—Seguire adelante, lo hare de una vez y emprendere el regreso —dijo casi para si misma—. Vamos, hazlo, regresa.

Caminaba mas veloz que nunca, casi corria. Le ardian las mejillas y estaba sin resuello. Hacia meses, anos, que no caminaba tanto ni tan rapido. No podia presentarse roja y jadeante ante desconocidos. Se obligo a aminorar el paso, a caminar a ritmo regular, erguida. Tenia la boca y la garganta resecas. Le habria gustado detenerse a beber el agua de las hojas de las matas del borde del camino, enroscando la lengua para absorber las gotas frescas que salpicaba cada brizna de hierba silvestre. Pero seria una actitud infantil. La carretera era mas larga de lo que imaginaba. ?Estaba en la carretera del Arrabal? ?Se habia equivocado de direccion y tomado un camino forestal, una pista sin fin que desembocaba en la inmensidad?

La simple palabra —inmensidad— produjo un frio estremecimiento de terror que recorrio su cuerpo y la obligo a parar bruscamente.

Volvio la vista atras para mirar la Ciudad, su querida, estrecha, calida, apinada y bella Ciudad de muros, tejados, calles, rostros y voces, su casa, su hogar, su vida, pero no habia nada, hasta la Torre quedaba oculta por la larga cuesta de la carretera. Campos y colinas estaban vacios. Desde el vacio mar soplaba un viento suave y omnipresente.

No hay nada que temer, se dijo Luz. ?Por que eres tan medrosa? No puedes perderte, estas en una carretera; si no es la Carretera del Arrabal, bastara con que des media vuelta para regresar a casa. Como no escalaras, no te toparas con un escorpion de roca; como no te internaras en el bosque, no tropezaras con una rosa venenosa; no se de que tienes tanto miedo, nada puede hacerte dano, estas totalmente a salvo en la carretera.

Avanzaba aterrorizada, con la mirada fija en cada piedra, arbusto y grupo de arboles hasta que al coronar la cresta de una ascension pedregosa diviso los techos de paja roja y percibio el olor del humo de las chimeneas. Entro con paso sereno en el Arrabal. Su rostro estaba rigido y llevaba la espalda recta; se cubria con el chal.

Las casitas se esparcian entre los arboles y los huertos. Aunque habia muchas viviendas, el lugar no era retirado ni estaba amurallado, protector como la Ciudad. Se veia disperso, humedo y de apariencia humilde en la tarde apacible y pluvial. En las proximidades no habia nadie. Luz bajo lentamente por la calle sinuosa e intento tomar una decision: ?debo hablar con aquel hombre o llamar a esta puerta?

Un nino surgio de la nada y la miro absorto. Era un chiquillo de piel clara, pero estaba cubierto de barro marron desde los dedos de los pies hasta las rodillas y de las puntas de los dedos a los codos, con mas salpicaduras de barro aqui y alla, asi que parecia un nino jaspeado o moteado. Las prendas que llevaba tambien tenian hilos anillados y manchas que abarcaban una sorprendente variedad de tonos lodosos.

—Hola —saludo el mocoso despues de un prolongado silencio—, ?quien eres?

—Soy Luz Marina. ?Y tu?

—Me llamo Marius —respondio y se alejo furtivamente.

—?Sabes donde…, donde vive Lev Shults?

Luz no queria preguntar por Lev, preferia hacer frente a un desconocido, pero no recordaba ningun otro nombre. Vera le habia hablado de muchos y habia oido mencionar a su padre los nombres de los «cabecillas del anillo», pero ahora no podia recordarlos.

—?Lev que? —pregunto Marius, al tiempo que se rascaba la oreja y acrecentaba el barro en ella acumulado.

Luz sabia que los arrabaleros nunca usaban sus apellidos, solo se empleaban en la Ciudad.

—Es joven y… —No supo como describir a Lev. ?Era un cabecilla, un capitan, un jefe?

—La casa de Sasha esta ahi abajo —informo el nino jaspeado, senalo un sendero embarrado y cubierto de hierba y desaparecio tan habilmente que parecio convertirse en parte de la bruma y el barro.

Luz apreto los dientes y camino en direccion a la casa que el nino habia senalado. No habia nada que temer. Solo se trataba de un lugar sucio y pequeno. Los ninos iban sucios y los mayores eran campesinos. Daria el mensaje a quienquiera que abriera la puerta, cumpliria su mision y entonces podria regresar a las estancias altas y limpias de Casa Falco.

Llamo. Lev abrio la puerta.

A pesar que hacia dos anos que no lo veia, Luz lo reconocio. El muchacho estaba a medio vestir y desalinado, pues lo habia despertado de la siesta, y la miro con la estupidez luminosa y pueril de los que acaban de despertar.

—Ah —dijo y bostezo—. ?Donde esta Andre?

—Soy Luz Marina Falco y vengo de la Ciudad.

La mirada luminosa cambio, se ahondo; Lev desperto.

—Luz Marina Falco —repitio. Su rostro prieto y delgado adquirio vida; la miro, miro mas alla en busca de sus acompanantes, volvio a observarla con la mirada cargada de sentimientos: alerta, precavido, divertido, incredulo—. ?Has venido… con…?

—He venido sola. Tengo un…, tengo que decirte…

—Vera —pronuncio Lev. El rostro brillante ya no sonreia, denotaba tension, exaltacion.

—Vera esta bien, como los otros. Se trata de ustedes, del Arrabal. Anoche ocurrio algo, no se exactamente que, tu lo sabras… —Lev asintio sin dejar de mirarla—. Estan enojados y vendran, creo que manana por la noche, me refiero a los hombres que el joven Macmilan ha adiestrado, a los matones…, intentaran capturarte junto a los demas cabecillas y, despues…, atropellaran a la gente para que devuelvan el golpe, asi podran derrotarlos y obligarlos a trabajar en los latifundios como castigo por la rebelion. Llegaran de noche, creo que manana pero no estoy segura, y el tiene unos cuarenta hombres, supongo, todos armados con mosquetes.

Lev seguia mirandola. No dijo nada. Solo entonces, en medio del silencio del joven, Luz oyo la pregunta que no se habia hecho a si misma.

La pregunta la tomo tan desprevenida, estaba tan lejos de poder empezar a esbozar una respuesta que se quedo quieta y le devolvio la mirada, su rostro adquirio un rubor opaco de desconcierto y temor y fue incapaz de pronunciar una sola palabra mas.

—Luz, ?quien te ha enviado? —pregunto Lev amablemente.

Era logico que Lev reaccionara de ese modo, que supusiera que ella mentia o que Falco la usaba para jugarles una mala pasada o espiarlos. Era logico que lo pensara, que imaginara que ella servia a su padre sin imaginar que lo estaba traicionando. Luz solo pudo menear la cabeza. Le hormigueaban las piernas y los brazos y veia lucecitas; sintio que estaba a punto de vomitar.

—Ahora tengo que volver —dijo pero no se movio, ya que las rodillas no le respondieron.

—?Estas bien? Pasa y sientate, aunque solo sea un minuto.

—Estoy mareada.

Su voz sono debil y tremula y sintio verguenza. Lev la hizo pasar y ella tomo asiento en una silla de mimbre, junto a la mesa de la habitacion oscura, alargada y de vigas bajas. Se quito el chal porque le molestaba su peso y estaba acalorada; inmediatamente se sintio mejor. Se le enfriaron las mejillas y sus ojos recuperaron la vision normal a medida que se adaptaban a la penumbra. Lev permanecia cerca, en la cabecera de la mesa. Estaba descalzo y solo llevaba pantalones. Se quedo quieto. Aunque no era capaz de mirarlo a la cara, Luz no percibio amenaza, colera ni indiferencia en su actitud o en su silencio.

—Vine corriendo —explico la muchacha—. Queria regresar deprisa, el camino es largo, me maree. —Se domino y descubrio que, bajo el arrebol y el miedo, habia en su interior un rincon sereno en el que su mente podia refugiarse y pensar. Penso y finalmente volvio a hablar—. Vera esta viviendo con nosotros en Casa Falco. ?Lo sabias? Hemos estado juntas todos los dias. Hablamos. Le cuento lo que se que ocurre, y ella me transmite… todo tipo de cosas… Intente que regresara para alertarlos. No quiso, dice que dio su palabra a fin que no huiria y que tiene que cumplirla. Por eso he venido. Oi una conversacion entre Herman Macmilan y mi padre. Escuche a hurtadillas, sali y me situe bajo la ventana para escuchar. Lo que dijeron me enfurecio, me dio asco. Decidi venir cuando Vera dijo que no vendria. ?Estas enterado de la existencia de los nuevos guardias, los guardias de Macmilan? —Lev nego con la cabeza, mirandola atentamente—. No estoy mintiendo —aseguro Luz con frialdad—. Nadie me esta usando. Con excepcion de Vera, nadie sabe que he salido de casa. He venido porque estoy harta de ser usada, harta de mentiras y harta de permanecer impavida. Puedes creerme o no, me da lo mismo.

Lev volvio a menear la cabeza y parpadeo como si estuviera deslumbrado.

—No, yo no…, pero vas demasiado rapido…

—No hay tiempo que perder. Tengo que regresar antes que alguien note mi ausencia. Mi padre convencio al

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