Los miembros anudados se estremecieron y empezaron a aflojarse poco a poco. Therru se movio y se aferro subitamente a Tenar, hundiendo la cara en el hueco entre el pecho y el hombro de Tenar, apegandose cada vez mas hasta aferrarse desesperadamente. No lloro. Nunca lloraba; tal vez las llamas la habian dejado sin lagrimas; no tenia lagrimas. Pero dejo escapar un largo sonido que parecia un sollozo, un gemido.
Tenar la abrazo, acunandola, acunandola. Muy, muy lentamente dejo de aferrarse con desesperacion. Tenia la cabeza apoyada en el pecho de Tenar.
—Dime —murmuro la mujer, y ja nina dijo en su tono de debil y ronco susurro—: El vino aqui.
En un primer momento, Tenar penso que hablaba de Ged, y en su mente, que seguia discurriendo con la rapidez del miedo, lo advirtio, comprendio quien era «el» para ella y esbozo una mueca burlona, pero no se detuvo, inquisidora. —?Quien vino aqui?
La unica respuesta fue una especie de estremecimiento interno.
—Un hombre —dijo Tenar calmadamente—, un hombre con una gorra de cuero. Therru asintio una vez.
—Lo vimos en el camino, cuando veniamos hacia aqui.
No hubo respuesta.
—Los cuatro hombres…, los hombres que me hicieron enfadar, ?te acuerdas? El era uno de ellos.
Pero recordo que Therru habia estado todo el tiempo con la cabeza gacha, ocultando el lado quemado, sin alzar los ojos, como hacia siempre cuando estaba ante desconocidos.
—?Lo conoces, Therru?
—Si.
—?De…, de cuando vivias en el campamento al lado del rio?
Asintio una vez.
Tenar la apreto entre los brazos.
—?Vino aqui? —dijo y, mientras hablaba, todo el temor que habia sentido se convirtio en colera, una colera que le quemaba todo el cuerpo desde dentro como una vara ardiente. Lanzo algo parecido a una carcajada—: ?Jaj! —Y en ese instante recordo a Kalessin, la risa de Kalessin.
Pero no era tan facil para un ser humano y una mujer. Habia que contener el fuego. Y habia que consolar a la nina.
—?Te vio?
—Me escondi.
Entonces, acariciandole los cabellos a Therru, Tenar dijo: —Nunca te tocara, Therru. Comprende lo que te digo y creeme: nunca te volvera a tocar. Nunca te volvera a ver a menos que yo este contigo, y entonces tendra que enfrentarse conmigo. ?Me entiendes, mi amor, mi preciosa, mi bonita? No tienes que temerle. No tienes que temerle. El quiere que le temas. Se alimenta de tu temor. Haremos que se muera de hambre, Therru. Lo haremos morir de hambre hasta que tenga que devorarse a si mismo. Hasta que se atragante con los huesos de su propia mano… ?Ah, ah, ah, no me prestes atencion ahora, estoy furiosa, furiosa, eso es todo…! ?Estoy roja? ?Estoy roja como una gontesca? ?Estoy roja como un dragon? —Trato de bromear; y Therru, levantando la cabeza, alzo los ojos para mirarla a la cara desde su rostro contraido, tremulo, devorado por el fuego y dijo:— Si. Eres un dragon rojo.
La idea de que el hombre hubiese ido a la casa, hubiera estado en la casa, hubiera observado la obra de sus manos, pensando tal vez en mejorarla, cada vez que Tenar volvia a pensar en eso la idea surgia mas como una nausea repentina, un deseo de vomitar, que como un pensamiento. Pero la nausea desaparecia ante la colera.
Se levantaron y se lavaron, y Tenar se dio cuenta de que en ese preciso instante lo que mas sentia era hambre. —Estoy vacia —le dijo a Therru y sirvio para las dos una abundante comida de pan y queso, habichuelas frias con aceite y hierbas, una cebolla en rodajas y chorizo seco. Therru comio bastante y Tenar comio mucho.
Mientras quitaban la mesa, dijo: —Por ahora, Therru, no te dejare sola nunca y tu no te alejaras de mi. ?De acuerdo? Y ahora deberiamos ir juntas a la casa de Tia Musgo. Estaba urdiendo un sortilegio para encontrarte y ya no tiene que preocuparse de seguir haciendolo, pero es posible que no lo sepa.
Therru dejo de moverse. Le echo una mirada a la puerta abierta y retrocedio.
—Tenemos que entrar la ropa lavada, tambien. Cuando regresemos. Y cuando volvamos a casa, te mostrare la tela que me dieron hoy. Para un vestido. Un nuevo vestido, para ti. Un vestido rojo.
La nina se quedo inmovil, encerrandose en si misma.
—Si nos ocultamos, Therru, le damos de comer. Nosotras vamos a comer. Y haremos que se muera de hambre. Ven conmigo.
El cruzar esa puerta que conducia al exterior era una barrera, un obstaculo insuperable para Therru. Retrocedio, oculto la cara, comenzo a temblar, se tambaleo; era cruel obligarla a cruzarla, era cruel obligarla a salir de su escondite, pero Tenar se mostro implacable. —?Ven! —dijo, y la nina salio.
Tomadas de la mano, atravesaron los campos hacia la casa de Musgo. Therru levanto la cabeza una o dos veces.
Musgo no se sorprendio al verlas, pero tenia una expresion extrana, cautelosa. Le dijo a Therru que entrara en la casa a mirar los polluelos de la gallina de cogote emplumado y que eligiera dos para llevarse; y Therru desaparecio de inmediato en el interior de ese refugio.
—No habia salido de la casa —dijo Tenar—. Estaba escondida.
—Hizo bien —dijo Musgo.
—?Por que? —le pregunto Tenar con dureza. No estaba de humor para escondites.
—Hay…, hay seres rondando por aqui—dijo la bruja, no ominosamente sino con inquietud.
—?Hay bribones rondando por aqui! —dijo Tenar, y Musgo la miro y se aparto un poco de ella.
—?Ea!, vamos —dijo—. ?Ea!, queridita. Estas rodeada de fuego, tienes un brillo de fuego alrededor de la cabeza. Urdi el sortilegio para encontrar a la nina, pero no salio bien. Por alguna razon se desvio y no se si ya se acabo. No se que pensar. Vi seres extraordinarios. Buscaba a la pequena pero los vi a ellos, volando por las montanas, volando en las nubes. Y ahora tienes eso alrededor, como si te ardieran los cabellos. ?Que anda mal, que pasa?
—Un hombre con una gorra de cuero —dijo Tenar—. Un jovenzuelo. Bien parecido. Tiene el hombro de la chaqueta descosido. ?Lo has visto?
Musgo asintio. —Lo contrataron en la mansion para regar.
—?Te dije que ella… —Tenar echo una mirada hacia la mansion— andaba con una mujer y dos hombres? Es uno de ellos.
—?Uno de los que…?
—Si.
Musgo se quedo inmovil como una talla en madera de una vieja, rigida, como un bloque. —No se —dijo finalmente—. Yo creia que sabia bastantes cosas. Pero no se. ?A…, a que…, a que podria haber venido?, ?
—Si es su padre, quizas haya venido a exigir que se la entreguen.
—?A exigir…?
—Ella le pertenece.
Tenar hablaba en tono inexpresivo. Miraba las cumbres de la Montana de Gont mientras hablaba.
—Pero no creo que sea el padre. Pienso que este es el otro. El que fue a la aldea a decirle a mi amiga que la nina se habia hecho «dano».
Musgo seguia perpleja, aterrorizada aun por sus conjuros y visiones, por la furia de Tenar, por la presencia de un mal abominable. Sacudio la cabeza, desolada. —No se —dijo—. Yo creia que sabia bastantes cosas. ?Como pudo volver aqui?
—A comer —dijo Tenar—. A comer. No volvere a dejarla sola. Pero manana, Musgo, tal vez te pida que te quedes con ella por una hora, algo asi, de manana. ?Harias eso, mientras yo voy a la mansion?
—Si, queridita. Por supuesto. Podria echarle un sortilegio de ocultamiento, si quieres… Pero alla estan ellos, los hombres importantes de la Ciudad del Rey…
—Perfecto, entonces, podran ver como vive la gente del pueblo —dijo Tenar, y Musgo se aparto de ella nuevamente como si se alejara de un torrente de chispas de un incendio que el viento llevara hacia ella.