—Diga su nombre tal como figura en el Registro Nacional. Debe dirigirse a los congresistas como «Caballeros» y a los concejales como «Sus Excelencias» —susurro el empleado, con el ceno fruncido. Hari lo miro con bondadoso regocijo, como si se tratara de un murcielago con saco abdominal—. ?Vamos, vamos! —murmuro el afanoso empleado.
Vera avanzo un paso.
—Me llamo Vera Adelson. Hemos venido a debatir con ustedes nuestros planes de enviar un grupo al norte para establecer un nuevo asentamiento. Dias atras no tuvimos tiempo de analizar la cuestion y por eso se produjeron algunos errores de entendimiento y desacuerdos. Ya esta todo superado. Jan tiene el mapa que el concejal Falco pidio y entregamos gustosamente esta copia para los Archivos. Los exploradores insisten en que no es muy exacto, pero da una idea general del territorio situado al norte y al este de Bahia Songe, incluidos algunos caminos y vados transitables. Esperamos sinceramente que sea de utilidad para nuestra comunidad.
Uno de los arrabaleros extendio un rollo de papel de hoja y el inquieto empleado lo tomo, mirando a los concejales en busca de su consentimiento.
Con su traje de pantalon de blanca seda de arbol, Vera permanecio inmovil como una estatua bajo la luz gris. Su voz sonaba serena:
—Hace ciento once anos el gobierno de Brasilamerica envio millares de personas a este mundo. Hace cincuenta y seis anos el gobierno de Canamerica envio dos mil personas mas. Estos grupos no se han fusionado, pero han cooperado. Ahora Ciudad y Arrabal, pese a ser distintas, son profundamente interdependientes. Las primeras decadas fueron muy duras para cada uno de los grupos y hubo que lamentar muchas muertes. Se han producido menos victimas a medida que aprendiamos a vivir aqui. Aunque hace anos que el Registro se ha suspendido, calculamos que la poblacion de la Ciudad ronda las ocho mil personas y, segun nuestro ultimo calculo, la poblacion del Arrabal ascendia a cuatro mil trescientas veinte.
Un murmullo de sorpresa se elevo desde los bancos.
—Consideramos —prosiguio Vera— que doce mil personas es el maximo que puede alimentar la region de Bahia Songe sin apelar a una agricultura demasiado intensiva y al riesgo constante de la hambruna. Creemos que ha llegado la hora para que algunos partamos y establezcamos un nuevo asentamiento. Al fin y al cabo, hay espacio mas que suficiente. —Falco sonrio ligeramente desde su asiento de concejal—. Como el Arrabal y la Ciudad no se han unido y siguen constituyendo dos grupos diferentes, creemos que un esfuerzo compartido para establecer un nuevo asentamiento seria poco aconsejable. Los pioneros tendran que convivir, trabajar juntos, depender mutuamente y, como es obvio, casarse entre si. Seria intolerable la tension de mantener separadas las dos castas sociales en semejantes condiciones. Ademas, los que quieren crear un nuevo asentamiento son arrabaleros. Alrededor de doscientas cincuenta familias, cerca de mil personas, estan pensando en trasladarse al norte. No se iran todos juntos, sino unas doscientas personas por vez. A medida que partan, ocuparan sus sitios en las granjas los jovenes que elijan quedarse y, puesto que la Ciudad ya esta muy poblada, queda la posibilidad que algunas familias deseen trasladarse al campo. Seran recibidas con los brazos abiertos. Aunque la quinta parte de nuestros campesinos se traslade al norte, no habra una caida en la produccion de alimentos y, por anadidura, habra mil bocas menos que alimentar. Este es nuestro plan. Confiamos en que a traves del debate, la critica y la busqueda mutua de la verdad podamos llegar a la plena coincidencia en una cuestion que a todos nos atane.
Se produjo un breve silencio.
Un hombre que ocupaba uno de los bancos se levanto para hablar, pero volvio a sentarse apresuradamente al ver que el concejal Falco se disponia a hacer uso de la palabra.
—Muchas gracias,
Con una mano, el empleado de cabellos rizados hizo gestos freneticos a los arrabaleros mientras con la otra intentaba encontrar algo entre los papeles de su escritorio. Dos guardias se adelantaron deprisa y flanquearon a los cinco arrabaleros.
—?Vamos! —ordeno uno de ellos.
—Esperen un momento —pidio Vera amablemente—. Concejal Falco, temo que volvemos a entendernos mal. Nosotros hemos tomado una decision provisional. Y ahora nos gustaria, con vuestra cooperacion, tomar una decision definitiva. Ni nosotros ni ustedes podemos elegir en solitario con respecto a un asunto que nos compete a todos.
—Creo que me entiende mal —dijo Falco y miro el aire por encima de la cabeza de Vera—. Acaba de plantear una propuesta. La decision corresponde al gobierno de Victoria.
Vera sonrio.
—Se que ustedes no estan acostumbrados a que las mujeres tomen la palabra en vuestras reuniones. Quiza sea mejor que Jan Serov se exprese en nuestro nombre.
Vera retrocedio y un hombre corpulento y de piel blanca ocupo su sitio.
—Veran —dijo, como si prosiguiera el discurso de Vera—, en primer lugar tenemos que acordar que queremos y como queremos hacerlo y, una vez que estemos de acuerdo, lo haremos.
—El tema esta cerrado —intervino el calvo concejal Helder, sentado a la izquierda de Falco en la tarima—. Si ustedes siguen obstruyendo las tareas del Pleno, habra que retirarlos por la fuerza.
—No obstruimos ninguna tarea, solo queremos hacer algo —declaro Jan. No sabia que hacer con sus enormes manos, que mantenia torpemente pegadas a los lados del cuerpo, entrecerradas, buscando el mango de una azada ausente—. Tenemos que resolver este asunto.
—Guardias —dijo Falco en voz muy baja.
Cuando los guardias avanzaron por segunda vez, Jan miro perplejo a Vera y Hari apelo a Falco:
—Bueno, concejal, calmese, es evidente que solo tenemos la intencion de hablar con sensatez.
—?Su Excelencia, haga expulsar a esta gente! —grito un hombre desde los bancos.
Otros asistentes se pusieron a vociferar, como si quisieran llamar la atencion de los concejales sentados en el estrado. Los arrabaleros no se movieron, si bien Jan Serov y el joven King miraron sorprendidos los rostros colericos y gritones vueltos hacia ellos. Falco conferencio unos segundos con Helder e hizo senas a uno de los guardias, que abandono el recinto a la carrera. Falco levanto la mano para pedir silencio.
—Deben ustedes comprender que no son miembros del gobierno, sino subditos —declaro con suma cortesia—. «Decidir» sobre un «plan» opuesto a las decisiones del gobierno es un acto de rebelion. Para que quede bien claro para ustedes, y tambien para el resto, permaneceran detenidos aqui hasta que comprobemos que el orden vigente se ha restablecido.
—?Que significa «detenidos»? —pregunto Hari a Vera en voz baja.
—La carcel —respondio la mujer.
Hari asintio. Habia nacido en una carcel de Canamerica; aunque no lo recordaba, estaba orgulloso de ello.
Aparecieron ocho guardias con actitud autoritaria y empujaron a los arrabaleros hacia la puerta.
—?En fila india! ?Dense prisa! ?Si corren, disparare! —ordeno el oficial.
Ninguno de los cinco arrabaleros mostro la menor intencion de huir, resistirse o protestar. Empujado por un guardia impaciente, King se disculpo como si en medio de la prisa le hubiera cortado el paso a alguien.
Los guardias guiaron al grupo mas alla de los frescos, mas alla de las columnas, hasta la calle. Alli los obligaron a detenerse.
—?Adonde vamos? —pregunto uno de los guardias al oficial.
—A la carcel.
—?Ella tambien?
Todos miraron a Vera, pulcra y delicada con su vestimenta de seda blanca. Impavida, les devolvio la mirada.
—El jefe ha dicho que a la carcel —declaro el oficial y fruncio el ceno.
—Hesumeria, senor, no podemos meterla en la carcel —declaro un guardia menudo, de mirada penetrante y con la cara marcada.
—Eso ha dicho el jefe.
—Fijese, senor, es una dama.
—Llevenla a casa del Jefe Falco y que decida el cuando regrese —propuso otro guardia, el gemelo de Caramarcada, aunque no tenia cicatrices.