era muy extrana, muy distinta de sus vidas. «Dejalo en paz», habia oido decir a los aldeanos en el Valle Central cuando alguien empezaba a especular sin reservas sobre un transformador del tiempo que llegaba de paso o sobre su propio hechicero, Haya. «Dejadlo en paz. El va por su camino, nosotros por el nuestro.»
En cuanto a ella, no les parecia sospechoso que se hubiese quedado a cuidar y servir a un hombre de poder como el; una vez mas se trataba de «dejar en paz». Ni siquiera ella habia ido mucho al pueblo; los aldeanos no eran afables ni hostiles con ella. Ella habia vivido alli antano, en la casa de Abanico, el Tejedor; habia sido la pupila del viejo mago, el habia mandado a Townsend a buscarla al otro lado de la montana; todo eso estaba muy bien. Pero luego habia llegado con la nina de aspecto aterrador, ?quien querria andar por alli con ella a plena luz del dia por su propia voluntad? ?Y que clase de mujer podia ser la pupila de un mago, la que cuidaba a un mago? Sin duda, habla brujeria, y forastera ademas. Pero, de todos modos, habia sido la esposa de un acaudalado granjero lejos de alli, en el Valle Central; aunque estuviese muerto y ella fuera una viuda. Y bien, ?quien podia entender las costumbres de las brujas? No entrometerse, era mejor no entrometerse…
Se cruzo con el Archimago de Terramar que venia caminando junto al cerco del huerto. —Dicen que hay un barco que viene de la Ciudad de Havnor —le dijo.
El se detuvo. Hizo un movimiento que controlo rapidamente, pero habia sido el comienzo de un intento de huir, de alejarse y correr como un raton que huyera de un halcon.
—?Ged! —dijo ella—. ?Que sucede?
—No puedo —dijo el—. No, no puedo enfrentarlos.
—?A quienes?
—A sus hombres. Los hombres del rey.
Su rostro se habia vuelto algo ceniciento, como cuando habia llegado, y miraba en derredor buscando un lugar donde ocultarse.
Su terror era tan apremiante y desvalido que ella solo penso en como podria protegerlo. —No tienes que verlos. Si alguien viene, lo echo. Vuelve a casa ahora. No has comido en todo el dia.
—Habia un hombre alli —dijo el.
—Townsend, poniendole precio a las cabras. A
El entro con ella y, una vez dentro, ella cerro la puerta.
—No te pueden hacer dano, Ged, sin duda que no. ?Por que querrian hacerlo?
El se sento ante la mesa y sacudio lentamente la cabeza. —No, no.
—?Saben que estas aqui?
—No se.
—?A que le temes? —le pregunto ella, sin impaciencia, pero con cierta autoridad racional.
El se cubrio la cara con las manos, frotandose las sienes y la frente, con la mirada gacha.
—Yo era… —dijo—. No soy…
Era todo lo que podia decir.
Ella lo interrumpio, diciendo: —Esta bien, todo esta bien. —No se atrevia a tocarlo para no hacerlo sentir mas humillado con cualquier gesto que pudiese parecer compasion. Estaba enfadada con el y por lo que le sucedia.— ?No tiene que importarles —le dijo— donde estes ni quien seas, ni que decidas hacer o no hacer! Si vienen a husmear, pueden marcharse con la curiosidad. —Ese era el adagio de Alondra. Sintio una subita nostalgia por la compania de una mujer simple y sensata.— En todo caso, es posible que el barco no tenga nada que ver contigo. Tal vez esten persiguiendo piratas para que regresen al lugar de donde salieron. Eso tambien sera bueno, cuando el rey empiece a hacerlo… Encontre un poco de vino en el fondo de la alacena, un par de botellas, me pregunto cuanto tiempo lo tuvo escondido alli Ogion. Creo que a los dos nos vendria bien una copa de vino. Y un poco de pan y queso. La pequena ya comio y salio a buscar ranas con Brezo. Tal vez tengamos patas de rana para la cena. Pero por ahora hay pan y queso. Y vino. ?De donde vendra, quien se lo habra dado a Ogion, de cuando sera? —Siguio charlando, en un parloteo de mujer, ahorrandole el tener que responder o malinterpretar cualquier silencio, hasta que superara la crisis de verguenza y comiera un poco, y bebiera un vaso del suave y anejo vino tinto.
—Es mejor que me marche, Tenar —dijo el—. Hasta que aprenda a ser el que soy ahora.
—?Adonde?
—A la montana.
—?A vagar… como Ogion? —Lo miro. Recordo cuando habia caminado a su lado por las calles de Atuan y le habia preguntado burlonamente:— ?Mendigan a menudo los magos? —Y el le habia respondido:— Si, pero tratan de dar algo a cambio.
Le pregunto con cautela: —?Podrias ganarte la vida por un tiempo cambiando el tiempo o encontrando cosas? —Le lleno la copa.
El nego con la cabeza. Bebio vino y desvio la mirada. —No —dijo—. Nada de eso. Nada de eso.
Ella no le creia. Queria rebelarse, negar, decirle «?Como puede ser, como puedes decir eso… como si hubieras olvidado todo lo que sabes, todo lo que te enseno Ogion y lo que aprendiste en Roke y en tus viajes? No puedes haber olvidado las palabras, los nombres, los actos de tu arte. ?Aprendiste, conquistaste tu poder!». No lo dijo, pero musito: —No comprendo. ?Como es posible que todo…?
—Un vaso de agua —dijo el, inclinando un poco su copa como si fuera a vaciarla. Y, al cabo de un rato—: Lo que no comprendo es por que me llevo de regreso. La bondad de los jovenes es cruel… Asi que aqui estoy, tengo que seguir viviendo, hasta que pueda regresar.
Ella no comprendia claramente que queria decir, pero percibio un dejo de condena o de queja que, por venir de el, la sobresalto y la hizo enfurecerse. Dijo con dureza: —Fue Kalessin el que te trajo aqui.
La casa estaba a oscuras, asi, con la puerta cerrada y la luz del crepusculo que solo entraba por la ventana del oeste. No conseguia descifrar su expresion; pero al cabo de un rato el alzo la copa hacia ella con una sombria sonrisa, y bebio.
—Este vino —dijo—. Seguramente se lo dio a Ogion un gran mercader o un gran pirata. Nunca bebi nada parecido. Ni siquiera en Havnor. —Hizo girar en las manos la copa redondeada, bajando los ojos para contemplarla.— Me dare algun nombre —dijo— y atravesare las montanas hasta llegar a Armouth y a las tierras del Bosque Oriental de donde vengo. Estaran segando. Siempre se necesita gente para segar y para cosechar.
Ella no sabia que responder. Fragil y enfermizo como estaba, solo le darian ese tipo de trabajo por caridad o brutalidad; y si lo conseguia, no seria capaz de hacerlo.
—Los caminos no son como antes —le dijo—. Desde hace algunos anos, hay ladrones y pandillas por todas partes. Forasteros, gentuza, como dice mi amigo Townsend. Pero ya no es prudente andar solo.
Observandolo en la penumbra para ver como reaccionaba, se pregunto con vehemencia por un instante como podria ser el no haber temido jamas a un ser humano; como seria el tener que aprender a temer.
—Ogion seguia yendo… —empezo a decir el y luego se callo; habia recordado que Ogion era un mago.
— Alla, en el sur de la isla — dijo Tenar —, hay muchos rebanos. Ovejas, cabras, vacunos. Los llevan a las colinas antes de la Larga Danza y los dejan pastar alli hasta el comienzo de las lluvias. Siempre necesitan pastores. — Bebio un trago de vino. Lo sintio como el nombre del dragon en la boca. — ?Pero por que no te puedes quedar aqui?
— No en la casa de Ogion. Es el primer lugar al que vendrian.
— ?Y que si vienen? ?Que te van a pedir?
— Que sea el que era.
El desconsuelo de su voz la estremecio.
Se quedo en silencio, tratando de recordar que habia sentido cuando era poderosa, la Devorada, la unica Sacerdotisa de las Tumbas de Atuan, y luego al perder eso, al arrojarlo lejos, convirtiendose solo en Tenar, solo en ella. Penso que habia sentido cuando era una mujer en la flor de la vida, con hijos y un hombre, y luego al perder todo eso, al envejecer y convertirse en una viuda, sin poder. Pero seguia sin comprender su verguenza, su dolorosa humillacion. Tal vez solo un hombre pudiese sentir eso. Una mujer se acostumbraba a sentirse humillada.
O quiza Tia Musgo tuviese razon y cuando se sacaba la nuez la cascara quedaba vacia.
Ideas de brujas, penso. Y para distraerlo y distraerse, y porque el suave vino le soltaba las ideas y la lengua, dijo: — ?Sabes? He pensado… en que Ogion me ensenaba y que yo no quise seguir aprendiendo, sino que me marche y encontre a mi granjero y me case con el… Yo pensaba, el dia de mi boda yo pensaba: «?Ged se va a