Arvardan guardo silencio.
—Le concedo la audiencia que ha solicitado.
Cuatro soldados rodearon a Arvardan. El teniente Claudy encabezo la marcha.
Shekt y Pola estaban a solas con Schwartz, quien seguia durmiendo.
—Ya no oigo nada. ?Y tu? —pregunto Shekt.
—Yo tampoco, y ya hace bastante rato —contesto Pola meneando la cabeza—. ?Crees que le hara algo a Bel, papa?
—?Como podria hacerlo? —pregunto el anciano en voz baja y suave—. Olvidas que en realidad Arvardan no es uno de los nuestros, hija. Es un ciudadano del Imperio, y no se le puede maltratar impunemente. Estas enamorada de el, ?verdad?
—?Si, papa! Ya se que es absurdo, pero…
—Por supuesto que lo es —asintio Shekt, y sonrio con amargura—. Arvardan esta sinceramente dispuesto a ayudarnos, eso no lo niego… ?Pero que puede hacer? ?Acaso puede vivir con nosotros en este planeta? ?Puede llevarte al suyo? ?Crees que podria presentar una terrestre a sus amistades…, a su familia?
—Ya lo se —murmuro Pola sollozando—. Pero quiza despues no haya nada…
Shekt se puso en pie como si las ultimas palabras de su hija le hubiesen recordado repentinamente la situacion en la que se encontraban.
—No le oigo —dijo.
Se referia al secretario. Balkis habia sido alojado en un cuarto contiguo, y habian podido oir con siniestra claridad sus continuos paseos de fiera enjaulada; pero ya hacia un buen rato que habia dejado de moverse.
Era un detalle insignificante, pero la mente y el cuerpo del secretario simbolizaban y concentraban todas las fuerzas terribles de la pestilencia y la destruccion que no tardarian en ser liberadas sobre la gigantesca red viva de las estrellas. Shekt sacudio suavemente a Schwartz.
—?Que ocurre? —pregunto Schwartz desperezandose.
No tenia la sensacion de haber descansado. Estaba tan agotado que parecia como si todo su cuerpo hubiera quedado impregnado por el cansancio.
—?Donde esta Balkis? —pregunto Shekt con voz apremiante.
—Oh… Oh, si…
Schwartz miro nerviosamente a su alrededor hasta que recordo que no era con los ojos como veia con mas claridad. Proyecto las antenas de su mente, y estas describieron un lento circulo buscando tensamente el contacto mental que tan bien conocian.
Acabaron localizandolo, y Schwartz evito cuidadosamente establecer ninguna clase de conexion. Su prolongada relacion con la mente de Balkis no habia aumentado su simpatia por la maldad enfermiza que encerraba.
—Esta en otro piso —murmuro—. Esta hablando con alguien…
—?Con quien?
—No es nadie cuya mente haya captado antes. Espere…, dejeme escuchar. Quiza el secretario… Si, le ha llamado coronel.
Shekt y Pola intercambiaron una rapida mirada.
—No puede tratarse de una traicion, ?verdad? —susurro Pola—. Quiero decir que… Bueno, un oficial del Imperio nunca conspiraria con un terrestre contra el Emperador, ?no es cierto?
—No lo se —contesto Shekt con amargura—. Despues de lo que ha ocurrido estoy dispuesto a creer cualquier cosa.
El teniente Claudy estaba sonriendo. Se encontraba detras del escritorio con el desintegrador junto a las yemas de sus dedos y cuatro soldados a sus espaldas.
—No me gustan los terraquejos —dijo con el tono de autoridad que le daba su situacion—. Nunca me han gustado…, son la escoria de la Galaxia. Son supersticiosos, vagos, degenerados y estupidos, y estan llenos de enfermedades. ?Pero al menos la mayoria de ellos saben quedarse en su sitio! Han nacido asi, y no pueden evitar ser como son. Naturalmente, si estuviera en el lugar del Emperador yo no seria tan tolerante con ellos, y me estoy refiriendo a sus malditas costumbres y tradiciones; pero supongo que en el fondo eso no importa demasiado. Algun dia aprenderemos…
—Oiga, no he venido aqui para escuchar… —exclamo Arvardan.
—Pues tendra que escuchar, porque aun no he acabado —le interrumpio el teniente—. Iba a decir que lo que no puedo ni podre entender jamas es la mentalidad de alguien que simpatiza con los terrestres. Cuando un hombre, y me refiero a un autentico ser humano, es capaz de revolcarse en la inmundicia hasta el punto de arrastrarse entre ellos y olisquear a sus hembras como un perro en celo…, bueno, entonces pierdo todo respeto por ese hombre. Es peor que ellos…
—?Pues entonces que se pudran usted y la miserable imitacion de cerebro que tiene dentro de la cabeza! —rugio Arvardan—. ?Sabe que se esta tramando una traicion contra el Imperio? ?Sabe lo peligrosa que es esta situacion? Cada minuto que me obliga a perder hace aumentar la amenaza que pesa sobre las vidas de todos los habitantes de la Galaxia…
—Oh, no se si creerle, doctor Arvardan… Usted es doctor, ?verdad? No debo olvidar sus titulos. Vera, tengo una teoria propia… Usted es uno de ellos, ?sabe? Puede que haya nacido en Sirio, pero tiene el negro corazon de un terrestre, y utiliza su ciudadania galactica para defender la causa de los terrestres. Ha secuestrado a uno de sus funcionarios…, a ese Anciano. Bueno, en si eso no tiene nada de malo porque a mi tambien me encantaria retorcerle el pescuezo, pero los terrestres ya han empezado su busqueda. Enviaron un mensaje a la fortaleza, ?sabe?
—?De veras? ?Ya han…? ?Entonces por que estamos perdiendo el tiempo aqui? Tengo que ver al coronel aunque para eso sea preciso que…
—?Espera que se produzca una sublevacion o disturbios de alguna clase? Puede que usted mismo haya planeado todo esto como primer paso de una revuelta organizada, ?no?
—?Esta loco? ?Que motivos podria tener yo para hacer algo semejante?
—Entonces supongo que no se opondra a que dejemos en libertad al Anciano, ?verdad?
—?No pueden hacer eso! —rugio Arvardan.
Se puso en pie y por un momento parecio que iba a saltar por encima del escritorio para lanzarse sobre el teniente Claudy.
Pero la mano del teniente ya habia empunado el desintegrador.
—Conque no podemos, ?eh? Ahora escucheme con atencion: ya me he sacado un peso de encima. Le abofetee y le humille delante de sus amigos terrestres. Hice que me escuchara mientras le explicaba que para mi usted no es mas que un gusano repugnante…, y ahora me encantaria que me proporcionara un pretexto para volarle un brazo a cambio de lo que usted hizo con el mio en esos grandes almacenes. Ande, vuelva a moverse…
Arvardan permanecio inmovil.
—Lamento que el coronel quiera verle entero —dijo el teniente Claudy. Solto una risita y guardo el arma—. Le recibira a las cinco y cuarto.
—Y usted lo sabia…, lo ha sabido durante todo este tiempo…
Arvardan sintio el acre sabor de la frustracion en la garganta.
—Por supuesto.
—Teniente Claudy, si las horas que me ha hecho perder acaban causando el desastre…, bueno, entonces a ninguno de los dos le quedara mucho tiempo de vida —dijo Arvardan en un tono de voz tan gelido e implacable que producia escalofrios—. Pero usted morira antes que yo, porque le juro que dedicare mis ultimos minutos de vida a convertir su cara en un monton informe de huesos rotos y sesos pisoteados.
—Le estare esperando, amigo de los terrestres… ?Cuando quiera!
El comandante en jefe del Fuerte Dibburn se habia curtido al servicio del Imperio. El ambiente de paz de las ultimas generaciones hacia imposible que un oficial pudiese acumular un historial excesivamente glorioso, y al igual que sus colegas el coronel no habia tenido ocasiones de distinguirse; pero durante su larga y penosa carrera