La otra mujer continuo en su sitio, hilando. Herman se quedo un minuto mas mordiendose los labios; sonrio, se levanto y salio lentamente, con los pulgares encajados en el cinturon.

Un cuarto de hora mas tarde Luz se asomo por la misma puerta por la que habia salido y, al comprobar que Herman Macmilan ya no estaba, entro.

—Es un patan —dijo y escupio en el suelo.

—Es muy guapo —opino Vera y cardo una ultima tira de seda de los arboles, formando una hebra delgada y uniforme y volviendo a colocar el huso completo sobre su regazo.

—Si, es muy guapo —reconocio Luz. Tomo el gorro de bebe perfectamente doblado que habia estado bordando, lo miro, formo una bola con el y lo arrojo al otro extremo de la sala—. ?Joder! —exclamo.

—El modo en que te hablo te irrita —dijo Vera, pero casi era una pregunta.

—Su modo de hablar, su modo de mirar, su modo de sentarse, su modo de ser… ?Puaj! Mi pequeno ejercito, mi gran casa, mis criados, mis campesinos, mi pequena Luz. Si fuera hombre, le golpearia la cabeza contra la pared hasta que no le quedara un diente sano.

Vera rio. No reia con frecuencia, generalmente solo reia cuando se sobresaltaba.

—?No, no lo harias!

—Claro que si. Lo mataria.

—Oh, no, claro que no. No lo harias. Si fueras hombre, sabrias que eres tan o mas fuerte que el y no estarias obligada a demostrarlo. El problema de ser mujer aqui, donde siempre te dicen que eres debil, es que acabas por creerlo. ?Que divertido cuando dijo que los Valles del Sur estan demasiado lejos para que una muchacha vaya caminando! ?Hay alrededor de doce kilometros!

—En mi vida he caminado tanto, probablemente ni siquiera la mitad.

—Precisamente a eso me referia. Te dicen que eres debil y desvalida. Si lo crees, te irritas y te entran ganas de hacer dano a la gente.

—Si, es cierto —acepto Luz y se volvio para mirar a Vera—. Quiero hacer dano a la gente. Quiero hacerlo y es probable que lo haga.

Vera permanecio inmovil y miro a la joven.

—Asi es. —Adopto un tono mas serio—. Estoy de acuerdo en que es probable que lo hagas si te casas con un hombre asi y vives su vida. Es posible que no quieras hacer realmente dano a la gente, pero lo haras.

Luz no le quitaba ojo de encima.

—Es aborrecible —dijo finalmente—. ?Me parece aborrecible expresarlo de esa manera! Decir que no tengo eleccion, que debo hacer dano a la gente, que lo que yo quiero ni siquiera importa.

—Claro que importa lo que tu quieres.

—No, no importa, esa es la cuestion.

—Claro que importa y esa es la cuestion. Tu decides. Tu decides si quieres o no elegir.

Luz siguio mirandola un largo minuto. Sus mejillas aun estaban encendidas por la ira, pero sus cejas no formaban una recta, las habia alzado como si estuviera sorprendida o asustada, como si ante ella hubiera aparecido algo totalmente inesperado.

Se movio indecisa y cruzo la puerta abierta que conducia al jardin situado en el centro de la casa.

El toque de la lluvia ligera fue como una caricia para su rostro.

Las gotas de lluvia que caian en la pequena taza de la fuente instalada en el centro del jardin creaban delicados anillos entrelazados, cada anillo desaparecia en un instante de apremiante movimiento centrifugo, un temblor incesante de circulos fugaces y limpidos sobre la superficie de la taza redonda de piedra gris.

Los mudos postigos de las ventanas y las paredes de la casa rodeaban el jardin, que era una especie de habitacion interior de la vivienda, encerrada, protegida. Pero era una habitacion a la que le faltaba el techo, una habitacion en la que caia la lluvia.

Los brazos de Luz estaban humedos y frios. Se estremecio. Regreso a la puerta, a la oscura sala en la que Vera seguia sentada.

Se interpuso entre Vera y la luz y pregunto con voz aspera y ronca:

—?Que tipo de hombre es mi padre?

Hubo una pausa.

—?Te parece justo hacerme esa pregunta…, o que yo la responda? Bueno…, supongo que es justo. ?Que puedo decirte? Es fuerte. Es un rey, un autentico rey.

—Eso no es mas que una palabra, no se que significa.

—Tenemos viejas historias…, el hijo del rey que monto el tigre… Quiero decir que es fuerte de alma, que tiene grandeza de corazon. Sin embargo, cuando un hombre permanece encerrado entre paredes que a lo largo de su vida ha construido cada vez mas firmes y mas altas, quiza no haya fuerza suficiente. No puede salir.

Luz cruzo la estancia, se agacho para recoger el gorro de bebe que habia arrojado bajo una silla y se incorporo de espaldas a Vera, alisando el pequeno trozo de tela a medio bordar.

—Yo tampoco puedo —dijo.

—Oh, no, nada de eso —exclamo energicamente la mujer mayor—. ?No estas con el dentro de las paredes! El no te protege…, eres tu la que lo protege. Cuando sopla el viento, no sopla sobre el sino sobre el tejado y las paredes de esta Ciudad que sus padres construyeron como fortaleza, como proteccion ante lo desconocido. Y tu formas parte de esa Ciudad, parte de sus techos y sus paredes, de su casa, de Casa Falco. Lo mismo ocurre con su titulo: senhor, concejal, Jefe. Lo mismo ocurre con sus criados y sus guardias, con todos los hombres y mujeres a los que puede dar ordenes. Forman parte de su casa, de las paredes que lo aislan del viento. ?Entiendes lo que quiero decir? Lo expreso de una manera descabellada. No se como decirlo. Lo que quiero decir es que me parece que tu padre es un hombre que deberia ser un gran hombre, pero ha cometido un grave error. Nunca ha salido y se ha puesto a la intemperie. —Vera comenzo a ovillar el hilo que habia enrollado en el huso, haciendo esfuerzos por ver bajo la debil luz—. Por eso, porque no se deja hacer dano, hace dano a los que mas quiere. Y cuando se da cuenta, le hace dano.

—?Le hace dano? —pregunto Luz impetuosamente.

—Es lo ultimo que aprendemos con relacion a nuestros padres. Es lo ultimo porque, en cuanto lo aprendemos, ya no son nuestros padres, sino otras personas como nosotros…

Luz se sento en el sillon de mimbre, dejo el gorro de bebe sobre su falda y siguio estirandolo con dos dedos. Despues de un buen rato, dijo:

—Vera, me alegra que este aqui. —Vera sonrio y siguio ovillando—. La ayudare. —De rodillas, soltando el hilo del huso para que Vera pudiera hacer una madeja uniforme, Luz anadio—: Lo que acabo de decir es una tonteria. Usted quiere regresar con su familia, aqui esta en la carcel.

—?En una carcel muy agradable! Ademas, no tengo familia. Claro que quiero regresar. Prefiero entrar y salir a mi aire.

—?Nunca se caso?

—Habia muchas otras cosas que hacer —respondio Vera sonriente y apacible.

—?Muchas otras cosas que hacer! Para nosotras no existe otra cosa.

—?Estas segura?

—Si no te casas, te conviertes en una solterona. Bordas gorros para los bebes de las otras. Ordenas a la cocinera que prepare sopa de pescado. Se rien de ti.

—?Temes a que se rian de ti?

—Si, muchisimo. —Luz tardo en desenredar un poco de hilo que se habia enganchado en el mango del huso—. No me importa que los estupidos se rian —anadio mas serena—. Pero no me gusta que me desprecien. Y seria un menosprecio merecido. Porque se necesita valor para ser realmente una mujer, tanto como para ser un hombre. Se necesita valor para estar realmente casada, tener hijos y criarlos.

Vera miraba atentamente el rostro de la joven.

—Es verdad, se necesita un gran valor. Vuelvo a repetirlo, ?es tu unica eleccion, el matrimonio y la maternidad o nada?

—?Que mas hay para una mujer? ?Hay algo mas que valga la pena?

Vera giro para mirar el ceniciento jardin. Suspiro, expulso una profunda e involuntaria bocanada de aire.

—Tenia muchas ganas de tener un hijo —confeso—. Veras, habia otras cosas… que valian la pena. —

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