adelantarle a toda velocidad. Vic zigzagueo para deshacerse de ella. Iban a ciento diez, ciento veinte, ciento veinticinco kilometros por hora y se acercaban a un puente de madera sobre el rio.
Luego, justo al llegar al puente, aparecieron en el otro extremo dos ninos montando en bicicleta, justo en medio de la carretera.
– Mieeerda, mieeerda, mieeerda -dijo Vic.
Piso el freno, toco la bocina, pero no habia tiempo. No iban a detenerse y no habia sitio para adelantarlos. Ashley gritaba.
El coche se movio a la derecha, a la izquierda, a la derecha. Golpeo la barrera derecha del puente, cambio de direccion y golpeo la izquierda, reboto, hizo medio trompo, luego volco, boto en el aire, salto por encima de la barrera de seguridad, atraveso la parte de madera de la superestructura del puente, lo astillo como si fueran palillos y cayo boca abajo. Las puertas traseras se abrieron y las maletas se precipitaron a toda velocidad con el coche hacia las marismas, que eran tan blandas y traicioneras como arenas movedizas.
El motociclista se bajo y, cojeando por la herida que se habia hecho en la pierna cuando lo habian tirado de la moto hacia tan solo unos minutos, se acerco al boquete del lateral del puente y miro abajo.
Lo unico que pudo ver sobresaliendo del barro era el vientre negro y mugriento del Toyota. El resto del coche estaba hundido. Miro la carroceria, el tubo de escape y el silenciador, las cuatro ruedas aun girando. Luego, delante de sus ojos, el barro burbujeo alrededor del vehiculo, como un caldero hirviendo, y momentos despues el vientre y las ruedas comenzaron a desaparecer hasta que el barro se los trago. Algunas burbujas grandes rompieron la superficie, como si hubieran perturbado la guarida subterranea de algun monstruo. Luego, nada.
Capitulo 89
La marea dificultaba el trabajo. Habian desplegado un cordon amplio alrededor de la zona donde el coche se habia hundido y, en la margen lejana del rio, una tela ocultaba la escena, solo en parte, a una muchedumbre creciente de curiosos. Un coche de bomberos, dos ambulancias, media docena de coches de policia, y tambien un remolcador, estaban aparcados en el callejon.
Habian traido una grua al viejo puente a pesar de que les preocupaba que no soportara el peso. Grace tambien estaba en el puente, observando las maniobras de recuperacion. Habia buzos de la policia trabajando a fondo para sujetar los ganchos del equipo de levantamiento que colgaban de la grua a las fijaciones de seguridad del Toyota. El cielo, que habia repartido gotitas de lluvia intermitentemente durante todo el dia, se habia despejado un poco durante la ultima hora y el sol intentaba abrirse paso.
El barro denso habia imposibilitado a los buzos adentrarse mas y la unica esperanza de que los ocupantes estuvieran vivos era que las ventanas hubieran quedado intactas y que dentro del coche hubiera aire. La cantidad de fragmentos de cristal esparcidos por el puente hacia que esa posibilidad fuera bastante remota.
Habian recuperado del Land Rover Freelander abandonado dos maletas, pero lo unico que contenian era ropa de mujer; ni un trocito de papel que pudiera darles una pista sobre el paradero de Michael Harrison. Grace tenia la sensacion sombria de que el coche iba a aportarles algo.
– ?Sabes a que me recuerda esto? -dijo Glenn Branson, que estaba de pie junto a Grace-. A la primera peli de Psicosis, de 1960. Cuando sacan el coche con el cadaver de Janet Leigh del lago. ?Te acuerdas?
– Me acuerdo.
– Es una buena pelicula. El remake era una mierda. No se por que se molestan en hacer remakes.
– Por dinero -dijo Grace-. Es una de las razones por las que tu y yo tenemos trabajo. Porque la gente hace cosas horribles por dinero.
Al cabo de unos minutos mas, los ganchos estaban en su lugar y comenzo el levantamiento. Con el estruendo ensordecedor del motor de la grua, Grace y Branson apenas oyeron los ruidos succionadores y gorjeantes del barro, debajo de las aguas de la marea, al soltar su presa.
Despacio, delante de sus ojos, y lavado por el agua, el Toyota dorado se alzo en el aire, la puerta del maletero abierta y colgando. Salia barro por todas las ventanas. El coche estaba destrozado y las columnas del techo estaban torcidas. No parecia que ni una sola ventana hubiera quedado en su sitio.
Y, al principio, mientras caia el barro, parte en bloques, parte en placas liquidas, solo eran visibles las siluetas de los dos ocupantes y, luego, al fin, aparecieron sus rostros inertes.
La grua traslado el coche a la margen del rio y lo poso en el suelo, boca abajo, a unos metros de una casa flotante que estaba pudriendose. Varios bomberos, agentes de policia y obreros que habian acompanado a la grua desengancharon el equipo de levantamiento y enderezaron lentamente el coche. Mientras lo giraban sobre las ruedas, las dos figuras del interior se sacudieron como si fueran los maniquies de las pruebas de accidentes de trafico.
Grace, inquieto, seguido por Branson, se acerco al coche, se puso en cuclillas y miro dentro. Aunque aun tenia barro pegado a la cara y el pelo mucho mas corto que la ultima vez que la habia visto, era indudable que se trataba de Ashley Harper, los ojos muy abiertos, impasibles. A continuacion, se estremecio repugnado al ver un cangrejo de patas largas y escualidas avanzando por su regazo.
– Dios santo -dijo Branson.
Grace se pregunto quien diablos era el hombre que estaba a su lado, en el asiento del conductor. Tambien tenia los ojos muy abiertos. Era un hombre robusto con aspecto de maton y una mascarilla de horror en la cara.
– Mira a ver que lleva ella encima -dijo Grace.
Abrio la puerta del conductor y busco en la ropa empapada y embarrada del hombre algo que lo identificara. Saco una cartera de piel pesada del interior de la chaqueta y la abrio. Dentro, habia un pasaporte australiano.
La fotografia era del hombre del coche, no habia duda. Se llamaba Victor Bruce Delaney y tenia cuarenta y dos anos. Debajo del apartado «En caso de accidente contactar con» habia escrito «Senora Alexandra Delaney» y una direccion de Sydney.
Glenn Branson limpio el barro de un bolso amarillo, abrio la cremallera y, al cabo de unos momentos, tambien saco un pasaporte, este britanico, que mostro a Grace. Tenia una fotografia que era, indudablemente, de Ashley Harper, pero con el pelo negro muy corto, y que estaba a nombre de Anne Hampson. Debajo de «En caso de accidente contactar con» no habia escrito nada.
Habia tarjetas de credito tanto en la cartera del hombre como en un monedero que habia dentro del bolso, pero nada mas. Ni una sola pista sobre de donde venian o adonde se dirigian.
– Houston, tenemos un problema -dijo Glenn Branson a Grace en voz baja, pero sin animo de hacerse el gracioso.
– Si. -Grace se levanto y se dio la vuelta-. De repente, todo es mucho mas grave que hace dos horas.
– ?Como vamos a encontrar ahora a Michael Harrison?
– Tengo una idea, pero no te va a gustar -dijo Grace tras unos momentos de silencio.
– Ahora mismo, nada me gusta demasiado -dijo Glenn Branson mirando incomodo a los ocupantes del coche.
Capitulo 90
Una hora y media mas tarde, Grace ayudo a la figura diminuta y nervuda de Harry Frame a abrocharse el cinturon del asiento delantero del Ford Mondeo que el y Branson habian utilizado aquella tarde.
El medium con coleta y perilla, que apestaba a aceite de pachuli y llevaba su caftan y pantalon de peto caracteristicos, tenia un mapa de Newhaven sobre las rodillas y en la mano derecha sostenia un anillo de metal atado a un hilo.
Grace habia decidido dejar a Glenn Branson al margen de aquello. No queria vibraciones negativas y sabia que la energia de Harry Frame era muy sensible.