nombre comun: un enorme abanico pintado, el tesoro de su familia; se decia que era un obsequio que le habia dado un generoso pirata de los mares a su abuelo a cambio de una vela que le habia tejido de prisa en un momento de necesidad. Estaba desplegado en la pared. Tan pronto como vio nuevamente el abanico, Tenar reconocio las figuras delicadamente pintadas de hombres y mujeres con esplendidas tunicas de color rosa y jade y azur, las torres y los puentes y los pendones del Gran Puerto de Havnor. Solian llevar a verlo a quienes visitaban Re Albi. Era el objeto mas refinado que habia en la aldea, todos estaban de acuerdo.
Lo admiro, sabiendo que eso le agradaria al viejo y porque de verdad era muy hermoso, y el dijo: —No has visto muchas cosas que se le igualen, en todos tus viajes, ?verdad?
—No, no. En el Valle Central no hay nada que se le parezca —dijo ella.
—Cuando viviste en mi cabana, ?te mostre alguna vez el otro lado del abanico?
—?El otro lado? No —dijo ella y, entonces, no se iba a quedar tranquilo hasta bajar el abanico; solo que ella tuvo que treparse y hacerlo, y desprenderlo con cuidado, porque el no veia bien y no podia subirse a la silla. El le iba dando instrucciones con aprension. Ella se lo puso en las manos y el lo escudrino con sus ojos empanados, lo cerro a medias para estar seguro de que las varillas no se trababan, luego lo cerro del todo, lo dio vuelta y se lo paso a Tenar.
—Abrelo lentamente —le dijo.
Ella hizo lo que le decia. Vio dragones que se movian al moverse los pliegues del abanico. Dragones de tonos palidos, rojo, azul, verde, pintados con pinceladas finas y difusas sobre la seda amarillenta, que se movian y se agrupaban, asi como estaban agrupadas las figuras del reverso, entre nubes y picos de montanas.
—Ponio contra la luz —dijo el viejo Abanico.
Ella hizo lo que le decia y vio los dos lados, los dos dibujos convertidos en uno solo por la luz que atravesaba la seda, de modo que las nubes y los picos eran las torres de la ciudad, y los hombres y las mujeres tenian alas, y los dragones tenian ojos humanos.
—?Ves?
—Veo —murmuro ella.
—No alcanzo a ver ahora, pero esta en los ojos de mi mente. No a muchos les muestro eso.
—Es prodigioso.
—Queria mostrarselo al viejo mago —dijo Abanico—, pero entre una cosa y otra nunca lo hice.
Tenar hizo girar una vez mas el abanico poniendolo a contraluz, luego volvio a colgarlo donde estaba, con los dragones ocultos en la oscuridad, los hombres y las mujeres caminando a la luz del dia.
A continuacion, Abanico la llevo a ver los cerdos, un buen par de cerdos que iban engordando primorosamente para convertirse en chorizos en el otono. Comentaron las torpezas de Brezo cuando le llevaba los restos. Tenar le dijo que sonaba con un pedazo de tela para hacerle un vestido a una nina, y a el le encanto la idea y saco todo un corte de lienzo fino para darselo, mientras la joven que era su aprendiza y que parecia haber adquirido su insociabilidad junto con su oficio, golpeteaba en el telar, imperturbable y malhumorada.
De regreso a casa, Tenar imagino a Therru sentada ante ese telar. Seria una manera digna de ganarse la vida. Era un trabajo tedioso en gran parte, siempre lo mismo, pero el tejer era un oficio honorable y en algunas manos era un arte noble. Y la gente esperaba que los tejedores fueran un poco retraidos, que en muchos casos no se casaran, aislados como estaban en su trabajo; pero los respetaban. Y trabajando en casa, en el telar, Therru no tendria que ensenar el rostro. Pero ?y la mano contrahecha? ?Podria mover la lanzadera, armar la urdimbre con esa mano?
?Y tendria que ocultarse toda la vida?
Pero ?que debia hacer? «Sabiendo lo que ha de ser su vida…»
Tenar decidio pensar en otra cosa. En el vestido que iba a hacer. Los vestidos de la hija de Alondra eran vestidos toscos hechos en casa, tan feos como el lodo. Podria tenir la mitad del corte, de amarillo tal vez, o con rubia roja de la cienaga; y luego hacer un delantal largo o un sobrevestido blanco, con un volante plegado. ?La nina tendria que ocultarse ante un telar, en la oscuridad, y no tener jamas una falda con volantes? E incluso le quedaria tela para otro vestido, y para un segundo delantal si cortaba la tela con cuidado.
—?Therru! —grito mientras se acercaba a la casa. Brezo y Therru estaban en la dehesa de retamas cuando ella se habia marchado. Grito nuevamente, queria mostrarle la tela a Therru y hablarle del vestido. Brezo aparecio en la esquina de la cabana donde guardaban los alimentos, con la boca abierta, arrastrando a Sippy de una cuerda.
—?Donde esta Therru?
—Contigo —respondio Brezo con tanta calma que Tenar miro en torno buscando a la nina antes de comprender que Brezo no tenia la menor idea de donde estaba y que simplemente habia dicho lo que queria creer.
—?Donde la dejaste?
Brezo no tenia la menor idea. Nunca habia decepcionado a Tenar hasta entonces; al parecer, comprendia que nunca habia que perder de vista a Therru, como si fuese una cabra. Pero tal vez era Therru quien lo habia entendido asi desde un comienzo y se mantenia siempre donde los demas la vieran. Eso pensaba Tenar mientras, al ver que Brezo no le daba ninguna pista comprensible, empezaba a buscar y a llamar a la nina, sin recibir respuesta.
Se mantuvo lejos de la orilla del precipicio todo el tiempo que pudo. El dia que habian llegado alli, le habia explicado a Therru que nunca debia bajar sola por las laderas empinadas que habia mas abajo de la casa ni caminar por la orilla escarpada que habia hacia el norte, porque con un solo ojo no se podia calcular con precision la distancia ni la profundidad. La nina le habia obedecido. Siempre le obedecia. Pero los ninos se olvidan. Pero ella no se olvidaria. Podia acercarse a la orilla sin saberlo. Pero seguramente habia ido a la casa de Musgo. ?Eso era!… Como ya habia ido sola alli la noche anterior, habia ido nuevamente. Eso era, sin duda.
No estaba alli. Musgo no la habia visto.
—Yo la encontrare, yo la encontrare, queridita —le aseguro a Tenar; pero en lugar de subir a buscarla por el sendero del bosque como Tenar habia esperado que hiciese, Musgo empezo a hacerse nudos en el pelo preparandose a urdir un sortilegio de encuentro.
Tenar regreso corriendo a la casa de Ogion, dando voces una y otra vez. Y esta vez miro hacia las laderas empinadas que habia mas abajo de la casa, esperando ver la diminuta silueta agachada, jugando entre las enormes piedras. Pero solo vio el mar, rizado y oscuro, en el extremo de esas campinas inclinadas, y se sintio aturdida y angustiada.
Llego hasta la tumba de Ogion y un poco mas lejos, subiendo por el sendero del bosque, dando voces. Al cruzar nuevamente la pradera, vio al cernicalo cazando en el mismo sitio donde Ged lo habia estado observando mientras cazaba. Esta vez el cernicalo se detuvo y ataco y alzo vuelo con una pequena criatura entre las garras. Volo rapidamente hacia el bosque. «Esta alimentando a sus crias», penso Tenar. Todo tipo de ideas cruzaron por su mente, muy vividas y claras, al pasar junto a la ropa lavada que habia dejado en la hierba, seca ya; tendria que recogerla antes de la noche. Tenia que buscar por todas partes en la casa, en la cabana de los alimentos, en el establo, mas atentamente. Ella tenia la culpa. Ella habia hecho que esto sucediera por pensar en hacer de Therru una tejedora, encerrandola en la oscuridad para que trabajara alli, para que fuera respetable. Cuando Ogion le habia dicho «?Ensenale, ensenale todo, Tenar!». Cuando sabia que un mal que no se puede reparar debe ser trascendido. Cuando sabia que la nina le habia sido encomendada y habia fracasado en su mision, no habia respondido a su confianza, la habia perdido, perdido ese gran y unico obsequio.
Entro en la casa despues de buscar en cada rincon de las otras construcciones, y miro nuevamente en el rincon y detras de la otra cama. Se sirvio agua, porque tenia la boca seca como la arena.
Las tres varas de madera que estaban detras de la puerta, la vara de Ogion y las varas para caminar, se movieron en las sombras, y una de ellas dijo: —Aqui.
La nina estaba agazapada en el rincon oscuro, con el cuerpo encogido de tal manera que no parecia mas grande que un perrito, con la cabeza inclinada hacia el hombro y las piernas apegadas al cuerpo, el ojo sano cerrado.
—Pajarito, gorrioncito, llamita, ?que sucede? ?Que sucedio? ?Que te han hecho?
Tenar rodeo el pequeno cuerpo, cerrado y firme como una piedra, acunandolo en los brazos.
—?Como puedes asustarme tanto? ?Como puedes esconderte de mi? ?Oh, estaba furiosisima!
Se echo a llorar y sus lagrimas cayeron sobre el rostro de la nina.
—?Ay, Therru, Therru, Therru, no te escondas de mi!