solamente porque Miles tuvo en cuenta que el retroceso podria romperle el brazo. Se habia roto la mano derecha en Dagoola y el recuerdo del dolor estaba aun fresco.

—No, Danio —dijo Miles cuando pudo controlar su voz—. Vamos a salir tranquilamente… muy tranquilamente, por la puerta principal. Y nos vamos a rendir.

—Pero los dendarii no se rinden nunca —dijo Xaviera.

—Esto no es una base de instruccion —dijo Miles con paciencia—. Es una licoreria. O al menos lo era. Aun mas, ni siquiera es nuestra licoreria. —«Aunque sin duda me vere obligado a comprarla.»—. Piensen en los policias de Londres no como en sus enemigos, sino como en sus mejores amigos. Lo son, ?saben? Porque —miro friamente a Xaviera—, hasta que ellos acaben con ustedes, yo no podre empezar.

—Ah —dijo Xaviera, sometido por fin. Toco a Danio en el brazo—. Si. Tal vez… tal vez sera mejor que dejemos que el almirante nos lleve a casa, ?eh, Danio?

Xaviera puso en pie al ex propietario del cuchillo de monte. Tras pensarlo un momento, Miles se situo silenciosamente detras del de los ojos rojos, saco su aturdidor de bolsillo y le disparo una ligera descarga en la base del craneo. El de los ojos rojos se desplomo de lado. Miles rezo para que aquel estimulo final no le provocara un shock traumatico. Solo Dios sabia que coctel quimico llevaba encima, pero seguro que no era de alcohol solamente.

—Cojalo por la cabeza —ordeno Miles a Danio—, y usted, Yalen, por los pies.

De esa forma, los tres quedaban inmovilizados de forma muy efectiva.

—Xaviera, abra la puerta, ponga las manos sobre la cabeza y camine, sin correr, hasta el lugar donde se entregara para que lo arresten. Danio, sigalo. Es una orden.

—Ojala tuvieramos al resto de la tropa —murmuro Danio.

—La unica tropa que necesitan es una tropa de expertos legales —dijo Miles. Miro a Xaviera y suspiro—. Les enviare una.

—Gracias, senor —contesto Xaviera, y avanzo con solemnidad. Miles cubrio la retaguardia, apretando la mandibula.

Parpadeo ante la luz de la calle. Su pequena patrulla cayo en los brazos de los policias que esperaban. Danio no lucho cuando empezaron a esposarlo, aunque Miles solo se relajo cuando vio que conectaban por fin el campo de marana. El comisario de policia se acerco, tomando aire para hablar.

Un suave ?foomp! surgio de la puerta de la licoreria. Llamas azules lamieron la acera.

Miles grito, se dio la vuelta y corrio como un loco tomando una gran bocanada de aire. Atraveso las puertas de la licoreria, se zambullo en la oscuridad y sorteo el mostrador. La alfombra empapada de alcohol estaba ardiendo; las llamas, como cortinas de trigo dorado, corrian alocadamente tras el humo. El fuego avanzaba hacia la mujer atada en el suelo. Al cabo de un instante su pelo seria un terrible halo…

Miles se abalanzo hacia ella, se la cargo al hombro, lucho por ponerse en pie. Habria jurado que notaba sus huesos combarse. La mujer pataleo, sin colaborar para nada. Miles camino dando tumbos hacia la salida, brillante como la boca de un tunel, como la puerta de la vida. Sus pulmones latian, buscando oxigeno contra sus labios cerrados. Tiempo total, once segundos.

Al duodecimo segundo, la habitacion que dejaban atras se ilumino, rugiendo. Miles y su carga cayeron a la acera; mientras las llamas les lamian las ropas, ellos rodaban una y otra vez. La gente chillaba y gritaba desde una distancia indeterminada. El tejido del uniforme dendarii, preparado para el combate, ni se derretiria ni arderia, pero seguia siendo una mecha apetecible para los liquidos volatiles que lo manchaban. El efecto era terriblemente espectacular. Pero la ropa de la pobre empleada no constituia la misma proteccion…

Miles se atraganto con la andanada de espuma con la que los rocio el bombero que habia saltado dispuesto a intervenir. Debia de haber estado esperando este momento. La policia de aspecto asustado aferraba ansiosa su rifle de plasma, completamente sobrante ahora. La espuma del extintor era como la de la cerveza, aunque no sabia tan bien. Miles escupio los asquerosos productos quimicos y permanecio tendido un instante, jadeando. Dios, que bueno era el aire. Nadie lo alababa lo suficiente.

—?Una bomba! —grito el comandante de policia.

Miles se tumbo de espaldas, apreciando la rendija de cielo azul que le mostraban sus ojos, milagrosamente nitidos, ilesos, sin quemaduras.

—No —jadeo tristemente—, conac. Montones de botellas de conac carisimo. Y alcohol barato. Probablemente prendido por un cortocircuito de la comuconsola.

Se aparto para dejar paso a los bomberos ataviados de blanco. Uno de ellos lo ayudo a ponerse en pie y lo alejo del edificio en llamas. Se quedo mirando a una persona que le apuntaba con una pieza de equipo que le parecio, durante un confuso momento, un canon de microondas. El arrebato de adrenalina lo barrio sin efecto, no le quedaba capacidad de respuesta. La persona le farfullaba. Miles parpadeo, aturdido, y el canon de microondas se convirtio en una camara de holovid.

Deseo que hubiera sido un canon de verdad…

La empleada de la licoreria, liberada por fin, le senalaba y gritaba y chillaba. Para ser alguien a quien acababan de salvar de una muerte horrible, no parecia muy agradecida. El holovid la enfoco un instante, hasta que el personal de la ambulancia se la llevo. Miles supuso que le suministrarian un sedante. Se la imagino llegando a casa esa noche, con su marido y sus hijos… «?Y como te ha ido el trabajo en la tienda hoy, querida…?» Se pregunto si aceptaria dinero por su silencio y, si era asi, cuanto.

Dinero, oh, Dios…

—?Miles! —la voz de Elli Quinn por encima de su hombro le hizo dar un salto—. ?Lo tienes todo bajo control?

En el tubo que los conducia al espaciopuerto de Londres, la gente se los quedaba mirando. Miles, al verse en una pared de espejo mientras Elli compraba los billetes, no se sorprendio. El elegante y atildado lord Vorkosigan que habia visto por ultima vez mirandolo antes de la recepcion de la embajada se habia transmutado, como un hombre lobo, en un monstruito degradado. Su uniforme mojado, chamuscado y arrugado estaba salpicado de pequenos trocitos de espuma seca. La pechera blanca de su chaquetilla estaba sucia. Tenia la cara tiznada, la voz cascada, los ojos rojos y fieros por la irritacion causada por el humo. Apestaba a humo y sudor y licor, sobre todo a licor. Se habia revolcado en el, despues de todo. La gente que se les acercaba en la cola captaba una vaharada y se apartaba. Los policias, gracias a Dios, se habian quedado con la pistola y el cuchillo, requisados como pruebas. Con todo, Elli y el tenian el vagon burbuja para ellos solos.

Miles se hundio en su asiento con un grunido.

—Vaya guardaespaldas que eres —le dijo a Elli—. ?Por que no me protegiste de esa entrevistadora?

—No intentaba dispararte. Ademas, acababa de llegar. No podia decirle lo que habia sucedido.

—Pero eres mucho mas fotogenica. Habria mejorado la imagen de la Flota Dendarii.

—Los holovids me dejan muda. Pero tu parecias bastante tranquilo.

—Intentaba restarle importancia. «Los muchachos siempre seran muchachos», rie el almirante Naismith, mientras al fondo sus soldados queman Londres…

Elli sonrio.

—Ademas, no estaban interesados en mi. No fui yo el heroe que se abalanzo hacia un edificio en llamas… por los dioses, cuando saliste rodando de ese incendio…

—?Lo viste? —Miles se animo un poquitin—. ?Salio bien en las tomas largas? Tal vez compense lo de Danio y su alegre pandilla en la mente de nuestra ciudad anfitriona.

—Resultaba aterrador —ella se estremecio—. Me sorprende que no tengas quemaduras graves.

Miles alzo las cejas chamuscadas y se metio la mano izquierda quemada bajo el brazo derecho.

—No ha sido nada. Ropa protectora. Me alegro de que no todo nuestro equipo tenga defectos de diseno.

—No se. Si he de serte sincera, me da miedo el fuego desde… —se toco la cara con la mano.

—Es logico. Se encargaron de todo el asunto mis reflejos espinales. Cuando mi cerebro por fin controlo el cuerpo, todo se habia acabado, y empece a temblar. He visto unos cuantos incendios, en combate. No pense mas que en correr, porque cuando los incendios alcanzan cierto punto se extienden rapido.

Miles se abstuvo de confesar sus otras preocupaciones sobre los aspectos de seguridad de aquella maldita entrevista. Ya era demasiado tarde, aunque su imaginacion jugueteaba con la idea de una incursion dendarii secreta a Euronews Network para destruir el disco vid. Tal vez estallara la guerra, o se estrellara una lanzadera, o en el Gobierno hubiera un grave escandalo sexual y todo el incidente de la licoreria fuera archivado en las prisas

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