Pero nada de todo aquello tenia un reflejo exterior. Lo unico visible eran las contracciones nerviosas de la mandibula de Schwartz o el temblor de sus labios ensangrentados por la mordedura de sus dientes, y el ocasional movimiento casi imperceptible del pulgar del secretario que seguia luchando…, luchando…

Arvardan se detuvo para descansar. No queria hacerlo, pero no le quedaba mas remedio. Su dedo estirado ya casi rozaba la tunica del secretario, y por un momento le parecio que seria incapaz de seguir moviendose. Sus pulmones doloridos no conseguian bombear el aire que tanto necesitaban sus miembros entumecidos. Sus ojos estaban nublados por las lagrimas del esfuerzo y su mente se hallaba envuelta en una neblina de dolor.

—Unos momentos mas, Schwartz —jadeo—. No le suelte…, no le suelte…

—No puedo…, no puedo… —murmuro Schwartz.

Schwartz tenia la impresion de que el mundo se le escapaba para perderse en un caos de turbiedad opaca. Las antenas de su mente estaban rigidas y se habian vuelto casi insensibles.

El pulgar del secretario volvio a ejercer presion sobre el boton, pero este no cedio. La presion fue aumentando lentamente.

Schwartz sentia que los ojos le iban a saltar de las orbitas y que las venas se dilataban en su frente. Podia percibir la sensacion de triunfo que estaba invadiendo la mente de su rival…

Y Arvardan salto. Su cuerpo rigido que se negaba a dejarse vencer por la paralisis cayo hacia delante, con los brazos extendidos moviendose freneticamente de un lado a otro.

El debilitado secretario que ya estaba medio prisionero de una mente ajena cayo con el. El arma salio despedida hacia un lado y reboto sobre el duro suelo.

La mente del secretario se libero casi simultaneamente, y Schwartz se desplomo hacia atras con el interior de su craneo convertido en un laberinto de confusion.

Balkis se estaba debatiendo freneticamente bajo el peso muerto del cuerpo de Arvardan. El secretario hundio una rodilla en el vientre del arqueologo con salvaje brutalidad en tanto que su puno cerrado caia sobre el pomulo de Arvardan siguiendo una trayectoria lateral. Despues se levanto y empujo, y Arvardan rodo por el suelo con el cuerpo convertido en un ovillo de dolor.

El secretario se puso en pie, despeinado y furioso. Dio un paso hacia delante y volvio a detenerse.

Shekt se encaraba con el. El fisico estaba medio incorporado en el suelo y empunaba el desintegrador. Su mano izquierda sostenia con visible dificultad la derecha que blandia el arma. El desintegrador temblaba, pero el canon apuntaba al secretario.

—?Pandilla de imbeciles! —grito el secretario perdiendo definitivamente el control de si mismo—. ?Que esperan conseguir con esto? Me bastara con levantar la voz…

—Pero por lo menos usted morira —murmuro Shekt.

—Matandome no lograran nada, y ustedes lo saben —respondio el secretario con amargura—. No salvaran el Imperio, y tampoco se salvaran a si mismos. Entregueme ese desintegrador y hare que sea puesto en libertad.

Extendio la mano, pero Shekt dejo escapar una risita burlona.

—No soy tan estupido como para creerme eso.

—?Quiza no, pero esta semiparalizado! —exclamo el secretario.

Salto hacia la derecha moviendose a una velocidad mucho mayor que aquella con que la todavia muy debil muneca del fisico podia desviar el desintegrador.

Pero cuando Balkis se preparo para el salto final todos sus pensamientos se concentraron en el desintegrador cuyo canon estaba esquivando. Schwartz volvio a proyectar su mente en una ultima embestida, y el secretario trastabillo y cayo de bruces tan repentinamente como si acabase de recibir un garrotazo.

Arvardan habia conseguido ponerse en pie con muchas dificultades. Tenia una mejilla muy roja e hinchada y se tambaleaba al caminar.

—?Puede moverse, Schwartz?

—Un poco —respondio Schwartz con un hilo de voz, y logro deslizarse bajando de la losa de plastico.

—?Viene alguien?

—No percibo a nadie.

Arvardan bajo la mirada hacia Pola e intento sonreir. Tenia la mano apoyada sobre la suave cabellera de la muchacha, y esta le observaba con los ojos humedos. Durante las dos ultimas horas Arvardan habia presentido mas de una vez que nunca volveria a acariciar sus cabellos ni a ver sus ojos.

—Puede que despues de todo aun haya un futuro, Pola…

—No disponemos del tiempo suficiente —replico ella meneando la cabeza—. Apenas hasta las seis del martes…

—?Te parece que no es tiempo suficiente? Bueno, ya lo veremos —murmuro Arvardan. Se inclino sobre el secretario caido y le echo la cabeza hacia atras sin demasiada delicadeza mientras se preguntaba si seguiria con vida. Busco inutilmente el pulso con sus dedos todavia muy entumecidos, y acabo deslizando una mano por debajo de la tunica verde—. Bueno, al menos su corazon todavia late…

Tiene un poder muy peligroso, Schwartz. ?Por que no empezo haciendo esto?

—Porque deseaba dejarle paralizado —respondio Schwartz, quien evidenciaba los efectos de la tension del duelo—. Pense que si conseguia dominar a Balkis podriamos salir de aqui bajo su proteccion. Queria usarle como senuelo… Su tunica podria haber sido un refugio debajo del que todos hubiesemos estado a salvo.

—Quiza aun sea posible —dijo Shekt animandose de repente—. La guarnicion imperial del Fuerte Dibburn se encuentra a un kilometro escaso de aqui. Cuando hayamos llegado alli estaremos a salvo, y podremos comunicarnos con Ennius.

—?Cuando hayamos llegado alli…! Afuera debe de haber centenares de guardias, y varios centenares mas apostados entre este edificio y la guarnicion imperial. ?Y que vamos a hacer con esta momia? ?Levantarla, ponerle unas ruedas debajo y empujarla…?

Arvardan dejo escapar una seca carcajada en la que no habia ni rastro de buen humor.

—Y ademas no olviden que fui incapaz de controlar su mente mucho tiempo —murmuro Schwartz con evidente preocupacion—. fracase, como pudieron ver.

—Porque no esta acostumbrado a hacer este tipo de cosas —afirmo Shekt poniendose muy serio—. Y ahora escucheme con mucha atencion, Schwartz: creo saber que es lo que hace con su poder. Su mente se ha convertido en una estacion receptora de los campos electromagneticos del cerebro, y creo que tambien es capaz de transmitir. ?Me comprende?

Schwartz no parecia muy seguro de que Shekt estuviera en lo cierto.

—Tiene que entenderlo —insistio Shekt—. Tendra que concentrarse en lo que desea que haga Balkis…, y empezaremos devolviendole el desintegrador.

—?Como? —exclamaron los otros tres casi al unisono poniendo cara de asombro.

—Balkis tiene que sacarnos de aqui —dijo Shekt levantando un poco la voz para hacerse oir—. No hay ninguna otra forma de salir, verdad? ?Y acaso hay un metodo mejor para no despertar sospechas que el permitir que se muestre publicamente con un arma en la mano?

—Pero no podre controlar su mente…, le aseguro que no sere capaz de hacerlo —afirmo Schwartz. Estaba flexionando los brazos y se daba masaje en ellos intentado devolverles la sensacion de normalidad—. No estoy interesado en sus teorias, doctor Shekt. Usted no tiene ni idea de lo que ocurre cuando utilizo mis Poderes… Influir sobre el contacto mental es algo muy dificil que exige un gran esfuerzo, y nunca estoy demasiado seguro de que he de hacer a cada momento.

—Ya lo se, pero es un riesgo que tenemos que correr. Vamos, Schwartz, intentelo… —le rogo Shekt—. Cuando vuelva en si, haga que Balkis mueva el brazo.

El secretario dejo escapar un gemido ahogado, y Schwartz capto de nuevo el contacto mental. Se sumio en un silencio atemorizado y fue permitiendo que el contacto mental volviera a intensificarse…, y entonces le hablo. Fue un discurso sin palabras, la orden silenciosa que un ser humano dirige a su brazo cuando quiere que se mueva; una orden tan silenciosa y sutil que ni tan siquiera quien la emite es consciente de ella.

Y el brazo de Schwartz no se movio, pero el del secretario si. El terrestre llegado del pasado levanto la mirada y sus labios se curvaron en una sonrisa de excitacion, pero los demas solo tenian ojos para Balkis…, Balkis, esa figura postrada que erguia la cabeza y cuyos ojos iban perdiendo la turbiedad del desvanecimiento, y cuyo brazo se extendia misteriosamente hacia fuera formando un incongruente angulo de noventa grados.

Schwartz se concentro en su tarea.

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