Los ojos del fisico reflejaban un panico atroz.

—Si, ya veo que lo ha entendido —comento Balkis—. Naturalmente, se puede ajustar el sinapsificador para que dane el tejido cerebral hasta el extremo de obtener una imbecilidad total… Es un estado deplorable, creanme: el resultado de ello es una persona que debe ser alimentada para que no muera de inanicion, que vive en la mugre a menos que otros cuiden de su aseo, que debe ser encerrada para que no horrorice a quienes la rodean… Serviran de ejemplo para los demas en el gran dia que no tardara en llegar. En cuanto a usted y a su amigo Schwartz —anadio el secretario volviendose hacia Arvardan— son ciudadanos del Imperio y, por lo tanto, nos serviran para llevar a cabo un experimento muy interesante. Nunca hemos probado el virus concentrado de la fiebre en un par de perros de la Galaxia… Sera interesante averiguar hasta que punto son exactos nuestros calculos. Si diluimos lo suficiente la dosis que hay que inyectar, la enfermedad seguira su curso durante una semana hasta el inevitable desenlace final. El proceso sera altamente doloroso. —Hizo una pausa y les contemplo con los parpados entrecerrados—. La alternativa a todo eso es muy sencilla y mucho mas agradable: basta con algunas palabras bien escogidas.

Que sabe el Imperio? ?Hay otros espias en activo actualmente? `Cuales son sus planes, si es que los tienen, y como podemos contrarrestarlos?

—?Que garantia tenemos de que no nos matara en cuanto le hayamos proporcionado la informacion que desea? —pregunto el doctor Shekt con un hilo de voz.

—Tienen la garantia de que si se niegan a proporcionarme esa informacion moriran de una manera horrible, asi que deben correr el riesgo de la alternativa. Bien, ?que me dicen?

—?No nos concede un plazo para pensarlo?

—?No es precisamente lo que les estoy dando ahora? Han transcurrido diez minutos desde que entre aqui, y sigo estando dispuesto a escuchar… Bien, ?tienen algo que decir? ?Nada? Supongo que comprenderan que el plazo no se va a prolongar indefinidamente, ?verdad? Arvardan, veo que aun intenta tensar los musculos… Quiza cree que conseguira llegar hasta mi antes de que haya tenido tiempo de desenfundar mi desintegrador. ?Y si lo consigue, que? Fuera hay cientos de Ancianos y guardias, y mis planes seguiran adelante sin mi. Mi ausencia ni tan siquiera afectara al cumplimiento de los castigos que les he prometido. O quiza usted, Schwartz… Usted mato a nuestro agente. Fue usted, ?verdad? Quiza cree que podra matarme igual que hizo con el…

Y Schwartz miro a Balkis por primera vez.

—Puedo hacerlo, pero no lo hare —dijo con voz gelida.

—Que bondadoso es usted…

—Se equivoca. Soy terriblemente cruel, y usted mismo ha dicho que hay cosas peores que la muerte.

Arvardan descubrio que estaba mirando a Schwartz, y sintio que una nueva esperanza se iba aduenando de el.

18. ?EL DUELO !

La mente de Schwartz se habia convertido en un torbellino. Sentia una extrana tranquilidad tan intensa que casi resultaba absurda. Una parte de el parecia tener el control absoluto de la situacion, y otra parte no podia creerlo. Le habian aplicado el tratamiento paralizador despues que a los demas, e incluso el doctor Shekt se estaba sentando mientras que Schwartz apenas podia mover poco mas que un brazo. Y mientras contemplaba el rostro sonriente e infinitamente maligno y cruel del secretario, empezo el duelo…

—AL principio, yo estaba en su bando a pesar de que usted planeaba matarme —dijo Schwartz—. Creia comprender sus sentimientos y sus intenciones, pero las mentes de las otras personas que se encuentran aqui son relativamente inocentes y puras en tanto que la suya es…, es indescriptiblemente horrenda. Usted no lucha por los terrestres, sino para obtener mas poder personal. No veo en usted una imagen de la Tierra libre, sino de la Tierra nuevamente esclavizada. No veo en usted la destruccion del poder del Imperio, sino su sustitucion por una dictadura personal…, la suya.

—Asi que ve todo eso, ?eh? —replico Balkis—. Bien, por mi puede ver lo que le de la gana… Despues de todo, la informacion que puede proporcionarme no es tan importante como para que deba aguantar sus impertinencias. Parece ser que hemos adelantado la hora del golpe. ?Se lo esperaban? Es sorprendente lo que se puede llegar a conseguir ejerciendo la presion adecuada sobre las personas, incluso cuando estas te habian jurado una y otra vez que no se podia ir mas deprisa. ?Tambien ha visto eso, mi melodramatico lector de pensamientos?

—No —respondio Schwartz—. No buscaba ese dato, y lo pase por alto… Pero ahora si puedo verlo. Dos dias…, no, menos… Veamos… Martes…, seis de la manana, hora de Chica.

Y de repente el desintegrador estaba en la mano del secretario. Balkis fue rapidamente hacia la losa de plastico sobre la que yacia Schwartz y se inclino sobre sus tensas facciones.

—?Como lo ha sabido?

Schwartz se envaro. Sus antenas mentales se extendieron y empezaron a tantear. En el aspecto fisico, los musculos de sus mandibulas se contrajeron y sus cejas se fruncieron hacia abajo; pero todo aquello eran detalles sin importancia, meras consecuencias involuntarias del verdadero esfuerzo. Aquello con lo que estaba buscando el contacto mental de Balkis y se aferraba a el se encontraba dentro del cerebro de Schwartz.

Para Arvardan, que sentia el precioso derroche de segundos, la escena no tenia sentido. La repentina inmovilidad y el silencio del secretario no eran significativos.

—Lo tengo… —murmuro Schwartz con voz entrecortada—. Quitele el arma… No puedo seguir conteniendole…

Su voz se corto con un grunido.

Y entonces Arvardan lo comprendio todo, y se puso a cuatro patas. Despues volvio a erguirse lenta y dificultosamente utilizando todas sus reservas de energia hasta que consiguio quedar en pie. Pola intento acompanarle en su movimiento, pero no lo logro. Shekt se deslizo fuera de la losa de plastico y cayo sobre sus rodillas. Schwartz fue el unico que permanecio inmovil con el rostro contorsionado.

El secretario parecia estar fascinado por la mirada de la Medusa. La transpiracion iba perlando lentamente la lisa piel de su frente, y su rostro inexpresivo no reflejaba ninguna emocion. Solo su mano derecha, que empunaba el desintegrador, daba muestras de vida. Si se la observaba con atencion se podia ver que temblaba levemente, y se notaba la curiosa flexion del dedo sobre el boton de disparo. El dedo ejercia una presion suave que no bastaba para activar el arma, pero insistia en ella una y otra vez…

—Siga sujetandole —jadeo Arvardan con una alegria feroz—. Se apoyo contra el respaldo de una silla e intento recuperar el aliento—. Espere a que haya llegado hasta el.

Empezo a moverse arrastrando los pies. Era como una pesadilla en la que pisaba melaza o intentaba nadar entre el alquitran. Arvardan forzo sus musculos torturados y avanzo…, despacio, muy despacio.

No era ni podia ser consciente del duelo mortal que se estaba librando delante de el.

El secretario tenia un solo proposito, y este consistia en reunir una pequena cantidad de fuerza en su pulgar para moverlo ejerciendo una pequena presion: exactamente la equivalente a setenta y cinco gramos de peso, porque esta era la presion requerida para disparar el desintegrador. Para lograr aquello su mente solo necesitaba dominar un tendon mantenido en un tenso equilibrio y que ya estaba medio contraido, y eso bastaria para…, para…

Schwartz solo tenia una meta, y esta consistia en impedir que el pulgar del secretario ejerciese aquella presion; pero la masa caotica de sensaciones que le presentaba el contacto mental del secretario era tan inmensa que Schwartz no lograba identificar la pequena fraccion de la mente que dominaba el pulgar. Eso hacia que no le quedase mas remedio que esforzarse en lograr una paralisis total.

El contacto mental del secretario forcejeaba y se rebelaba contra el poder de Schwartz. El todavia inexperto control que era capaz de ejercer el hombre del pasado debia luchar contra una mente veloz, aun mas aguzada por la amenaza que pesaba sobre ella. La mente del secretario permanecia quieta y como a la expectativa durante unos segundos, y de repente tiraba desesperadamente de un musculo o de otro en un esfuerzo brutal.

La situacion de Schwartz era muy parecida a la de un luchador que consigue inmovilizar a su rival y que debe conservar la ventaja obtenida a cualquier precio, a pesar de la frenetica resistencia que opone su prisionero.

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