marchado a casa sin beneficios, y hoy como siempre, tenia delante de el una montana de fichas y de dinero. Grace vio que encorvaba los hombros mientras inspeccionaba y organizaba sus cartas, acercandoselas al pecho, mirandolas desde detras de sus gafas con ojos atentos y avidos. Luego abrio y cerro la boca, se paso veloz la lengua por los labios como una serpiente y Grace supo de inmediato que no tenia que preocuparse por la mano de Bob, a menos que tuviera suerte en el descarte.

Le tocaba a Grace abrir las apuestas. Miro al resto de sus companeros.

Tom Allen, treinta y cuatro anos, detective del Departamento de Investigacion Criminal de Brighton, rostro serio y juvenil y pelo rizado. Llevaba una sudadera encima de una camiseta y miraba sus cartas sin inmutarse. A Grace siempre le costaba mucho calarle.

Al lado de Tom estaba Chris Croke, un poli de Trafico -o Vigilancia urbana, como se llamaba ahora ese departamento- que patrullaba en moto. Flaco y guapo, de pelo rubio y corto, ojos azules y encanto ocurrente, Croke era un donjuan consumado que parecia llevar una vida mas propia de un playboy que de un poli. Esta noche organizaba el la partida, en su ostentoso piso en la quinta planta del edificio mas moderno de Brighton, el Van Alen. Por lo general, un poli con una vida tan lujosa habria despertado las sospechas de Grace, pero todo el mundo sabia que la ex mujer de Croke era la heredera de una gran fortuna ganada en las quinielas.

Croke la habia conocido al pararla por exceso de velocidad y se jactaba de que, a pesar de haberla multado, la chica se habia casado con el. Fuera cual fuera la verdad, ya era historia, pero no habia duda de que habia salido bien parado del matrimonio, porque cuando al fin ella se harto del horario irregular que le tocaba aguantar a cualquier esposa de policia, le dio un buen botin.

Croke era imprudente e impredecible. Tras siete anos jugando con el, a Grace le costaba trabajo descifrar su lenguaje corporal. Nunca parecia que le importara ganar o perder; era mucho mas sencillo calar a la gente que se jugaba algo.

Grace centro su atencion en Trevor Carter, un hombre tranquilo, que se estaba quedando calvo y que trabajaba en Tecnologia de la informacion en la comisaria de policia de Brighton. Conservador en el vestir, con una camisa gris, las mangas remangadas, gafas grandes y nada modernas y pantalones color marron apagado, Carter era un hombre familiar y ahorrador que jugaba a las cartas como si el bienestar de sus cuatro hijos dependiera de ello. Rara vez se tiraba un farol, rara vez subia la apuesta y, en consecuencia, rara vez acababa la noche por todo lo alto. Un tic nervioso en el ojo derecho era lo que delataba a Carter: la senal inequivoca de que llevaba una buena mano. Ahora lo tenia.

Por ultimo, miro a Geoff Panone, un detective de Antivicio de treinta anos, que daba caladas a un puro enorme y llevaba una camiseta negra, vaqueros blancos y sandalias, el pelo negro casi por los hombros y un pendiente de oro. Grace habia aprendido observandolo durante los dos ultimos anos que cuando tenia una buena mano en el poquer con descarte, reorganizaba sistematicamente las cartas y que cuando llevaba una mano pesima, no lo hacia. Para su preocupacion, ahora estaba reorganizando sus cartas.

– Apuesta, Roy -le dijo Bob Thornton.

El limite siempre era el bote de la mesa. Nadie podia apostar mas, lo cual mantenia la partida en un nivel asequible. Como los seis habian salido con tres libras, ese era el tope inicial. Grace no queria revelar nada, pero, a la vez, no queria que nadie pasara, asi que abrio con una libra. Todos apostaron lo mismo hasta que le toco a Trevor Carter, quien subio tres libras, el tic del ojo se hizo mucho mas pronunciado.

Geoff subio dos libras mas. Bob Thornton dudo solo una milesima de segundo, lo justo para que Grace se convenciera de que, de momento, no llevaba una buena mano y que iba a arriesgarse porque era la ultima ronda. Decidio aprovechar la oportunidad y subio tres libras mas.

Todos le miraron. Sabian que habia tenido una mala noche y eso le delataba, pero ya era demasiado tarde para remediarlo.

Tom lanzo las cartas boca abajo y nego con la cabeza. Chris dudo unos momentos, luego aposto cinco libras. Trevor y Geoff igualaron su apuesta. Bob Thornton los imito.

– ?Cuantas? -le pregunto Bob a Grace.

Cambiar dos revelaria que tenia tres iguales, pero cambiar dos aumentaria sus probabilidades. Grace decidio su estrategia y cambio solo una, descartando su tres de treboles y quedandose con el siete de picas. Cogio el siete de corazones.

El corazon le dio un salto. ?Un full! No uno de primera, pero tenia una mano muy buena. Dieces y sietes. ?Ahora empezaba la diversion!

Seguro, observando el cambio de cartas de los demas, de que llevaba la mano ganadora, Grace decidio aprovechar la oportunidad y poner toda la carne en el asador. Para su desgracia, los tres jugadores siguientes pasaron y se dio cuenta de que habia apostado demasiado fuerte; pero, luego, vio aliviado que Trevor Carter intervenia y subia su apuesta.

Confiado, Grace cogio su cartera y subio la apuesta de Carter. Trevor subio su apuesta varias veces mas, hasta que Grace perdio los nervios, saco unos billetes mas de la cartera y vio sus cartas.

Luego dio una calada nerviosa a su puro mientras Carter daba la vuelta a sus cartas, una a una.

«Mierda, mierda, mierda.»

Escalera de color: 7, 8, 9, 10, jota. Seguiditas.

– ?La leche! -dijo Croke.

– ?Bien jugado! -exclamo Bob Thornton-. Dios mio, ?que bien lo has ocultado!

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