dirigirse a su padre. Sin embargo, la perorata de Herman duro poco. Cuando salio y se situo bajo la ventana para poder escuchar sin ser vista, Falco ya habia recobrado el control de la situacion y Herman mascullaba: «Si, si». El bocon de Macmilan se lo merecia. Acababa de enterarse de quien daba ordenes en Casa Falco y en la Ciudad. Pero las ordenes…
La muchacha se toco las mejillas, humedas por la llovizna, y sacudio rapidamente las manos como si hubiera estado en contacto con algo viscoso. Sus pulseras de plata tintinearon y quedo inmovil como un conejo, aplastada contra la pared de la casa, debajo de la ventana, para que Herman o su padre no pudieran verla si se les ocurria asomarse. En un momento, mientras hablaba, Falco se acerco y apoyo las manos en el antepecho; su voz sonaba directamente encima de Luz y la joven imagino que podia percibir el calor del cuerpo de su padre en el aire. Sintio un profundo deseo de dar un salto y gritar «?Sorpresa!» al tiempo que buscaba desenfrenadamente excusas, explicaciones: «Estoy buscando un dedal que se me cayo…». Anhelaba reir a carcajadas y escuchaba, prestaba atencion con una sensacion de desconcierto que le hizo un nudo en la garganta y le lleno los ojos de lagrimas. ?Era su padre, su propio padre el que decia cosas tan horribles? Vera habia afirmado que su padre tenia un gran corazon. ?Un gran corazon hablaria de ese modo para enganar a la gente, asustarla, matarla, usarla?
Eso es lo que esta haciendo con Herman Macmilan, penso Luz. Lo esta usando.
?Por que no, por que no? ?Para que mas servia Herman Macmilan?
?Y para que servia ella? Para ser usada. El la habia usado…, para su vanidad, su comodidad, como su favorita, durante toda la vida; ultimamente la usaba para ganar la docilidad de Herman Macmilan. La noche anterior le habia ordenado que recibiera cordialmente a Herman cada vez que este le dirigiera la palabra. Sin duda Herman se habia quejado del hecho que ella le rehuia. Era un fanfarron, quejicon y proteston. Los dos lo eran, todos lo eran con sus grandes pechos, sus alardeos, sus ordenes y sus planes para enganar a los demas.
Luz ya no oia lo que los dos hombres decian. Se aparto de la pared de la casa y se irguio como si le importara un bledo que alguien la viera. Rodeo la casa hasta la puerta trasera, cruzo las cocinas pacificas y sucias a la hora de la siesta y se dirigio a la habitacion asignada a Vera Adelson.
Vera tambien estaba durmiendo la siesta y la recibio sonolienta.
—Sin que me vieran, escuche una conversacion entre mi padre y Herman Macmilan —declaro Luz, detenida en medio de la estancia, mientras Vera, sentada en la cama, la miraba parpadeante—. Pretenden organizar un ataque sorpresa contra el Arrabal. Tomaran prisioneros a Lev y a los demas cabecillas. Despues intentaran enfurecer a su gente para que luche y de este modo poder derrotarlos y, como castigo, enviar a la mayoria a trabajar en las nuevas granjas. Ya habian enviado a un grupo, pero escaparon o los guardias huyeron…, no lo oi claramente. Por eso ahora Macmilan ira con su «pequeno ejercito» y mi padre le ha dicho que obligue a la gente a devolver el golpe, para que asi traicionen sus ideales y el pueda usarlos como le plazca.
Vera estaba con la vista fija y no dijo nada.
—Ya sabe a que se refiere. Y si usted no lo sabe, Herman esta perfectamente enterado. Se refiere a permitir que los hombres de Herman se metan con las mujeres. —Aunque hablo apresuradamente, la voz de Luz sono fria—. Deberia ir a avisarles.
Vera seguia muda. Miro sus pies descalzos con ojos extraviados, embotada o pensando a la misma velocidad con que habia hablado Luz.
—?Sigue negandose a ir? ?Su promesa aun es valida? ?Todavia?
—Si —respondio la mujer mayor en voz baja, como si estuviera ausente. Luego anadio energicamente—: Si.
—En ese caso, ire yo.
—?Adonde iras?
Vera lo sabia, solo lo habia preguntado para ganar tiempo.
—A avisarles —respondio Luz.
—?Cuando sera el ataque?
—Creo que manana por la noche. Se que lo haran por la noche, pero no estoy segura a que noche se referian. —Hizo una pausa—. Tal vez lo hagan esta misma noche. Dijeron que seria mejor que estuvieran en la cama. —Eso habia dicho su padre y Herman Macmilan habia reido.
—En el caso que fueras…, ?que harias despues?
Vera aun hablaba como si estuviera dormida, en voz baja y haciendo muchas pausas.
—Los alertare y regresare.
—?Aqui?
—Nadie se enterara. Dejare dicho que fui a visitar a Eva. Eso no tiene importancia. Si le cuento a los arrabaleros lo que he oido…, ?que haran?
—No lo se.
—?No les ayudaria saberlo para poder planificar algo? Usted me ha dicho que suelen planear lo que se proponen, que preparan a todos…
—Si, claro que ayudaria, pero…
—Entonces ire inmediatamente.
—Escuchame, Luz. Piensa en lo que vas a hacer. ?Puedes salir en pleno dia y suponer que nadie se dara cuenta que abandonas la Ciudad? Piensa…
—Me da lo mismo si no puedo regresar. Esta casa esta plagada de mentiras —afirmo la muchacha con el mismo tono frio y rapido, y abandono la habitacion de Vera.
Salir fue facil. Seguir adelante resulto arduo.
Fue facil tomar un viejo chal negro mientras salia y envolverse con el, usandolo a modo de impermeable y de disfraz; fue facil colarse por la puerta trasera y salir por la calle secundaria, trotando como una criada que va con prisas de regreso a casa; fue facil abandonar Casa Falco, dejar la Ciudad. Resulto estimulante. No temia que la detuvieran; no le temia a nadie. Si la paraban, le bastaria con decir «?Soy la hija del concejal Falco!», y nadie osaria meterse con ella. Nadie le intercepto el paso. Estaba segura que nadie la reconocio porque se movio por las callejas, el camino mas corto para salir de la Ciudad, y paso por delante de la escuela; el chal negro le tapaba la cabeza y el lluvioso viento marino que soplaba a su favor rebotaba en los ojos de todo aquel que se acercara en direccion contraria. Pocos minutos mas tarde habia dejado atras las calles y acortaba camino por el fondo de los depositos de madera de los Macmilan, entre pilas de troncos y tablones; subio por los acantilados y llego a la carretera del Arrabal.
Fue alli, cuando poso los pies en la carretera, donde todo se volvio arduo. Solo habia estado una vez en ese sitio, cuando con un grupo de amigas —convenientemente escoltadas por tias, duenas y guardias de Casa Marquez— acudio a presenciar las danzas del Templo. Era verano, habian parloteado y reido por el camino, el triciclo a pedal de tia Caterina —parienta de Eva— habia perdido una rueda y la mujer habia caido en medio del polvo; a lo largo de la tarde tia Caterina habia contemplado los bailes con un gran circulo de polvo blanco en el trasero de su vestido negro, de modo que las chicas no hicieron mas que reir… Pero ni siquiera habian atravesado el Arrabal. ?Como era? ?Por quien debia preguntar en el Arrabal y que debia decir? Tendria que haberlo hablado con Vera antes de salir disparada. ?Que le responderian? Puesto que procedia de la Ciudad, ?le permitirian entrar? ?La mirarian fijamente, se burlarian de ella, intentarian hacerle dano? Al parecer, no hacian dano a nadie. Probablemente ni le dirigirian la palabra. Ahora el viento que le golpeaba la espalda era gelido. La lluvia habia mojado el chal y la espalda de su vestido y el dobladillo de la falda pesaba a causa del barro y la humedad. Los campos estaban vacios, de un gris otonal. Cuando miro hacia atras, solo diviso la Torre del Monumento, palida y abandonada, apuntando sin sentido hacia el cielo; ahora todo lo que conocia estaba oculto tras ese hito. De vez en cuando, a la izquierda entreveia el rio, ancho y gris, sacudido por rafagas difusas de lluvia.
Transmitiria el mensaje a la primera persona que le saliera al paso y que lo interpretaran como quisieran; daria media vuelta y regresaria a casa. Tardaria como maximo una hora, estaria mucho antes de la hora de cenar.
A la izquierda de la carretera, entre los frutales, vio una pequena granja y a una mujer en el patio. Luz modero su paso acelerado. Se desviaria hacia la granja, transmitiria el mensaje a la mujer para que esta lo comunicara a la poblacion del Arrabal y ya podria dar la vuelta y regresar a casa. Vacilo, echo a andar hacia la granja, se detuvo, volvio a pisar las hierbas empapadas por la lluvia y retorno a la carretera.