Durante el interrogatorio que se produjo a continuacion, los guardias apostados fuera de la sala de asambleas declararon sin vacilar y sin contradecirse que el secretario habia salido de ella a las diez y media de la manana, y que iba acompanado por los prisioneros. No, no habia dejado ninguna clase de instrucciones. No sabian hacia donde se habia dirigido y, naturalmente, los guardias carecian de autoridad para preguntarselo.

Otro grupo de guardias interrogado se mostro igualmente ignorante y desprovisto de informaciones que dar. La atmosfera de ansiedad general se fue intensificando y se extendio poco a poco.

A las dos de la tarde llego el primer informe en el que se decia que el vehiculo del secretario habia sido visto. Nadie se habia fijado en si el secretario viajaba en el. Aunque algunos habian creido ver que lo conducia, pero segun se supo mas tarde estaban equivocados.

A las dos y media quedo confirmado que el vehiculo de superficie del secretario habia entrado en el Fuerte Dibburn.

Poco antes de las tres se tomo la decision de establecer contacto con el comandante de la guarnicion. La llamada fue atendida por un teniente de las Fuerzas del Imperio.

Se enteraron de que en aquellos momentos era totalmente imposible proporcionar ninguna informacion sobre el asunto, pero los oficiales de Su Majestad Imperial solicitaron que se mantuviera el orden. Tambien se pidio que no se difundiera la noticia de la desaparicion de un miembro de la Sociedad de Ancianos hasta que no hubiera una confirmacion oficial de lo ocurrido.

Los hombres implicados en una traicion no pueden correr riesgos cuando uno de los cabecillas de la conspiracion cae en manos del enemigo solo cuarenta y ocho horas antes de la hora final. Eso solo puede significar que han sido descubiertos o que han sido traicionados, y en esas circunstancias el ser descubiertos o el ser traicionados no son mas que dos caras de una misma moneda. Cualquiera de las dos puede significar la muerte.

Y, en consecuencia, se hizo circular la noticia.

Y la poblacion de Chica se fue poniendo nerviosa…

Y los agitadores profesionales aparecieron en las esquinas. Las puertas de los arsenales secretos se abrieron, y las manos de quienes entraron en ellos salieron empunando armas. Una inmensa serpiente formada por manifestantes avanzo moviendose sinuosamente hacia el fuerte imperial, y a las seis de la tarde el comandante recibio otro mensaje, esta vez transmitido de manera personal.

Mientras tanto y paralelamente a toda esa actividad, en el fuerte imperial se desarrollaban otros acontecimientos. Todo empezo de forma bastante espectacular cuando el joven oficial que recibio al vehiculo de superficie estiro la mano para coger el desintegrador del secretario.

—Yo me hare cargo del arma —dijo secamente.

—Entreguesela, Schwartz —dijo Shekt.

La mano del secretario levanto el arma y la ofrecio al oficial. El desintegrador fue separado de sus dedos, y Schwartz relajo por fin el control mental dejando escapar un sollozo de alivio.

Arvardan ya estaba preparado. Cuando el secretario salto con la brusquedad de un resorte de acero que es liberado de la compresion a la que ha estado sometido durante mucho tiempo el arqueologo se abalanzo sobre el y empezo a usar los punos sin contemplaciones.

El oficial ladro una retahila de ordenes. Los soldados se acercaron a la carrera. Cuando las manos agarraron a Arvardan por el cuello de la camisa y tiraron de el sin miramientos, el secretario ya habia perdido el conocimiento y yacia sobre el asiento. Un hilillo de sangre oscura brotaba de una comisura de sus labios. La herida de la mejilla de Arvardan se habia vuelto a abrir, y tambien sangraba.

Arvardan se aliso los cabellos con manos temblorosas.

—Acuso a este hombre de conspiracion para derrocar al gobierno imperial —dijo en el tono mas severo de que fue capaz senalando al secretario con un dedo—. He de entrevistarme inmediatamente con el comandante en jefe.

—Antes tendremos que hacer algunas averiguaciones al respecto, senor —respondio amablemente el joven oficial—. Ahora si no tiene inconveniente tendra que seguirme…, junto con sus acompanantes.

Y alli descansaron durante horas. Fueron alojados en cuartos que se encontraban razonablemente limpios, y pudieron estar a solas. Por primera vez en doce horas tuvieron oportunidad de comer, lo que hicieron rapida y abundantemente a pesar de sus preocupaciones; e incluso pudieron satisfacer otra necesidad de la vida civilizada dandose un bano.

Pero estaban vigilados, y Arvardan se fue impacientando a medida que transcurrian las horas.

—?Lo unico que hemos conseguido es cambiar de carcel! —acabo gritando.

La monotona e incomprensible rutina del cuartel imperial seguia desarrollandose a su alrededor sin hacer ningun caso de su presencia. Schwartz estaba durmiendo, y Arvardan le miro. Shekt meneo la cabeza.

—Es humanamente imposible —dijo—. Esta agotado… Deje que duerma.

—?Pero apenas quedan treinta y nueve horas!

—Ya lo se…, pero espere un poco.

—?Quien de ustedes afirma ser ciudadano del Imperio? —pregunto de repente una voz fria y ligeramente sarcastica.

—Yo. Soy… —exclamo Arvardan, apresurandose a levantarse.

Pero enmudecio en cuanto reconocio a su interlocutor. Los labios del oficial se curvaron en una sonrisa cruel. Su brazo izquierdo aun estaba un poco rigido como consecuencia de su encuentro anterior con el arqueologo.

—Bel, es el oficial… —susurro Pola detras de el—. El de los grandes almacenes…

—Aquel al que le rompio el brazo —dijo el teniente en tono cortante—. Soy el teniente Claudy, y no cabe duda de que usted es el mismo hombre. Asi que es hijo de los mundos de Sirio, ?eh? ?Y se atreve a codearse con estos…? ?Bendita sea la Galaxia, en que abismos puede llegar a caer un hombre! Y veo que sigue acompanado por la muchacha…, ?la terraqueja! —anadio con deliberada lentitud.

Arvardan estuvo a punto de perder los estribos, pero logro controlarse. Aun no podia…

—?Puedo ver al coronel, teniente? —pregunto con forzada humildad.

—Me temo que el coronel no esta de servicio en estos momentos.

—?Eso significa que no esta en la ciudad?

—No he dicho eso. Puedo dar con el…, siempre que se trate de algo lo suficientemente urgente.

—Lo es. ?Puedo ver al oficial de guardia?

—Por el momento yo soy el oficial de guardia.

—Entonces llame al coronel.

El teniente meneo la cabeza con mucha lentitud.

—No puedo hacerlo mientras no este convencido de que la situacion es realmente grave.

—?Deje de provocarme, maldita sea! —estallo Arvardan temblando de impaciencia—. Le aseguro que se trata de una cuestion de vida o muerte.

—?De veras? —comento el teniente, y sonrio mientras blandia su fusta con estudiada elegancia—. Bien, siempre puede solicitar una audiencia.

—Muy bien. ?Y…? Estoy esperando.

—He dicho que puede solicitarla.

—?Me concede una audiencia, teniente?

Pero el oficial ya no sonreia.

—Hagalo delante de la muchacha…, con mucha humildad.

Arvardan trago saliva y retrocedio. Pola puso una mano sobre su brazo.

—Por favor, Bel… No hagas que se enfade.

—Bel Arvardan de Sirio solicita humildemente ser recibido por el oficial de guardia —gruno el arqueologo con voz enronquecida.

—Bien, eso depende de si…

Dio un paso hacia Arvardan y descargo rapida y brutalmente la palma de su mano derecha sobre la venda que cubria la mejilla herida del arqueologo.

El arqueologo ahogo un grito.

—Eso le molesto muchisimo en una ocasion —dijo el teniente—. ?No lo ha encontrado molesto ahora?

Вы читаете Un guijarro en el cielo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату