una pequena presa que habia vislumbrado en la hierba. Suspendido, batiendo las alas, trataba de asustar al raton de campo o a la rata para que entrara rapidamente en su cueva. El hombre estaba de pie, igualmente atento, igualmente avido, observando fijamente al pajaro. Alzo lentamente la mano derecha, sin levantar el antebrazo, y al parecer dijo algo, aunque el viento se llevo sus palabras. El cernicalo se aparto, lanzando un graznido fuerte, aspero, agudo, y se elevo repentinamente y se alejo hacia los bosques.

El hombre bajo el brazo y se quedo inmovil, contemplando el pajaro. La nina y la mujer estaban inmoviles. Solo el pajaro volaba, liberandose.

—Una vez me visito transformado en halcon, en halcon peregrino —le habia dicho Ogion, junto al fuego, un dia de invierno. Le habia estado hablando de los sortilegios de cambio, de transformacion, del mago Bordger que se habia transformado en oso—. Vino volando hacia mi, a mi muneca, desde el norte y el este. Lo traje junto al fuego, aqui. No podia hablar. Pude ayudarle porque lo conocia; logro liberarse del halcon y convertirse nuevamente en un hombre. Pero siempre le quedo algo de halcon. En su aldea lo llamaban Gavilan porque los halcones salvajes se le acercaban cuando los llamaba. ?Que somos? ?Que es ser un hombre? Antes de recibir su nombre, antes de adquirir conocimientos, antes de tener poder, el halcon ya existia dentro de el y el hombre y el mago y mas… Era aquello que no podemos definir. Y asi somos todos.

La nina sentada frente al hogar, mirando fijamente el fuego, escuchando, vio al halcon; vio al hombre; vio los pajaros que se le acercaban, respondiendo a su llamada, a la voz que pronunciaba su nombre, que llegaban batiendo fas alas para aferrarse a su brazo con las crueles garras; se vio a si misma como el halcon, el pajaro salvaje.

7. Ratones

Townsend, el mercader de ovejas que le habia llevado el mensaje de Ogion a la granja del Valle Central, llego una tarde a la casa del mago.

—?Vas a vender las cabras, ahora que el Senor Ogion ya no esta?

—Tal vez —dijo Tenar con indiferencia. De hecho, se habia estado preguntando de que iba a vivir si se quedaba en Re Albi. Como a todos los hechiceros, a Ogion lo mantenian las gentes a las que servia con sus artes y sus poderes… En su caso, todos los habitantes de Gont. Le habria bastado con pedir para que le hubiesen dado con gratitud lo que necesitaba, un buen trueque a cambio de la bondad del mago; pero nunca habia tenido que pedir. Por el contrario, tenia que regalar el exceso de alimentos y ropas y herramientas y ganado y todos los objetos y adornos que le ofrecian o que simplemente dejaban ante su puerta. «?Que voy a hacer con esto?», solia preguntar, perplejo, de pie y con los brazos llenos de pollos indignados y chillones, o yardas de tapices o potes de remolachas en escabeche.

Pero Tenar habia dejado su fuente de sustento en el Valle Central. Al marcharse tan precipitadamente no habia pensado cuanto tiempo podria quedarse. No habia traido consigo las siete monedas de marfil, el tesoro de Pedernal; ese dinero tampoco le habria servido de nada en la aldea, salvo para comprar tierras o ganado, o negociar con algun mercader que llegara del Puerto de Gont ofreciendoles pieles de pellawi o sedas de Lorbaneria a los ricos Hacendados y a los senores poco importantes de Gont. La granja de Pedernal producia todo lo que ella y Therru necesitaban para alimentarse y vestirse; pero las seis cabras de Ogion y las habichuelas y las cebollas solo le habian servido para divertirse, no para satisfacer sus necesidades. Habia vivido de lo que Ogion tenia en la despensa, de los obsequios que le daban los aldeanos en recuerdo de el y de la generosidad de Tia Musgo. Ayer precisamente la bruja le habia dicho: —Queridita, los pollos de mi gallina de cogote emplumado acaban de salir del cascaron y te voy a traer dos o tres cuando empiecen a rascar la tierra. El mago no los habria aceptado, decia que eran muy bulliciosos y tontos, pero ?que es una casa en la que no hay polluelos a la entrada? De hecho, las gallinas entraban y salian a sus anchas de la casa de Musgo, dormian en su cama y enriquecian de una manera increible los olores del cuarto oscuro, lleno de humo y maloliente.

—Hay una anal parda y blanca que puede ser una excelente cabra lechera —le dijo Tenar al hombre de rostro aguzado.

—Estaba pensando en todo el rebano —dijo el—. Tal vez. Solo hay cinco o seis, ?verdad?

—Seis. Estan en la dehesa, alla arriba, si quieres ir a echarles una mirada.

—Ya lo hare. —Pero no se movio. Evidentemente, ninguno de los dos iba a demostrar mayor interes.

—?Viste el gran barco que llego? —le pregunto el.

La casa de Ogion miraba al oeste y al norte, y desde alli solo se divisaban los promontorios rocosos a la entrada de la bahia, los Riscos Fortificados, pero desde la aldea, en varios lugares, se podia recorrer con la mirada el transitado camino que llevaba al Puerto de Gont y ver los muelles y todo el puerto. El observar las embarcaciones era una actividad constante en Re Albi. Generalmente habia un par de viejos sentados en el banco de atras de la herreria, el lugar que tenia la mejor vista, y aunque tal vez jamas en toda su vida hubiesen bajado las quince millas zigzagueantes de ese camino hasta el Puerto de Gont, observaban los ires y venires de los navios como un espectaculo, extrano pero familiar, que se les ofrecia para su diversion.

—El hijo del herrero dijo que viene de Havnor. Estaba en el Puerto tratando de conseguir lingotes a buen precio. Llego ayer al anochecer. El gran barco viene del Gran Puerto de Havnor, eso dijo.

Probablemente solo hablaba para que ella no pensara en el precio de las cabras y su mirada solapada probablemente solo se debiera a la forma de sus ojos. Pero el Gran Puerto de Havnor comerciaba poco con Gont, una isla pobre y remota que solo era conocida por sus hechiceros, sus piratas y sus cabras; y algo la inquieto o la alarmo al oir esas palabras, «el gran barco», no sabia por que.

—Dijo que dicen que ahora hay un rey en Havnor —siguio diciendo el mercader de ovejas, mirando de soslayo.

—Eso puede ser bueno —dijo Tenar.

Townsend asintio. —Puede mantener alejados a los forasteros, esa gentuza.

Tenar inclino afablemente su cabeza de forastera.

—Pero quizas a los del Puerto no les guste. —Se referia a los piratas que capitaneaban navios de Gont, cuyo dominio sobre los mares del nordeste habia aumentado a tal punto en los ultimos anos que muchas antiguas rutas de comercio con las islas del centro del Archipielago habian cambiado o habian quedado abandonadas; eso habia empobrecido a todos en Gont, salvo a los piratas, pero no impedia que estos fueran verdaderos heroes para la mayoria de los gontescos. Por lo que sabia, su hijo era marino de un barco pirata. Y tal vez corria menos peligro que en un tranquilo barco mercante. Mas vale ser tiburon que arenque, como decian.

—Hay algunos que nunca estan satisfechos con nada —dijo Tenar, siguiendo automaticamente las normas de la conversacion, pero la impacientaban tanto que, poniendose de pie, agrego—: Te mostrare las cabras. Puedes echarles una mirada. No se si las venderemos todas o si venderemos alguna. —Y llevo al hombre hasta el porton de la dehesa de retamas y lo dejo alli. Le desagradaba. El no tenia la culpa de haberle traido malas nuevas una vez y tal vez dos, pero miraba de soslayo y no le gustaba tenerlo cerca. No venderia las cabras de Ogion. Ni siquiera a Sippy.

Despues de que el se hubo marchado, sin haber hecho un buen negocio, se dio cuenta de que se sentia inquieta. Le habia dicho «No se si las venderemos» y eso habia sido una imprudencia, decir venderemos en lugar de vendere, cuando el no habia pedido hablar con Gavilan, ni siquiera se habia referido a el, como casi con toda seguridad habria hecho un hombre que estuviese regateando con una mujer, especialmente cuando ella rechazaba su oferta.

No sabia que pensaban de Gavilan en la aldea, de su presencia y su ausencia. Ogion, reservado y silencioso y en cierto modo temido, habia sido su mago y un habitante mas de la aldea. Podian sentirse orgullosos de Gavilan por su nombre, por ser el Archimago que habia vivido por un tiempo en Re Albi y habia hecho cosas prodigiosas, enganado a un dragon en las Noventa Islas, traido el Anillo de Erreth-Akbe de vuelta desde algun lugar; pero no lo conocian. Y el tampoco los conocia. No habia ido a la aldea desde su llegada, solo al bosque, a los lugares deshabitados. No habia pensado en eso antes, pero el evitaba ir a la aldea con tanta determinacion como Therru.

Seguramente hablaban de el. Era una aldea y la gente hablaba. Pero los chismes sobre lo que hacian los hechiceros y los magos nunca llegaban muy lejos. El tema era muy misterioso, la vida de los hombres de poder

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