joven Macmilan para que adiestre a un destacamento formado por hijos de los Jefes, a fin de crear un ejercito especial que utilizaran contra tu pueblo. Hace dos semanas que no hablan de otra cosa. Vendran por lo que ocurrio en el Valle del Sur, sea lo que sea; pretenden atraparte a ti y a los demas cabecillas y obligar a tu gente a combatir para que traicionen vuestra idea de la paz, de lo que ustedes llaman la no violencia. Lucharan y perderan porque nosotros somos mejores combatientes y, ademas, tenemos armas. ?Conoces a Herman Macmilan?

—Creo que de vista —respondio Lev.

Lev era totalmente distinto al hombre cuyo nombre acababa de pronunciar y cuya imagen ocupaba su mente: el magnifico rostro y el cuerpo musculoso, el pecho ancho, las piernas largas, las fuertes manos, la gruesa vestimenta, tunica, pantalon, botas, cinto, abrigo, arma, latigo, cuchillo… Este hombre iba descalzo y Luz distinguia las costillas y el esternon bajo la piel oscura y delgada de su pecho.

—Odio a Herman Macmilan —dijo Luz, sin tanta prisa, hablando desde el rincon pequeno y fresco de su interior, en el que podia pensar—. Su alma es mezquina. Deberias temerle. Yo le temo. Le gusta hacer dano. No pretendas hablar con el, como hacen los tuyos. No escuchara. El llena todo su mundo. Lo unico que se puede hacer con un hombre asi es golpearlo o huir. Yo hui… ?Me crees? —Ahora estaba en condiciones de preguntarlo.

Lev asintio.

Luz miro las manos del muchacho, apoyadas en el respaldo de la silla; aferraba firmemente el barrote de madera. Sus manos eran puro nervio y hueso bajo la piel oscura, fuertes, fragiles.

—Bueno, tengo que regresar. —Luz se puso de pie.

—Espera. Deberias contarle todo esto a los demas.

—No puedo. Hazlo tu.

—Acabas de decir que has huido de Macmilan. ?Ahora volveras con el?

—?No! Volvere con mi padre…, a mi casa… —Lev tenia razon: era lo mismo—. He venido a prevenirlos — anadio friamente— porque Macmilan piensa tenderles una trampa y lo que merece es que se la tiendan a el. Eso es todo.

No era suficiente.

Luz miro a traves de la puerta abierta y vio el sendero que tendria que recorrer, mas alla la calle, despues la carretera, la Ciudad y sus calles, su casa y su padre…

—No lo entiendo —aseguro ella. Volvio a sentarse bruscamente porque temblaba otra vez, aunque ahora no era de miedo, sino de ira—. No pense. Vera dijo…

—?Que dijo Vera?

—Dijo que me detuviera a pensar.

—?Acaso te ha…?

—Espera. Necesito pensar. Antes no lo hice y ahora debo hacerlo. —Estuvo sentada inmovil unos minutos, con las manos apretadas en el regazo—. Ya esta. Vera dijo que esto es una guerra. Yo deberia ser…, he traicionado al bando de mi padre. Vera es rehen de la Ciudad. Tendre que convertirme en rehen del Arrabal. Si ella no puede entrar y salir, yo tampoco. Tendre que asumirlo. —El aire se le encajaba en la garganta, produciendo un sonido cortante al final de cada frase.

—Luz, nosotros no tomamos rehenes ni hacemos prisionero a nadie.

—No he dicho que ustedes lo hicieran. Solo he dicho que tengo que quedarme aqui. Elijo quedarme. ?Me lo permitiran?

Lev deambulo por la estancia, agachandose mecanicamente para franquear la baja viga transversal. Su camisa estaba en una silla, delante del fuego, puesta a secar. Se la puso, entro en la habitacion trasera, regreso con los zapatos en la mano, se sento en una silla junto a la mesa y comenzo a ponerselos.

—Escucha —pidio y se agacho para acomodarse el zapato—, puedes quedarte. Cualquiera puede quedarse. Nosotros no obligamos a nadie a quedarse ni a irse. —Se irguio y la miro a los ojos—. Dime, ?que pensara tu padre? Aunque tenga la certeza que te has quedado por eleccion…

—No lo permitira. Vendra a buscarme.

—Por la fuerza.

—Si, por la fuerza. Sin duda, en compania de Macmilan y su pequeno ejercito.

—Y asi te convertiras en el pretexto que estan buscando para apelar a la violencia. Luz, debes volver.

—Por vuestro bien.

La joven solo pensaba en voz alta, asimilaba lo que acababa de hacer y las consecuencias que tendria. Lev estaba inmovil, con un zapato —Luz noto que se trataba de una bota baja, embarrada y gastada— en la mano.

—Asi es —confirmo Lev—. Por nuestro bien. Viniste por nuestro bien y ahora tienes que irte por la misma razon. ?Que pasara si ellos saben que has estado aqui…? —Hizo una pausa—. No, no puedes regresar. Quedarias atrapada en la mentira…, en tu mentira y en la de ellos. Fuiste tu la que vino aqui. Por Vera, por nosotros. Estas con nosotros.

—No, no es asi —replico Luz enfadada, pero el brillo y el calor de la expresion de Lev confundieron sus pensamientos. Hablaba tan claro, con tanta seguridad…, y ahora sonreia.

—Luz, ?recuerdas cuando ibamos a la escuela? Tu siempre…, siempre quise hablar contigo, pero nunca tuve valor suficiente… Una vez hablamos, al atardecer, me preguntaste por que no peleaba con Angel y su pandilla. Nunca fuiste como las otras chicas de la Ciudad, no encajabas, no era lo tuyo. Tu perteneces a este lugar. La verdad te importa. ?Recuerdas que una vez te enojaste con el maestro porque dijo que los conejos no hibernan, que Timmo intento explicar que habia descubierto una cueva llena de conejos hibernando y que el maestro estuvo a punto de azotarlo por insolente? ?Lo recuerdas?

—Dije que se lo contaria a mi padre —anadio Luz en voz queda. Se habia puesto muy palida.

—Sacaste la cara en clase, dijiste que el maestro no sabia la verdad y que iba a azotar a Timmo por expresarla…, solo tenias catorce anos. Escuchame, Luz, acompaname, iremos a casa de Elia. Puedes contarles lo que acabas de decirme y luego acordaremos el camino a seguir. ?Ya no puedes regresar y dejar que te castiguen, que te averguencen! Puedes quedarte con Vientosur, en las afueras, alli estaras tranquila. Ahora ven conmigo, no podemos perder un minuto.

Lev le ofrecio la mano por encima de la mesa, una mano fina y calida, llena de vida; Luz la acepto e hizo frente a su mirada. Se le llenaron los ojos de lagrimas.

—No se que hacer —reconocio y se deshizo en llanto—. Lev, solo te has puesto un zapato.

8

A pesar que el tiempo apremiaba, habia que convocar y reunir a la comunidad para que se mantuviera unida, para que se mantuviera firme. Actuar deprisa los favorecia pues los temerosos y los poco entusiastas no desaparecerian cualesquiera que fuesen las presiones; bajo la amenaza de un ataque inminente, todos estaban deseosos de encontrar el nucleo y preservarlo, concentrar la fuerza de la cohesion.

Existia un nucleo y el estaba en el centro mismo… Era el nucleo en compania de Andre, Vientosur, Martin, Italia, Santha y los demas, los jovenes, los decididos. Vera no estaba presente pero estaba ahi, en todas sus decisiones aparecia su bondad y su firmeza inquebrantable. Elia tampoco estaba. El, Joya y varios mas, en su mayoria gente mayor, estaban al margen, debian quedar al margen pues su voluntad no era la de la comunidad. Elia nunca habia sido partidario acerrimo del plan de emigracion y ahora sostenia que habian llegado demasiado lejos, que debian devolver inmediatamente la joven a su padre, acompanada por una delegacion que «se sentara a hablar con la Junta… Si solo nos sentaramos a hablar, toda esta desconfianza y este desafio sobrarian…».

El viejo Lyon le habia respondido cansinamente: «Elia, los hombres armados no se sientan a hablar».

No fue a Elia a quien apelaron, sino a la «gente de Vera», a los jovenes. Lev noto que la fuerza de sus amigos y de toda la comunidad lo sustentaban y levantaban. Sentia que no era un unico Lev, sino mil veces Lev…, el mismo pero enormemente incrementado, ampliado, un yo sin limites fundido con los demas, libre como no podia serlo ningun ser individual.

Apenas fue necesario celebrar consultas, explicar a la gente lo que habia que hacer, la imponente y serena resistencia que debian oponer a la violencia de la Ciudad. Ya lo sabian: ellos pensaban por el y el por ellos; su

Вы читаете El ojo de la garza
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату