las caras, que habrian podido ser mascaras de madera untadas de ocre arcilloso, senti que podian aguantar un ano entero, mucho mas una breve noche de verano.

Si hubiera hablado aquella lengua extrana con fluidez, pense, habria podido amedrentarlos, o al menos explicarles que queria decir en realidad. Como las palabras — no en su lengua, ay, sino en la mia— no dejaban de resonar en mi mente, termine especulando con ellas. ?Sabia yo mismo que significaban? ?Sabia lo que significaba cualquier palabra? Sin duda no.

Desesperado, y arrastrado por la misma insaciable tendencia a la autoexpresion esteril que me ha hecho escribir y revisar la historia que envie a la biblioteca del maestro Ultan para que la pulverizaran y metieran en agua, y que poco despues arroje al vacio, me puse a gesticular, a contar esa historia una vez mas, lo mejor posible, ahora sin palabras. Acune con los brazos al bebe que habia sido, me debati impotente en el Gyoll hasta que me salvo la ondina. Nadie hizo ademan de interrumpirme, y al cabo de un rato me levante para ejercitar las piernas tanto como los brazos, mimando caminatas por los vacios, intrincados corredores de la Casa Absoluta y galopando en el destriero que habia muerto entre mis piernas en la Tercera Batalla de Orithya.

Me parecia oir musica; y un rato despues la oia claramente, pues muchos de los hombres convocados por los discursos del chaman y el ataman habian empezado a murmurar, y golpeaban la tierra con los cabos de las lanzas de punta de piedra y las azuelas de asta. Las notas ululantes giraban alrededor como un enjambre de abejas.

En su momento vi que algunos hombres miraban al cielo y se codeaban. Pensando que habian detectado el primer resplandor gris del alba mire yo tambien; pero solo vi alzarse la cruz y el unicornio, las estrellas del verano. Luego el chaman y el ataman se prosternaron ante mi. En ese instante, por el mas maravilloso golpe de suerte, Urth volvio la cara al sol. Sobre los dos hombres cayo mi sombra.

L — Oscuridad en la casa del dia

La mujer alta y yo nos mudamos a la casa del chaman y tomamos la mejor habitacion. Ya no se me permitio trabajar. Me llevaban heridos y enfermos para que los sanara; a algunos los cure como a Declan, o como en el gremio, donde nos habian ensenado a prolongar las vidas de los clientes. Otros se me murieron en los brazos.

Dos veces fuimos atacados por nomadas. En la primera batalla cayo el ataman; reuni a los guerreros y rechazamos a los atacantes. Eligieron un nuevo ataman, pero parecia considerarse poco mas que un subordinado mio. En la segunda batalla fui yo quien encabezo la carga de los guerreros mientras una pequena fuerza de arqueros escogidos atacaba a los nomadas por la retaguardia. Juntos los agrupamos y matamos como a ovejas, y nadie volvio a molestarnos.

Pronto la gente empezo a trabajar en una estructura mucho mas grande que cualquiera de las que habian construido hasta entonces. Aunque las paredes eran gruesas y los arcos fuertes, temi que no pudieran soportar el peso de un techo de adobe. Ensene a las mujeres a cocer tejas, como cocian vasijas, y colocarlas para hacer un techo. Cuando el edificio quedo acabado, reconoci el tejado sobre el que moriria Jolenta, y supe que bajo ese techo seria enterrada.

Aunque os parezca increible, hasta entonces yo apenas habia pensado en la ondina ni en las direcciones que me habia senalado; habia preferido visitar la Urth del Sol Viejo como era en los dias de mi infancia o bajo mi autarquia. Ahora empezaba a explorar recuerdos mas actuales pues, por mucho miedo que me dieran, descubri que mas miedo me daba la muerte.

Sentado sobre un espolon de roca en la ladera del monte Tifon, mirando como los soldados de Tifon venian hacia mi, yo habia visto el prado que esta allende Briah con la misma claridad con que ahora veia nuestros campos de maiz. Pero en aquel momento yo era el Sol Nuevo, y aunque estaba muy lejos contaba con todo el poder de mi estrella para alimentarme. Ahora ya no era mas el Sol Nuevo, y el Sol Viejo aun tenia por delante un largo reinado. Una o dos veces, al borde del sueno, me parecio que desde cierto rincon de nuestra habitacion se abrian al sesgo los Corredores del Tiempo. Siempre que intentaba huir por alguno me despertaba; y solo habia piedras, y arriba las vigas del tejado.

Una vez baje de nuevo al barranco y volvi sobre mis pasos hacia el este. Por fin tropece con la pequena pared en la cual me habia amparado del rugido del felino pero, aunque segui mas lejos aun, volvi al pueblo de piedra al otro dia de haberme marchado.

Por fin, despues de perder totalmente la cuenta de los anos, se me ocurrio que si no podia redescubrir la entrada de los Corredores del Tiempo —y no podia— tenia que encontrar a Juturna; y que para eso primero tenia que encontrar el mar.

Al amanecer del dia siguiente puse en un hato tortas de grano y carne seca y deje el pueblo de piedra rumbo al oeste. Las piernas se me habian endurecido; y cuando tras siete u ocho guardias de caminata firme cai y me torci una rodilla, senti que casi era de nuevo el Severian que se habia embarcado en la nave de Tzadkiel. Como el, no me volvi; segui adelante. Ya hacia tiempo que me habia acostumbrado al calor del Sol Viejo, y el ano declinaba.

El joven ataman y una partida de hombres del pueblo de piedra me dieron alcance cuando Urth ya miraba el Sol Viejo por la izquierda. Al cabo de un rato me agarraron de los brazos e intentaron forzarme a regresar; me negue, diciendoles que iba hacia Oceano y esperaba no volver nunca.

Me sente pero no vi nada. Por un momento tuve la certeza de que me habia quedado ciego.

Aparecio Ossipago, brillante de resplandor azul.

—Henos aqui, Severian —dijo.

Sabiendo que era un mecanismo, servidor y no obstante amo de Barbatus y Famulimus, yo le respondi: — Con la luz: el dios surgido de la maquina. Esto dijo el maestro Malrubius al llegar.

La agradable voz de baritono de Barbatus se mofo de mi melancolia.

—Estas consciente. ?Que recuerdas?

—Todo —dije—. Siempre he recordado todo. Habia algo que se estropeaba en el aire, un hedor de carne podrida.

Famulimus canto: —Por eso fuiste elegido, Severian. Tu y solo tu entre muchos principes. Tu solo para salvar a tu raza del Leteo.

—Y despues abandonarla —dije. Nadie respondio.

—He pensado en esto —les dije—. De haber sabido como, habria intentado volver antes.

La voz de Ossipago era tan profunda que mas que oirla uno la sentia.

—?Comprendes por que no podias? Asenti, con una sensacion de estupidez.

—Porque yo habia usado el poder del Sol Nuevo para retrasar el tiempo hasta que el Sol Nuevo dejo de existir. En un tiempo creia que vosotros tres erais dioses, y luego que los jerarcas eran dioses aun mayores. Asi los autoctonos me tomaron por un dios, y temieron que me zambullera en el mar de occidente dejandolos en una noche siempre invernal. Pero unicamente el Increado es Dios y alumbra la realidad y la apaga de un soplo. Todos los demas, incluso Tzadkiel, solo podemos esgrimir las fuerzas que el ha creado. —Nunca he sido inteligente para las analogias, y en ese momento busque una a tientas.— Yo era como un ejercito que de tanto retroceder queda aislado. —No llegue a morderme la lengua y dije:— Un ejercito vencido.

—En la guerra, Severian, ninguna fuerza puede flaquear mientras las trompetas no toquen a rendicion. Hasta ese momento, aunque acaso muera, no conoce la derrota.

Barbatus observo: —?Y quien dira que todo no fue para bien? Somos todos herramientas que el maneja como quiere.

Le dije entonces: —Comprendo algo mas, algo que hasta ahora no habia comprendido realmente: por que el maestro Malrubius me hablo de lealtad al Ente Divino, de lealtad a la persona del monarca. Queria decir que debemos tener confianza, que no debemos rechazar el destino. Lo enviasteis vosotros, por supuesto.

—De todos modos las palabras eran de el; a estas alturas tambien deberias saberlo. Como los hierogramatos, sacamos de la memoria personalidades del pasado remoto, y como los hierogramatos, no las falsificamos.

—Pero hay tantas cosas que no se… Cuando nos encontramos en la nave de Tzadkiel aun no me habiais conocido, y de eso deduje que seria nuestro ultimo encuentro. Y sin embargo estais aqui los tres.

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