Dulcemente Famulimus canturreo: —No menos nos sorprende a nosotros, Severian, verte aqui donde los hombres apenas han empezado. Aunque has ta ahora has seguido la linea del tiempo, desde que te vimos pasaron edades enteras del mundo.

—?Y pese a todo sabiais que iba a estar aqui? Saliendo de las sombras Barbatus dijo: —Porque nos lo contaste tu. ?Has olvidado que eramos tus consejeros? Tu nos contaste como fue destruido el hombre Hildegrin, de modo que hemos venido a vigilar este sitio.

—Y yo. Yo tambien he muerto. Los autoctonos… mi gente… —Me interrumpi, pero no hablo nadie mas. Y al —cabo dije:— Por favor, Ossipago, acerca tu luz adonde estaba Barbatus.

El mecanismo volvio los sensores hacia Barbatus pero no se movio.

Famulimus canto suavemente: —Me temo, Barbatus, que tendras que guiarlo tu mismo. Pero en verdad nuestro Severian no puede ignorarlo. ?Como vamos a pedirle que cargue con todo cuando aun no lo tratamos como un hombre?

Barbatus asintio, y Ossipago se acerco al lugar en donde habia estado Barbatus en el momento de despertarme. Vi entonces lo que temia ver, el cadaver de un hombre que los autoctonos habian llamado Cabeza del Dia. Bandas doradas se le trenzaban en los brazos, pulseras tachonadas de jacintos anaranjados y relampagueantes esmeraldas verdes. —Dime como lo hiciste —exigi.

Barbatus se acaricio la barba y no contesto.

—Tu sabes quien te oriento por el mar incansable y lucho por ti cuando Urth era solo escamas —dijo la melodiosa Famulimus.

La mire. Tenia el rostro mas bello e inhumano que nunca; con una expresion que poco o nada tenia que ver con la humanidad y sus tribulaciones.

—?Soy un eidolon? ?Un fantasma? —Me mire las manos esperando que su solidez me tranquilizase. Temblaban; para aquietarlas tuve que restregarmelas contra los muslos.

Barbatus dijo: —Los que tu llamas eidolones no son fantasmas, sino seres que una fuente externa de energia mantiene con vida. Lo que llamas materia es, en realidad, energia domada. La unica diferencia consiste en que una parte mantiene una forma material por obra de su propia energia.

En ese momento quise echarme a llorar como nunca he querido algo en mi vida.

—?En realidad? ?De veras creeis que hay una realidad?

Soltar las lagrimas habria sido el nirvana; sin embargo, un severo adiestramiento las contuvo, y las lagrimas no corrieron. Por un momento me pregunte locamente si los eidolones podian llorar.

—Hablas de lo real, Severian; por lo tanto te aferras a lo que es real todavia. Hace un momento hablaste del hacedor. Los mas simples de los tuyos lo llaman Dios, y tu, el instruido, le das el nombre de Increado. ?Alguna vez has sido otra cosa que un eidolon suyo?

—?Quien me mantiene ahora en esta existencia? ?Ossipago? Descansa, Ossipago, si quieres. Ossipago rezongo: —No respondo a ordenes tuyas, Severian. Esto lo sabes desde hace mucho. —Supongo que incluso si me matara, Ossipago podria devolverme a la vida.

Barbatus meneo la cabeza, aunque no como habria hecho un ser humano.

—No tendria sentido; podrias quitarte la vida otra vez. Si de veras quieres morir, adelante. Por aqui hay muchas ofrendas funerarias, que incluyen gran cantidad de cuchillos de piedra. Ossipago te traera uno.

Me senti mas real que nunca; y revisando mis recuerdos, descubri que alli seguia Valeria, y Thecla y el viejo Autarca, y el nino Severian (que habia sido Severian a secas).

—No —dije—. Viviremos.

—Eso esperaba. —Barbatus sonrio—. Hace media vida que te conocemos, Severian, y eres de esas hierbas que crecen mejor cuando uno las pisa. Parecio que Ossipago se aclaraba la garganta. —Si quereis seguir hablando, podemos trasladarnos a un tiempo mejor. Tengo una conexion con la pila de nuestro aparato.

Famulimus sacudio la noble cabeza y Barbatus me miro.

—Prefiero que departamos aqui —les dije—. Cuando estabamos en la nave, Barbatus, cai por un pozo de aire. Alli no se cae rapido, lo se; pero cai un buen trecho, pienso que casi hasta el centro. Me lastime mucho, y Tzadkiel me atendio. —Hice una pausa, procurando recordar todos los detalles.

—Prosigue —me apremio Barbatus—. No sabemos que vas a contarnos.

—Encontre un hombre muerto, con una cicatriz igual a la mia en la mejilla. Como yo, se habia lastimado una pierna anos atras. Estaba oculto entre dos maquinas.

—?Para que tu lo encontraras, quieres decirnos? —pregunto Famulimus.

—Tal vez. Yo sabia que era cosa de Zak. Y Zak era Tzadkiel, o parte de Tzadkiel, aunque en aquel momento no entendia.

—Pero ahora entiendes. Es el momento de hablar. Yo no sabia que mas decir y termine debilmente: —El muerto tenia una cara maltrecha pero muy parecida a la mia. Me dije que no podia haber muerto alli, que no moriria alli, porque estaba seguro de que me enterrarian en el mausoleo de nuestra necropolis. De eso ya os he hablado.

—Muchas veces —refunfuno Ossipago.

—El bronce funerario se parece mucho a mi, al aspecto que tengo ahora. Luego esta Apu-Punchau. Cuando aparecio… La cumana era una hierodula, como vosotros. Me lo conto el padre Inire.

Barbatus y Famulimus asintieron.

—Cuando Apu-Punchau aparecio, el era yo. Lo supe, pero no entendi.

—Nosotros tampoco cuando nos lo contaste —dijo Barbatus—. Puede que si ahora.

—?Entonces decidme!

Senalo con una mano el cadaver.

—Ahi tienes a Apu-Punchau.

—Por supuesto, eso lo supe hace mucho. Por ese nombre me llamaban, y vi construir este lugar. Iba a ser un templo, el Templo del Dia, el Sol Viejo. Pero yo soy Severian y tambien Apu-Punchau la Cabeza del Dia. ?Como pudo mi cuerpo alzarse de entre los muertos? ?Como pude morir? La cumana dijo que esto no era una tumba sino la casa en que vivia.

Mientras hablaba tuve la impresion de verla: la mujer vieja que escondia la serpiente sabia. —Tambien te dijo que no sabia nada de esa epoca —canto Famulimus.

Asenti.

—?Como podia morir el sol tibio que se elevaba cada dia? ?Y como podias morir tu, entonces, que eras ese sol? Tu gente te dejo aqui con abundancia de canticos. Y sello tu puerta para que vivieras eternamente.

Barbatus dijo: —Sabemos que al fin traeras el Sol Nuevo, Severian. Nosotros atravesamos esa epoca, como muchas otras, para reunirnos contigo en el castillo del gigante, y pensamos que seria la ultima vez. ?Pero sabes cuando se hizo el Sol Nuevo, el sol que trajiste a este sistema para curar al viejo?

—Cuando me dejaron en Urth eran los tiempos de Tifon, la epoca en que se esculpio la primera gran montana. Pero poco antes estuve en la nave de Tzadkiel.

—Que a veces navega mas rapido que los vientos que la impulsan —gruno Barbatus— . Asi que no sabes nada.

Famulimus canto: —Si ahora quieres que te aconsejemos, cuenta todo. Nadie es buen guia si camina a ciegas.

De modo que empezando por el asesinato de mi sirviente, referi todo lo que me habia pasado desde entonces hasta el momento en que desperte en la casa de Apu-Punchau. Nunca he tenido gran inclinacion a entresacar detalles (como tu bien sabes, lector), en parte porque considero que todos los detalles son necesarios. Menos la tuve entonces, ya que trabajaba con la lengua y no con la pluma; les conte muchisimas cosas que no he puesto en este relato.

Mientras hablaba, un rayo de sol se abrio camino por una rendija; asi supe que habia vuelto a la vida de noche, y que ahora comenzaba un dia nuevo.

Y todavia estaba hablando cuando empezaron a chirriar los tornos de los alfareros, y oimos como parloteaban las mujeres en camino hacia el rio que desapareceria cuando el sol se enfriara.

Por fin dije: —Hasta aqui yo. Os toca a vosotros. Ahora que habeis oido todo esto, ?podeis desentranarme el misterio de Apu-Punchau?

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