captar algunos jirones de informacion.

—?Ya esta! Se siente totalmente seguro de los resultados… Es algo relacionado con cohetes. Los ha lanzado… No, no los ha lanzado… Es otra cosa… Va a lanzarlos pronto.

—Son cohetes teleguiados que transportaran el virus radiactivo —gruno Shekt—. Cada uno se dirigira hacia un mundo distinto. —?Pero donde estan esos cohetes, Schwartz? —insistio Arvardan—. Siga buscando…

—Hay un edificio que…, que no veo bien… Cinco puntas… como una estrella…, un nombre; quiza Sloo…

—?Eso es! —volvio a interrumpirle Shekt—. Por todas las estrellas de la Galaxia, tiene que ser ese edificio…, el templo de Senloo. Esta rodeado en todas direcciones por bolsas de radiactividad, y solo los Ancianos pueden llegar hasta el. ?Se encuentra cerca de la confluencia de dos rios muy grandes, Schwartz?

—No puedo… Si…, si.

—?Cuando, Schwartz, cuando? ?Cuando seran lanzados esos cohetes?

—No veo el dia, pero sera pronto…, muy pronto. Es lo unico que parece haber en su mente… Sera muy pronto.

El esfuerzo mental que estaba haciendo era tan grande que Schwartz tenia la sensacion de que la cabeza le iba a estallar de un momento a otro.

Cuando por fin consiguio ponerse a cuatro patas Arvardan se sintio tan debil como si tuviera fiebre, y las articulaciones amenazaban con ceder a cada momento bajo su peso.

—?Viene hacia aqui?

—Si. Ya ha llegado a la puerta.

Schwartz habia ido bajando el tono de voz, y se callo justo al abrirse la puerta.

—?Doctor Arvardan! ?No cree que seria mejor que volviera a acostarse?

La voz de Balkis estaba impregnada de una burla helada que lleno la sala con ecos de triunfo.

Arvardan le miro. Era muy consciente de lo cruelmente humillante que resultaba aquella postura, pero no tenia nada que contestar y permanecio callado. Permitio que sus doloridos miembros le fueran depositando poco a poco en el suelo, y se quedo inmovil respirando con jadeos entrecortados. Si sus piernas recobraban un poco mas de sensibilidad, si conseguia dar un solo salto, si lograba apoderarse del arma de su enemigo…

Lo que colgaba del cinturon de plastico flexible que cenia la tunica del secretario no era un latigo neuronico, sino un desintegrador de alta potencia capaz de atomizar a un hombre en un instante. El secretario contemplo a las cuatro personas que tenia delante y sintio una salvaje satisfaccion. No presto demasiada atencion a la muchacha, pero por lo demas no cabia duda de que habia sido una pesca excelente. El terrestre traidor, el agente imperial y el hombre misterioso al que estaban vigilando desde hacia dos meses habian caido en sus manos… ?Habria otros?

Si, claro, todavia estaban Ennius y el Imperio. El secretario habia conseguido inmovilizar sus brazos en la persona de aquellos espias y traidores, pero en algun lugar aun quedaba un cerebro en actividad…, que quiza enviaria a otros secuaces.

El secretario se irguio y entrelazo tranquilamente las manos ante el como si descartase toda posible necesidad de llegar a empunar su arma.

—Hay que poner las cosas en claro —dijo con voz tranquila y suave—. Existe un estado de guerra entre la Tierra y la Galaxia…, se trata de una guerra no declarada, pero aun asi sigue siendo una guerra. Ustedes son nuestros prisioneros, y seran tratados tal y como corresponde a las circunstancias. Naturalmente, el castigo habitual para los espias y los traidores es la muerte…

—?Solo en caso de una guerra declarada de la manera legal! —le interrumpio apasionadamente Arvardan.

—?Una guerra declarada de la manera legal? —replico el secretario con evidente sarcasmo—. ?Que es eso, doctor Arvardan? La Tierra siempre ha estado en guerra con la Galaxia, tanto si hemos tenido la cortesia de mencionarlo como si no.

—No pierdas el tiempo con el —dijo Pola con dulzura mirando a Arvardan—. Deja que hable y que termine de una vez.

Arvardan le sonrio. Fue una sonrisa extrana y casi espasmodica, porque tuvo que hacer un gran esfuerzo para ponerse en pie y conservar un equilibrio tambaleante y tembloroso.

Balkis dejo escapar una leve risita y recorrio lentamente la distancia que le separaba del arqueologo de Sirio. Despues extendio una mano con identica lentitud, la apoyo sobre el robusto pecho de Arvardan…, y empujo.

Sus brazos entumecidos no respondieron a la orden de iniciar un movimiento defensivo que envio el cerebro de Arvardan, y sus musculos todavia insensibles no consiguieron reaccionar con la rapidez suficiente para ajustar el equilibrio corporal al repentino cambio de postura, y Arvardan cayo al suelo.

Pola lanzo un gemido, y tambien empezo a bajar lentamente de su losa de plastico obligando a sus musculos y huesos rebeldes a que obedecieran su voluntad.

Balkis dejo que la muchacha se arrastrase hacia Arvardan.

—Ah, su fuerte y valeroso amante espacial… —dijo—. ?Vamos, muchacha, corra hacia el! ?A que esta esperando? Abrace a su heroe y apoyese contra su pecho para olvidar que esta empapado por el sudor y la sangre de mil millones de terrestres martirizados… Ahi yace el heroico espacial, derribado por el empujoncito insignificante que le ha dado un terrestre.

Pola habia conseguido arrodillarse al lado de Arvardan y sus dedos se movian bajo sus cabellos buscando sangre o la blandura fatal indicadora de una fractura osea. Los ojos de Arvardan se fueron abriendo lentamente y sus labios se movieron articulando un «Estoy bien…» inaudible.

—?Es usted un cobarde! —exclamo Pola—. ?Como es capaz de luchar con un hombre que esta medio paralizado y enorgullecerse de su pirrica victoria? Bel, te aseguro que hay muy pocos terrestres como el…

—Lo se, porque de lo contrario tu no serias terrestre —logro decir Arvardan.

—Como les he dicho hace unos momentos, sus vidas estan condenadas —murmuro el secretario mientras se erguia—, pero a pesar de eso aun pueden ser compradas. ?Les interesa conocer el precio?

—Si se encontrara en nuestra situacion le interesaria muchisimo saberlo —replico orgullosamente Pola—. Estoy absolutamente segura de ello.

—Silencio, Pola —intervino Arvardan, que aun no habia conseguido recuperar del todo el aliento—. ?Que nos propone?

—Oh, ?esta dispuesto a venderse? —pregunto Balkis—. ?Igual que yo, por ejemplo? ?Igual que haria un vil terrestre?

—Nadie sabe mejor que usted mismo lo que es —replico Arvardan—. En cuanto al resto de lo que ha dicho, no me estoy vendiendo, sino que compro la vida de Pola.

—Me niego a ser comprada —dijo Pola.

—Muy conmovedor —comento el secretario—. Se rebaja hasta el nivel de nuestras mujeres…, de nuestras terraquejas, y aun es capaz de jugar a sacrificarse.

—?Que nos propone? —insistio Arvardan.

—Ahora lo sabran. Resulta evidente que se ha producido una filtracion y que nuestros planes han sido descubiertos. No es dificil saber como llegaron hasta el doctor Shekt, pero no entiendo como llegaron al Imperio; por lo que nos gustaria averiguar que sabe exactamente el Imperio… No me refiero a lo que usted ha averiguado, Arvardan, sino a lo que sabe el Imperio en estos momentos.

—Soy arqueologo, no espia —replico secamente Arvardan—, y no tengo ni idea de lo que sabe el Imperio…, pero espero que sepa mucho.

—Ya me lo imaginaba. Bien, quiza cambie de idea… Voy a dejar que lo piensen.

Schwartz no habia intervenido durante todo aquel tiempo, y ni tan siquiera habia levantado la mirada.

El secretario aguardo en silencio unos momentos.

—Voy a dejar bien claro el precio de no colaborar con nosotros —dijo, y su voz ya no sonaba tan tranquila como antes—. No sera simplemente la muerte, porque tengo la seguridad de que todos ustedes estan preparados para enfrentarse a esa desagrable e inevitable eventualidad. El doctor Shekt y su hija, que desgraciadamente para ella esta seriamente complicada en el caso, son ciudadanos de la Tierra. Teniendo en cuenta las circunstancias, creo que lo mas adecuado sera que ambos sean sometidos a tratamiento con el sinapsificador. ?Entiende lo que acabo de decir, doctor Shekt?

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