– ?Por que dice eso? -pregunto Grace.
– Porque no la crei cuando la conoci. Y despues de verla hoy, aun me la creo menos. No se como explicarlo, pero no quiere a mi hermano. Lo se. Puede que se muriera por casarse con el, pero eso no significa que lo quiera. Si lo quisiera de verdad, jamas habria aceptado esta farsa de hoy, habria estado demasiado destrozada. -Grace la miro con un interes cada vez mayor-. ?Lo ve? -dijo Carly-. Asi habla una mujer. Quizas una mujer con jet lag, como dice mi madre, pero una mujer. Una mujer carinosa que quiere a su hermano. No como esa zorrona asquerosa que tiene por prometida.
– ?Carly!
– A la mierda, mama.
Capitulo 52
Despues de que Ashley se marchara del piso, aun furiosa con el, Mark encendio el televisor, con la esperanza de estar a tiempo de ver las noticias locales. Tambien lo intento con la radio, pero ya eran las siete pasadas y se las habia perdido.
Se habia cambiado y puesto unos vaqueros, unas deportivas, una sudadera y un anorak fino, y llevaba una gorra de beisbol con la visera bien baja sobre la frente. Temblaba de los nervios y por la sobredosis de cafeina. Ya se habia tomado dos tazas de cafe cargado en un intento de que se le pasara la borrachera y ahora estaba acabandose la tercera. Dio los ultimos tragos y se dirigio hacia la puerta del piso. Justo cuando llego, sono el telefono.
Corrio hacia el salon y miro la pantalla de identificacion de llamadas. Numero privado. Tras dudar un momento, descolgo.
– Soy Kevin Spinella, del Argus. Me gustaria hablar con el senor Mark Warren.
Mark blasfemo. De haber podido pensar con mayor claridad, le habria dicho al hombre que Mark Warren no estaba, pero en lugar de eso se oyo decir:
– Si, soy yo.
– Senor Warren, buenas tardes, siento molestarle un sabado por la tarde. Llamo por su socio, Michael Harrison. He ido a la boda que tendria que haberse celebrado esta tarde en la iglesia de Todos los Santos, en Patcham. Usted era el pa-drino, no me parecio adecuado importunar en la iglesia, pero me preguntaba si podriamos hablar ahora.
– Eh, si, si, claro.
– Tengo entendido que Michael Harrison desaparecio durante su despedida de soltero, cuando se produjo ese terrible accidente. Tengo curiosidad por saber por que usted, al ser el padrino, no estaba alli.
– ?En la despedida de soltero?
– Exacto.
– Tendria que haber estado, por supuesto -dijo Mark, tranquilo, intentando sonar simpatico, que todo pareciera perfectamente natural-. Estaba fuera de la ciudad, en el norte, en una reunion de negocios. Lo habia programado todo para regresar a tiempo, pero mi vuelo se retraso por culpa de la niebla -dijo Mark.
– ?Donde fue eso?
– En Leeds.
– Ah, bien. Estas cosas pasan, es el problema de este pais.
– ?Exacto! -dijo Mark, que sintio que comenzaban a entenderse.
– Por lo que dice la policia tengo entendido que desconoce cuales eran los planes para la despedida de soltero. ?Es correcto?
Mark se quedo callado un momento. Pensando. Con cuidado.
– No -dijo-. Eso no es estrictamente verdad. Quiero decir… No es verdad en absoluto. Habiamos planeado ir de pubs.
– ?Ir de pubs! Bien, de acuerdo; pero lo normal es que el padrino organice la despedida de soltero.
– Si, eso creo.
– Pero ?usted no organizo esta despedida de soltero?
Mark intento centrarse. Estaban sonando todas las alarmas.
– Si, la organice yo. Michael no queria nada muy rebuscado. Solo ir a algunos pubs con sus colegas. Yo tenia planeado ir, sin duda.
– ?Que planes tenian exactamente?
– Nosotros… ibamos a hacer lo tipico, ya sabe, ir a un monton de pubs, emborrachar a Michael y luego dejarlo en casa. Ibamos a alquilar un minibus y sortear quien de nosotros no bebia para conducir, pero uno del grupo dijo que tenia acceso a una furgoneta y que no le importaba no beber, asi que nos decidimos por eso.
– ?Donde encaja el ataud en este plan?
Mierda. Mark sintio que se hundia cada vez mas en el fango.
– ?Un ataud, ha dicho?
– Tengo entendido que cogieron un ataud.
– ?No se nada de un ataud! -exclamo Mark-. Eso es nuevo para mi. -Intentando sonar sorprendido de verdad y para causar mayor impresion de ello, repitio-: ?Un ataud?
– ?Cree que sus amigos lo organizaron en su ausencia? -le pregunto el periodista.
– Por supuesto. Debieron de hacerlo. Uno de ellos, Robert Houlihan, trabaja, trabajaba, para su tio, en una funeraria, pero nunca hablamos de un ataud. ?Esta seguro de lo que dice?
– La policia me ha informado de que creen que en la furgoneta habia un ataud, antes del accidente. ?Se le ocurre que podria haberle pasado a Michael Harrison?
– No, no tengo ni idea. Estoy tremendamente preocupado.
– Ayer hable con la viuda de uno de sus amigos. La senora Zoe Walker. Me dijo que tenian planeado vengarse de Michael Harrison porque a menudo les gastaba bromas al resto de ustedes. ?El ataud podria tener algo que ver con eso?
– Como ya le he dicho, no se nada de ningun ataud. Parece una idea de ultima hora.
– ?Cree que sus amigos pudieron meter a Michael Harrison en el ataud y que esta atrapado en algun lugar?
Mark penso bien antes de contestar.
– Escuche, ya sabe que pasa cuando un grupo de tios se emborracha. A veces cometen locuras.
– Digamelo a mi.
Los dos se rieron. Mark se quedo un poco mas aliviado.
– Bueno, gracias por su tiempo. Si se entera de algo, ?quiza tendria la amabilidad de informarme, si le dejara mi numero?
– Por supuesto -contesto el, buscando un boligrafo.
Unos minutos despues, mientras estaba en el ascensor, Mark penso en la conversacion, esperando con todas sus fuerzas no haber dicho ninguna estupidez, y le preocupo como reaccionaria Ashley si veia que lo citaban en el periodico. Se pondria furiosa por haber hablado con la prensa, pero ?que otra opcion le quedaba?
Tras subir con el coche la rampa del aparcamiento, salio con cautela a la calle, giro a la izquierda, se incorporo lentamente al denso trafico del sabado por la noche y procuro controlar la velocidad, puesto que sabia que habia bebido demasiado para conducir. Lo ultimo que necesitaba era que lo pararan y lo sometieran a un test de alcoholemia.
Veinte minutos despues, llego al aparcamiento del vivero que habia al final de Newhaven, el puerto del canal de la Mancha que quedaba a quince kilometros de su piso. Como no faltaba mucho para las ocho, la hora en que cerraba, se apresuro a entrar en la tienda, donde compro una pala, un destornillador, un martillo, un cincel, una pequena linterna Maglite, guantes de goma de jardinero y un par de botas de agua. A las ocho, ya estaba de vuelta en el coche, en el aparcamiento casi desierto. El cielo estaba sorprendentemente despejado y aun debian de quedar un par de horas para que anocheciera por completo, como minimo. Dos horas sin nada que hacer.
Sabia que debia comer algo, pero tenia un nudo en el estomago. Penso en ir a una hamburgueseria, a un