minutos para su tiempo limite.

Era un hombre que corria con su perro. La pareja miro a los cuatro dendarii uniformados y los evito nerviosamente dando un rodeo para llegar al otro extremo del aparcamiento antes de desaparecer en los matorrales que adornaban la zona norte. Todos apartaron las manos de los aturdidores. «Una ciudad civilizada —penso Miles—. No harias eso a tales horas en algunas partes de Vorbarr Sultana, a menos que tuvieras un perro mucho mas grande.»

El soldado comprobo sus infrarrojos.

—Ahi viene otro.

Esta vez no era el suave roce de unas zapatillas de deporte, sino el rapido resonar de unas botas. Miles reconocio el sonido antes de distinguir la cara en el baile de luces y sombras. El uniforme de Galeni paso de gris oscuro a verde cuando entro en la zona mas iluminada del aparcamiento, caminando rapidamente.

—Muy bien —le dijo Miles a Elli—, aqui nos separamos. Permanece fuera de la vista a toda costa, pero si puedes encontrar un punto de observacion, adelante. ?Esta abierto el comunicador?

Elli pulso su comunicador de muneca. Miles se saco el cuchillo de la bota y utilizo la punta para desmontar y apagar la diminuta luz de transmision del suyo propio, luego soplo. El siseo se repitio en la muneca de Elli.

—Transmite bien —confirmo ella.

—?Tienes tu escaner medico?

Elli lo mostro.

—Haz una comprobacion.

Le apunto con el, lo agito arriba y abajo.

—Grabado y listo para una autocomparacion.

—?Se te ocurre alguna otra cosa?

Ella nego con la cabeza, pero seguia sin parecer satisfecha.

—?Que hago si el vuelve y tu no?

—Agarralo, llenalo de pentarrapida… ?llevas el equipo de interrogatorios?

Ella se abrio la chaqueta para destapar una bolsita marron cosida a un bolsillo interior.

—Rescata a Ivan si eres capaz. Luego —Miles inspiro profundamente—, puedes volarle al clon la cabeza o lo que se te antoje.

—?Que paso con aquello de «es mi hermano me equivoque o no»?—dijo Elli.

Galeni, que llego en medio de la conversacion, ladeo con interes la cabeza para escuchar la respuesta, pero Miles no contesto. No se le ocurria una respuesta sencilla.

—Quedan tres minutos —le dijo a Galeni—. Sera mejor que nos movamos.

Se encaminaron por una vereda que conducia a unas escaleras y rebasaron la cadena que anunciaba a los ciudadanos respetuosos de la ley que estaban cerradas durante la noche. Las escaleras conducian por la parte trasera de la barrera hasta un paseo publico que se extendia por toda la parte superior para permitir a los ciudadanos ver el oceano a la luz del dia. Galeni, que evidentemente habia venido corriendo, respiraba entrecortadamente ya al comienzo de la subida.

—?Tuvo algun problema para salir de la embajada? —pregunto Miles.

—En realidad no. Como bien sabe, lo dificil es volver a entrar. Creo que demostro usted que lo mas sencillo es lo mejor. Sali por la puerta lateral y cogi el tubo mas cercano. Afortunadamente, el guardia de servicio no tenia orden de dispararme.

—?Lo sabia de antemano?

—No.

—Entonces Destang sabe que se ha marchado.

—Lo sabra, desde luego.

—?Cree que le habran seguido? —Miles miro involuntariamente por encima de su hombro. Vio el aparcamiento y el vehiculo aereo abajo; Elli y los dos soldados habian desaparecido de la vista, buscando sin duda un puesto de observacion.

—No inmediatamente. La Seguridad de la embajada —los dientes de Galeni brillaron en la oscuridad— anda corta de personal en estos momentos. Deje mi comunicador de muneca, y traje dinero para el tubo en vez de usar mi tarjeta, asi que no tienen modo de rastrearme.

Llegaron jadeando a la cima; el aire humedo se volvio frio contra la cara de Miles; olia a limo de rio y sal marina, un leve hedor a estuario podrido. Miles cruzo el amplio paseo y se asomo a echar un vistazo a la cara exterior del dique de sintarmigon. Una estrecha cornisa corria unos veinte metros por debajo, perdiendose de vista a la derecha en una curva de la Barrera. Al no ser parte de la zona publica, se alcanzaba por escaleras extensibles que asomaban a intervalos en la balaustrada; naturalmente, estaban todas plegadas de noche. Era una tonteria tratar de romper y descodificar uno de los controles sellados: llevaria tiempo, y era probable que encendiera las luces de alarma de algun supervisor nocturno en una de las lejanas torres… o que bajaran de golpe.

Miles suspiro entre dientes. Deslizarse sobre duras superficies de roca era una de las actividades que menos le entusiasmaban. Saco un carrete de cable del bolsillo de su chaquetilla dendarii, ato el arpeo gravitico cuidadosa y firmemente a la balaustrada; lo comprobo dos veces. Al contacto, unos asideros surgieron de los lados del carrete y liberaron el amplio arnes que siempre parecia tremendamente endeble a pesar de su fenomenal fuerza tensora. Miles se envolvio en el, lo tenso, salto por encima de la balaustrada y bajo por la pared de espaldas, sin mirar hacia abajo. Cuando llego al fondo era un torrente de adrenalina.

Envio el carrete de vuelta a Galeni, quien imito la maniobra. Este no hizo ningun comentario acerca de sus sentimientos sobre la altura cuando le devolvio el aparato. Miles tampoco lo hizo; pulso el control que liberaba el arpeo, rebobino el carrete y se lo guardo.

—Vamos bien —comento Miles. Desenfundo el aturdidor—. ?Que ha traido?

—Solo he conseguido un aturdidor —Galeni se lo saco del bolsillo, comprobo su carga y alcance—. ?Y usted?

—Dos. Y unos cuantos juguetitos mas. Hay severos limites a lo que uno puede pasar a traves de la seguridad de un espaciopuerto.

—Considerando lo abarrotado que esta este sitio, creo que hacen bien —observo Galeni.

Aturdidores en mano, caminaron en fila india por el saliente, Miles el primero. El mar se agitaba bajo sus pies: una transparencia marron verdosa veteada de espuma dentro de los circulos de luz y aterciopelado negro mas alla. A juzgar por la decoloracion, aquel pasillo se inundaba con la marea alta.

Miles indico a Galeni que se detuviera y avanzo poco a poco. Pasada la curva, el pasillo se ensanchaba hasta formar un circulo de cuatro metros sin salida; la barandilla lo bordeaba hasta el muro del fondo, donde habia una puerta: una solida escotilla oval.

De pie delante de la escotilla estaban Galen y Mark, con los aturdidores en la mano. Mark llevaba una camiseta negra, pantalones grises y botas dendarii; iba sin chaquetilla… Miles se pregunto si era su propia ropa robada, o un duplicado. Las aletas de la nariz se le distendieron cuando vio la daga de su abuelo en la vaina de piel de lagarto colgando de la cintura del clon.

—Un empate —comento tranquilamente Galen cuando Miles se detuvo, mirando el aturdidor de Miles y el suyo propio—. Si todos disparamos a la vez, mi Miles o yo quedaremos en pie, y el juego sera mio. Pero si por algun milagro consiguiera abatirnos a ambos, no estariamos en condiciones de decirle donde esta su fornido primo. Moriria antes de que pudiera usted encontrarlo. Su muerte ha sido programada. No necesito volver junto a el para ejecutarlo. Mas bien lo contrario. Su bonita guardaespaldas bien podria reunirse con nosotros.

Galeni salio de la curva.

—Algunos empates son mas curiosos que otros —dijo.

La cara de Galen olvido su dura ironia, los labios abiertos en un profundo suspiro de desazon, y luego se volvio a tensar al mismo tiempo que su mano se cerraba sobre el arma.

—Tenia que traer a la mujer —susurro.

Miles sonrio apenas.

—Por ahi andara. Pero usted dijo dos, y somos dos. Todas las partes interesadas estan presentes. ?Ahora que?

La mirada de Galen conto armas, calculo distancias, musculos, probabilidades. Miles hacia lo mismo.

—El empate continua —dijo Galen—. Si los dos son aturdidos, pierden; si somos aturdidos nosotros, pierden

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